No es por creer, sino únicamente por Cristo

¿Cuántas veces te encuentras con personas que te dicen?: “Sí, sé que tengo volver a la iglesia.” “Sí, sé que no leo mucho mi Biblia, sé que tengo hacer eso.” “Sí. Sé esto, sé lo otro. Tengo que esforzarme más en eso.” ¿Ven?, ésa es la carne hablando. Eso es lo que puede hacerse en la carne.

Bueno, Pablo está diciendo que Abraham fue justificado, pero está diciendo que no fue de esa manera. Porque si Abraham fue justificado por obras, él tiene algo de qué jactarse. Pero recuerden, una cosa sabemos con certeza: el camino de salvación … que Dios ha diseñado para la humanidad … no da pie para que ustedes o yo nos jactemos. ¿Saben lo que él les está rogando a ustedes? Lo que dijo antes en el capítulo 3, versículo 27. “¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda excluida.” [Ro 3:27] ¿Se fijan?, él está diciendo: “Por este camino de salvación, ¿qué queda de nuestra jactancia?” Y él dice: “¡No queda nada! Está totalmente excluida.” La manera en que Dios salva a los hombres no da cabida a que los hombres se jacten. Todo lo que el hombre hace en la carne tiene que ver con su jactancia. Todo tiene que ver con lo que él hace. Recuerden de nuevo al fariseo y al cobrador de impuestos; el fariseo estaba diciendo: “yo ayuno.” El fariseo estaba diciendo: “Yo diezmo.” El fariseo estaba diciendo: “Yo no soy un extorsionador; no soy un adúltero; no soy como ese tipo.” ¿Saben lo que hace la carne? Se jacta. Si vas puerta por puerta y dices: “¿Te vas a ir al cielo?” “Sí”. “¿Por qué?”. “Voy a la iglesia.” ¿Se fijan?, eso es jactancia. Eso es jactarse de algo que hacemos. Hay gente que me ha dicho: “Soy diácono.” “Espera, no te pregunté si eras diácono, te pregunté si eras salvo.” ¿No es asombroso eso?. “¿Vas a ir al cielo?”. “Bueno, soy diácono.” ¿Acaso diácono es lo mismo que cielo? Me acuerdo de haber hablado con una – Matt y yo estábamos hablándole a una joven- “¿Vas a ir al cielo?” “Bueno, yo canto en el coro.” Es como si la palabra condenación estuviera escrita en sus frentes. Ésa es una respuesta detestable. Porque … la jactancia está excluida. De nuevo, Pablo está refiriéndose a eso. Él dijo: “Si Abraham fue justificado por obras, él tiene algo de qué jactarse.” Pero … la jactancia está excluida. Bueno, ¿cómo está excluida? ¿Por qué tipo de ley, o a base de qué está excluida? ¿Basándose en las obras? ¡No! ¡Las obras siempre generan jactancia! Está excluida por la ley de la fe. Miren, si alguien se jacta … en su fe … inmediatamente transforma su fe en una obra. Y eso no está bien. Si dices: “Bueno, yo creo”. Has entendido mal. Porque esa no es la característica de la fe salvadora auténtica. La verdadera fe salvadora no habla en esa forma. Porque la fe no es eso. La fe no dice: “Creo que yo creo.” La fe salvadora no dice: “Creo en mi fe” “Confío en que creo.” No se trata de mirarse al espejo y decir: “Tengo fe.” La verdadera fe salvadora dice: “Incluso mi fe es torcida.” “Señor, creo, pero ayuda a mi incredulidad.” [Mr 9:24] “Incluso mi fe no es recta. Hay muchos días en los que no creo lo que debería creer.” “Mi fe es débil, mi fe tambalea. Si dependiera de mi fe alcanzar el cielo, entonces estoy en problemas.” Lo que la fe dice es: “¡Ahí está el Cristo poderoso … y descanso ahí, en lo que Él ha hecho!” Eso es lo que dice. Eso es lo que dice la fe. Y ustedes ven, cuando él dice eso, dice: “¿Dónde está tu jactancia?” “Mi jactancia está únicamente en Jesucristo.” “Mi fe está en Cristo muriendo en la cruz”. “Mi fe está en Cristo viviendo una vida perfecta”.

Pero, volviendo a nuestro texto, “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse.” Lo que él dice es esto: que Abraham no tiene nada de qué jactarse delante de Dios. ¿Saben por qué? Porque él no fue salvado por obras. Él fue salvado por fe. Y esto es verdad en todo … todo … creyente verdadero … ellos se glorían -como dice Filipenses 3:3- ellos se glorian en Jesucristo; ellos no ponen ninguna confianza en la carne. Ninguna confianza en lo que ellos pueden hacer. Ninguna confianza en su propio arrepentimiento. Todo arrepentimiento es imperfecto, a lo sumo. Y toda fe es imperfecta, cuando mucho. Es como Charles Leiter dijo en su libro “Justificación y Regeneración”. Puedes tener la fe más patética, más débil. Es como un hombre que llega a un puente, que está hecho de fuertes vigas de acero de alta resistencia, y travesaños y cables … bien diseñado. Este puente sostendrá decenas de miles de toneladas de peso. Y tú llegas a él, y estás tambaleando y temblando … y preguntándote si sostendrá tu peso. Y no importa si estás lleno de toda clase de incredulidad, ni si no sabes si tu fe es fuerte. Y tu arrepentimiento y tu rechazo al pecado son secundarios, en el mejor de los casos. Pero si caminas sobre ese puente, aún si tu fe es vacilante, el puente te sostendrá. ¿Por qué? Porque su capacidad para sostenerte no tiene nada que ver con tu fe. Tiene que ver por completo con la firmeza que hay en él. Todo lo que hace tu fe … es animarte a poner tu peso sobre el puente. ¡El puente es lo que te sostiene! Todo lo que necesitas es suficiente fe … para caminar en él. Puede ser incluso muy débil. Y la fe no hace nada para salvarte, sino que te une con ese puente que te sostiene. Todo se trata de eso. Pero, ¿qué es lo que necesitas? Hermanos, incluso en esto, lo que estoy tratando de decirles … es que la fe no es la cosa más importante que necesitan. La fe sólo te vincula a la cosa más importante que necesitas.

Versículo 3: “Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia.” ¿Ven, hermanos?, ésta es la necesidad más fundamental del hombre. Cuando su fe lo hace caminar sobre el puente, inmediatamente -cuando la fe lo mueve a descansar ahí- desde el puente se le lanza una justicia imputada; va hacia él una acreditación de justicia, en que Dios lo declara justo. Por fe, el hombre es declarado justo. Ahora, observen esto: “Y creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia.” Versículo 4: “Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda;” ¿Ves?, cuando vas a trabajar, y trabajas, y te pagan, eso es lo que mereces; te lo has ganado. Pero no es por obras, porque los que intentan trabajar nunca alcanzan la gloria de Dios. Recuerden que cuando Dios venga en furia y juicio, Él va a tener en cuenta lo que merece cada hombre. ¿Sabes qué es lo que merecen tus obras? Ira. Porque aún la cosa más recta/justa que hayas hecho ha estado tan llena de imperfección, que Dios jamás podría aceptarla. Porque cuando un hombre busca ir al cielo por obras, está buscando llegar ahí por su salario. Ahora bien, cuando vas al trabajo y trabajas, si no te pagan, puedes ir a la oficina; puedes sentarte con tu jefe, y puedes decir: “Ud. me debe dinero.” Así es como hablan las obras; ése es el lenguaje de los salarios y las deudas: “Usted me debe”. Eso es jactancia, ¿verdad? “Yo trabajé para usted tantas horas, ¡usted me debe!” Eso es jactancia, porque eso es decir: “Hice esto. Ud. tiene que recompensarme de acuerdo a lo que hecho.” Ése es el lenguaje de las obras.

Versículo 5. Ahora, quiero que comprendan esto. Hermanos, puedo recordar que, siendo cristiano, la primera vez que realmente vi la verdad en Romanos 4:5 … casi me desmayé de asombro. Lo que necesitan ver aquí, es que Romanos 4 versículo 5 es la llave que abre de par en par la total realidad de cómo un hombre entra al cielo. Escuchen, escúchenlo. “mas (pero) al que no trabaja,” aquí está. Esta es una figura del hombre, de todo hombre y toda mujer que entra al cielo. Un retrato. Pablo está pintándonos una figura del hombre … que va al cielo. Aquí está. “mas al que no trabaja,” El hombre no entra al cielo por alguna cosa que haga. Ninguna obra. Él no trabaja. Tienen que entender esto: Dios salva a los hombres … pero no sobre la base de alguna cosa. Cuando Dios salva a los hombres, no se basa en algo que ellos hagan, en lo absoluto. ¡Nada, nada! Apártalo todo, ponlo todo a un lado, no puedes hacer nada, Él no salva basándose en eso; “… al que no trabaja”; ésta es la puerta de entrada al cielo. El hombre que no trabaja. Tú dices: “¿Qué hombre va a entrar al cielo?” “El hombre que no trabaja.” Pero, confía en Él; confía en Dios … quien justifica al impío. Y ustedes necesitan ver eso.

Justificar significa que Él lo declara justo. ¿A base de qué? ¿Sobre la base de obras? No. La jactancia queda excluida, porque él no entra por obras … él confía en Aquel que justifica al impío. “¿Cómo?” “¿Cómo lo declara justo Él?” No debido a ninguna obra en él. ¿Saben cómo sé eso? Porque él es impío. Hermanos … ¿Ven?, si yo les dijera: “¡Tienen que arrepentirse!” Y lo que quiero decir con eso es que tienen que limpiar su vida. ¿Ves?, la Biblia dice que tienes que arrepentirte. ¿Pero saben cómo la gente pasa por alto la realidad del arrepentimiento? ¿Saben lo que hacen? Dicen “Arrepentimiento”, y ellos inmediatamente dicen: “Bueno, la Biblia dice que eso es volverse del pecado”. Escuchen. ¿Saben de qué pecado necesitan volverse? De tratar de llegar al cielo por sus propias obras. Si te dices a ti mismo: “Arrepentimiento es volverme del pecado y limpiar mi propia vida, para que así Dios me acepte”, eso es obra. Arrepentimiento es cuando dices: “Me rindo.” “Señor, me doy por vencido.” “Señor, he tratado de limpiar mi vida … y mientras más trato de limpiarla …” Es como … lo ves en Pablo; Pablo dijo: Miré a la Ley y la Ley dice: “No codicies”. Y traté de no codiciar. Traté de limpiarla. Traté de no hacerlo, y cuanto más lo intenté, más me encontré haciéndolo. Y Pablo dijo: “Morí” ¿Ves? Es rindiéndose. Es cuando dices: “Mi necesidad más grande … no es buena auto estima.” “Mi mayor necesidad es ser declarado justo por Dios.” Y Jesucristo ganó una justicia que puede transformarse en mi propia justicia. Dios, en un santiamén, puede considerar … Él puede contar … Miren el final del versículo cinco. “Aquel que justifica al impío” … “mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia.” ¿Ven lo que sucede? Cuando él pone su confianza en Jesucristo. En todos los méritos de lo que Cristo hizo. En un instante, Dios considera justa a la persona impía. Esta es la noticia más grande que la humanidad puede oír jamás. Lo que significa que alguien que es culpable hasta la médula, alguien que es vil; alguien que es malvado; alguien que es precisamente como ese ladrón en la cruz, que no tiene días de vida. Si se necesitara penitencia, si los católicos estuvieran en lo cierto; y entonces tienes que hacer todas esas penitencias. Y tienes que hacer expiación por tus propios pecados y tienes que tratar de ganar … lo que yo escuchaba cuando era niñito era que tienes que tratar de guardar los mandamientos. ¿Cómo? ¡Los he quebrantado toda mi vida; soy un ladrón, estoy en una cruz, estoy siendo crucificado, sólo me quedan horas de vida; ¡soy hombre muerto!, no tengo tiempo para limpiar mi vida. Necesito otra forma de salvación. Si es por obras, estoy en problemas. Si tengo que vivir tantos años como para deshacer todo lo malo que hice Y tengo que tratar, ya saben, lo que ellos dicen … Si mi mayor necesidad es todas estas otras cosas, estoy en problemas. Pero si mi mayor necesidad es una justicia en los tribunales del cielo, y Jesucristo ya la ha ganado, todo el mérito que se necesita ya está ahí en Cristo. Y si yo miro y confío en Aquel que envió a Su Hijo a este mundo para ganar esta justicia, Él me la dará en un instante. Él justificará al impío. Él me declarará justo en Su tribunal, si yo miro a Él en fe. No por obras.

Hermanos, ¿lo ven? Presenta al hombre en su necesidad más profunda. La más profunda necesidad del hombre no es encontrar cómo culpar a otro por su pecado. La necesidad del hombre en toda su impiedad no es averiguar cómo puede encontrar una enfermedad llamada alcoholismo, o esquizofrenia, o déficit de atención, o alguna otra cosa que sea una excusa para su pecado, a fin de poder sentirse mejor consigo mismo y apartar los sentimientos de culpa. La mayor necesidad del hombre es reconocer que es culpable y que hay un Dios que está muy enojado con él y que va a castigarlo. Y que está airado contra él, y lo va a lanzar al infierno. Eso es lo que dijo Jesús. Jesús dijo: “Les diré a quién temer:” “Teman a Aquel que después de destruir el cuerpo puede destruir su alma en el infierno.” Y es Él quien lo hace. Teman a Él. Eso es lo que dijo Jesús. La mayor necesidad de ustedes es estar a cuentas con este Dios. Y lo que Pablo dice, es que tu verdadero problema es … es que tienes un historial de culpabilidad en el cielo y necesitas, de alguna manera, si fuera posible, que ese registro sea borrado y ser declarado justo. Y Pablo viene y dice: “Tengo verdaderamente muy buenas noticias para ti. No me avergüenzo del evangelio; seguiré firme, no importa cuánto pueda ser ridiculizado u objeto de burla.” “Aunque me apedreen o me maten, hay una noticia que este mundo necesita. Hay un mensaje que afecta al hombre en su más profunda necesidad, y está en este evangelio en que la justicia de Dios es revelada. Y si los hombres confían en Aquel que ha provisto una manera para permanecer perfectamente justo, y declara justo al impío.” Dios puede seguir siendo justo y enviarte al infierno. O Él puede ser justo, al poner tu infierno sobre la cabeza de Jesús y hacer que Él haga el pago completo. Para que así el rescate esté disponible para ti. Y ese rescate está pagado. Y si quieres confiar sólo en Cristo, y, ¿ves?, cuando pones tu fe en Cristo, tú no tienes la gloria, Cristo la tiene. Porque eso dice: “Creo que Jesús ha hecho todo para proporcionarme una justicia. Creo que Él ganó una justicia para mí. Yo gané ira, y Dios puso mi ira sobre Él, y Él ganó justicia y Dios me la atribuye a mí en un instante, por fe.”

Y así, puedes estar al final de tu vida, puedes estar ante el pelotón de fusilamiento, puedes haber vivido una vida culpable, pero si quieres, en algún momento, poner tu fe en Jesucristo, y tú dices: “Eso suena peligroso, hermano.” “Eso suena peligroso.” “Suena como que vas a provocar que alguien diga: “Bueno, si ésa es la forma de salvación, vamos a pecar más todavía.” Y les digo esto: Pablo lidia con eso. Pablo nos da muchas razones de por qué no es posible, de por qué no puedes ir y vivir en pecado, una vez que tienes esa fe. Pero les digo esto, aun cuando existe el riesgo, y un montón de gente pueda tomar esto y decir: “¡Oye, puedo pecar todo lo que quiera!” ¿Y saben qué? Hay un montón de falsos maestros allá afuera. Hay un montón de gente que ha transformado este hermoso evangelio en libertinaje, muchos de ellos. Las iglesias están llenas de ellos. Uno encuentra gente correteando por todos lados que dice: “Yo creo.” Y luego quieren vivir en todo tipo de pecado. Y Pablo va a lidiar con ellos. Pablo ya dijo: “Para gente como esa, su condenación es justa.” Cuando llegamos al capítulo 6, él lidia con eso. En el capítulo 7, él lidia con eso. Capítulo 8, él lidia con eso. Pero en este momento, y dentro del capítulo 5, él quiere presentar un evangelio que es tan glorioso, y tan libre, y lidia con el hombre en su mayor necesidad. Y si tú estás sentado ahí hoy día y dices: “Ese soy yo, soy impío.” Entonces confía en Aquel … que justifica al impío. Esa es la noticia más grande; justo ahí en esas palabras, tenemos un Dios que justifica al impío. Que no dice: “Tienes que trabajar, tienes que mejorar, tienes que limpiarte a ti mismo, tienes que ir más a la iglesia, tienes que empezar a diezmar, tienes que empezar a leer la Biblia, tienes que hacer penitencia, tienes que caminar de rodillas, tienes que ir a las celebraciones, ir a misa, y hacer estas cosas y tratar de hacer expiación por tu propio pecado, y necesitas tratar de trabajar, y trabajar, y trabajar, y trabajar. ¿Y saben qué? Todo sistema sobre la faz de la tierra parecido a ése -que por cierto es cualquier otro que no sea el cristianismo verdadero- ellos realmente nunca saben … si han hecho lo suficiente. Porque ni siquiera sus gurús, sus maestros, sus sacerdotes, sus profetas, sus imanes, sus monjes, ninguno de ellos sabe cuánto tienes que hacer para hacerlo correctamente. Porque incluso las monjas y los sacerdotes y los papas tienen conciencias que los están acusando, acusando, acusando; e incluso después que ellos han hecho todas sus obras. Es como Martín Lutero; él trató, y trató y trató, y confesó, y confesó y confesó, pero su conciencia todavía decía: “¡culpable, culpable, culpable!” Pero cuando un pecador culpable viene con todos sus pecados y dice … “Señor, veo en Jesús una respuesta a todos mis pecados.” En un instante, él es declarado justo; y su conciencia es liberada.