Quiero que te quedes absolutamente quieto. No quiero que te muevas ni hagas planes ni decidas ni mires a otro lado. Nada…Quiero que no le traigas nada a Él. ¿Por qué te rehusas venir con las manos vacías a mi Salvador? Que digas: “Nada en mis manos traigo, nada. Sólo a tu cruz me aferro”.
Y lo terrible es que todos están satisfechos con la obra de Cristo, menos tú. Y sientes que tienes que traer un poquito de ti mismo. Y entonces sería perfecto. Un poquito de experiencia cristiana y un poquito de crecimiento y un poquito de progreso y un poquito de sufrimiento y un poquito de evangelizar y un poquito de dolor en providencia. Y cuando hayas agregado eso a lo que ha hecho Jesucristo, entonces piensas: sí, sí. Entonces seré aceptado, entonces me haré cristiano.
Te rehusas venir vacío, con las manos vacías a mi Salvador esta mañana. Te rehusas decir: Nada en mis manos. Traigo nada. Sólo a Tu cruz me aferro. Quieres tener algo en tus manos para darle, algún trueque, algún precio que tú habrás pagado por las glorias de nuevos cielos y una nueva tierra. Entonces será absolutamente perfecto. Te rehusas tomar asiento. Te rehusas descansar en la obra de Jesucristo.
Pero eso es lo que hizo Dios el Hijo, y eso es lo que hace el Padre, Él descansa en lo que ha hecho el Hijo. Y eso es lo que hace el Espíritu. Están totalmente satisfechos con el logro de redención en la cruz del calvario.
Entonces ¿qué es lo que yo quiero que hagas tú? ¿Qué es lo que Dios quiere que tú hagas esta mañana? Bien, Él quiere que no tú no hagas nada. Él quiere que no hagas absolutamente nada. Él no quiere que te salgas de tu asiento. No quiere que pases al frente. Si Él estuviera aquí, yo diría que vengas y lo conozcas. Pero cerca de ti está la palabra. La palabra está en tus oídos. La palabra está en tu boca. La palabra está en tu mente, la palabra del evangelio que has oído esta mañana acerca del Señor Jesucristo.
No quiero que te bautices. Esa no es la respuesta a tu culpa. Y para las manchas de tu pecado. No quiero que hagas ninguna resolución de que desde ahora en adelante, vas a venir cada domingo a esta iglesia y que desde ahora en adelante, vas a ser más religioso. No quiero que pienses así. Que vas a ser más santo. Vas a abandonar algunos vicios. No quiero que pienses en lo que vas a hacer.
Quiero que te quedes sentado. Quiero que te quedes absolutamente quieto. No quiero que te muevas ni que hagas planes ni decidas ni mires a otro lado. Nada.
Quiero… que no traigas nada a Él. Quiero que seas como María solo cautivado por lo que Jesús decía y escuchando, y sentada tan cerca de Él como fuera posible porque ella quería cada palabra que Él tenía que decir porque Sus palabras eran vida, y perdón, y eternidad para ella.
Has escuchado esta mañana de lo que ha hecho Jesucristo. Has tenido la profecía de Isaías capítulo 57 leída a tus oídos. Has oído de los gloriosos logros de nuestro Señor Jesucristo que Él solo ha hecho. Él ha eliminado la culpa, la pena, la culpa de una multitud incontable de personas como las arenas de la orilla del mar, y que ahora está absolutamente satisfecho con lo que Él ha hecho y que Él está sentado allí a la diestra de Dios.
Y la cuestión es: ¿Estás satisfecho tú con lo que Jesucristo ha hecho por ti? ¿Estás totalmente satisfecho con lo que el Señor Jesucristo ha hecho por ti? ¿Está completamente satisfecho con la obra salvadora y purificadora del Hijo de Dios?