Aquí es donde tantos se equivocan, y algunos en esta iglesia también. Te desanimas, te disgustas, te frustras; ¿Por qué? Porque te estás mirando a ti mismo. La fe no consiste en eso. La fe consiste en decir: “¿Qué de Dios?” ¿Qué es lo que Él ha prometido? Él es galardonador. Él ha dado promesas de recompensas si venimos a Él. Pero qué cantidad de Caínes hay en este mundo. Que incluso cuando saben que Dios les ofrece: “Vengan gratuitamente y Yo los aceptaré”. Pero los hombres prefieren ir al infierno antes que acercarse a Dios quebrantados.
Prefieren ir al infierno antes que venir necesitados.
Prefieren ir al infierno en lugar de admitir que son malvados, pecaminosos, viles…
¿No dice el proverbio: “Todos se apresuran a proclamar su propia justicia”? Sales por estas calles a evangelizar, ¿y qué es lo que encuentras puerta tras puerta?
Yo me acuerdo de haber ido a un lugar en Stockdale, Texas; [Estoy hablando con una persona] acerca del Señor, y él dice: “Soy diácono”. Y ¿qué tiene que ver eso?
Recuerdo una ocasión en la que hablaba con alguien, y dijo: “Bueno, yo canto en el coro”. ¿Qué están haciendo? Están apilando sus acreditaciones. Eres un pecador. ¡Necesitas a Cristo! Eso es fe. Fe para creer no en que de alguna manera me he arrepentido, o he creído lo suficiente. La fe no tiene que ver conmigo; consiste en quién es Dios. Y tan pronto como nos enredamos en ver lo bien que estamos creyendo, ya no tiene que ver con Él. Tiene que ver “conmigo”, y qué tan bien estoy haciendo algo. Qué tan bien estoy haciendo esta ofrenda, así como Caín procuró hacer una ofrenda.
Tienes que reconocer que Caín creía que había un Dios. Él hablaba con Dios. Le presentó un sacrificio. Caín creía que existía un Dios. Caín llevó un sacrificio a Dios. Caín fue al infierno. ¿Eso suena como algo en las Escrituras? ¿Como Mateo 7:23 quizás? Eso es crucial, porque eso mismo puede suceder aquí mismo. Vienes a la iglesia. Tienes una Biblia. Cantas un himno. Depositas dinero en la caja de las ofrendas. Y te vas al infierno. Eso es lo que Mateo 7:23 nos está enseñando.
Piensa en la oración. Oramos. ¿Sabes?, puedes ponerte de rodillas, la postura se ve muy bien, puedes decir las palabras correctas. ¿Se te ocurre alguien en las Escrituras que estaba orando, pero Cristo dijo que no fue aceptado? ¿Qué tal un fariseo en Lucas 18? ¿Ves? Puedes llevar a cabo todas las acciones y al final… “Yo oraba”. Y se puede ver en ello: “Yo oraba”. Quiero decir: Pero Señor, “yo oraba”. Y puedes tener la sensación de: Señor, “yo oraba”. En comparación con venir y mirar al Dios que prometió contestar las oraciones. ¿Ves? No estoy confiando en la oración, estoy dependiendo de Aquel que responde a las oraciones.
Tenemos al recaudador de impuestos; él no quiere ni siquiera levantar la vista. Nuestras oraciones no tienen que ser bonitas, no tienen que ser elocuentes, porque, de nuevo; la fe tiene todo que ver con que Dios es, y que Él es un galardonador. Consiste en que Dios es real y que recompensa. Tiene que ver con quién es Dios. Se trata de la excelencia de quién es Dios.
Ves lo que pasa cuando me acerco en oración, es como: “Señor, no sé cómo orar”. Lo único que haces es gemir y lanzar suspiros; no hay elocuencia, no hay nada. No estás en una postura perfecta, estás tendido en tu cama, y sólo te sientes agotado y cansado, y no tienes ganas de nada, y te sientes como un fracasado. Y lo único que logras hacer es gemir delante de Dios. Pero tu esperanza está en el Dios que dijo: “Yo respondo a las oraciones”, “Pide en el nombre de Mi Hijo y se te concederá”. Y sólo oras: “Señor, dijiste que responderías. ¡Lo dijiste!” ¿Te das cuenta? Ahora es otra historia. No se trata de mi ofrenda, sino del Dios que está detrás de eso, es el Dios con el que me quiero conectar.
Es justo como el arrepentimiento; la gente dice: “Estoy tratando de arrepentirme, y Dios no me salva”. Sí, pero ¿te das cuenta? Tu arrepentimiento tiene demasiado que ver contigo. Nunca te arrepentirás de verdad, al igual que nunca orarás de verdad, al igual que nunca vivirás verdaderamente de una forma que agrada al Señor, hasta que te centres completamente en quién es Dios.
Fijate, cuando Job entiende quién es Dios, se arrepiente en polvo y ceniza. De pronto se vuelve consciente de Dios. Eso es lo que agrada al Señor. Y obviamente eso es lo que le faltaba a Caín, pero que Abel tenía. Y es por eso que fue aceptado. Fue aceptado porque Abel requería de Dios. Abel estaba confiando en el Señor. Abel estaba buscando que Dios le proveyera algo, y que fuera misericordioso con él, y que lo aceptara aunque era un pecador.
Caín iba con una actitud de gran auto-justificación, la que se demuestra por su enojo; demostrada por el hecho de que no quiso doblegarse ni siquiera ante la apelación de Dios de regresar, e intentar de nuevo y hacerlo bien. No, prefiero matar a mi hermano y largarme de la presencia del Señor antes que hacer caso a esta invitación a empezar a hacerlo todo de nuevo y hacerlo bien. Quiero hacerlo a mi manera. Creo que la forma en la que lo hice fue suficientemente buena.
Esta es la idea central de este capítulo que está ante nosotros. Lo que no se ve. Es una convicción de lo que no se ve. Es eso que ni tú ni yo hemos visto. Hay una ciudad ahí no hecha por manos, hay un premio ahí: Cristo mismo. No lo hemos visto. Amamos a un Cristo que no se ve.