Mejor es la sabiduría que el oro. Vive hoy como si fuera el primer día del resto de tu vida. No malgastes tu tiempo y desperdiciarlo; es precioso y nunca lo recuperarás.
No pienses tanto en el fin. O sea, Dios está tan preocupado por el proceso como por el final. Y piensas en levantarte mañana, y puede parecer algo muy común. Puede parecer como un día más. Pero no lo es. Ese día es el primer día del resto de tu vida. Ese día de mañana es muy importante y debes tener los oídos muy abiertos. Tu mente cien por ciento enfocada. Señor, ¿qué tienes para mí hoy? ¿Qué quieres enseñarme hoy? ¿Qué puedo acumular hoy? ¿Qué puedo recoger hoy de la sabiduría y el conocimiento de Dios? Tenemos que darnos cuenta que como cinco veces en el libro de Proverbios dice que la sabiduría es mejor que la plata y el oro. Es mejor que el oro más fino, mejor que la plata más selecta. Queremos conocer la economía de Dios, ¿verdad? Debemos pensar según la economía de Dios. A veces te puedes dejar engañar, ¿cierto? Aquí está un níquel. Es más grande que una moneda de diez centavos. Y ¿me estás diciendo que esta moneda más chiquita vale más que un níquel? Sí, así es. Así tenemos que creer lo que Dios dice en Su Palabra. Él dice que la sabiduría es mejor que la plata y el oro. Así que, mira, si captas algo de sabiduría mañana, tienes algo mejor que la plata y el oro. El mundo va en busca de todo eso. El mundo va en pos de estas posesiones materiales y todas estas cosas y un mejor auto y todo por el estilo. Pero mira el estándar de Dios. Considera la economía de Dios. Así que, voy a morir como todos los demás en la tierra. Y cuando se trate del final, ya sabes… Aquí estoy, Señor. Hasta aquí he llegado en mi santificación. Hasta aquí he avanzado. Por la gracia de Dios, he avanzado hasta estas alturas. Pongo mi Eben-ezer por fin y digo: Gracias… por cualquier progreso que haya hecho en el conocimiento de Dios o en victoria sobre el pecado, en el progreso que he logrado en la santificación. Gracias. Por la gracia de Dios somos lo que somos. Así que cuando lleguemos al final, ya sabes, nos sentimos como… Colosenses 3:11. Cristo es todo. Llegas al final. Y sabes, eso en realidad es todo lo que tengo. Es todo lo que tengo, es la relación que tengo con el Señor Jesucristo. Eso es todo lo que tengo. Él es lo único que tengo. La muerte me va a despojar de mi querida esposa. Me va a despojar de mis hijos. O viceversa. Y me va a despojar de todo lo que poseo – En realidad no me pertenece a mí. Sólo somos mayordomos. Pero todo – mi cuerpo va a ser despojado. Todo lo que tenemos es: Señor, sólo Tú. Sólo Tú… Sólo somos Tú y yo. Y te preguntarás… Aquí estoy frente a la eternidad. Aquí estamos. Frente a la eternidad. Y Señor, ¿en verdad te amo o no? ¿Te amo de verdad o no? ¿O he sido engañado? ¿Soy real? Es decir, sólo hemos creído lo que el Señor dice en Su palabra, ¿verdad? Y sin embargo, en lo más profundo, sí, has creído la palabra del Señor y sabes que la Palabra de Dios se autentica a sí misma. Sabes que no hay ningún libro como este libro. Sabes que es la Palabra de Dios. Sabes que es un libro de lo alto. Sabes, es inspirado por Dios y descansas toda tu vida en lo que está escrito aquí. Sabes, en cierto sentido da miedo. Estás reposando tu bienestar eterno enteramente en este libro. Que hay un Dios ahí y esto es cómo es Él. Este es un manifiesto del Dios que está aquí. Este es un manifiesto de la mente de Dios. Esta es una revelación de las realidades invisibles. Esta es una revelación de las realidades espirituales. Esto es cómo va a ser. Así que simplemente crees la palabra del Señor y estás listo para ser lanzado a la eternidad, y creyendo que no va a haber nada de sorpresas en cierto sentido. Este Señor a quien he servido todos estos años, lo conozco. No hay nada nuevo. Sólo voy a pasar por un velo. Y quizás será menos sorprendente, menos nuevo de lo que pensamos. Y sabes, aprecias el énfasis una y otra vez en el Nuevo Testamento de que el morir es dormir para el cristiano. Se describe como sueño. ¿Qué tiene de malo el sueño? Sabes, nos hemos dormido muchas veces. Yo lo he hecho muchas veces. Entonces, la Biblia quiere decirnos eso, que esto es así como el dormir. Y eso está bien. Así que, como digo, lo que tenemos es lo que tenemos con el Señor. Y recuerdo también, otra cosa que se me ha ocurrido fue lo que oré después de enterarme de que tenía cáncer fue: Señor, si solo me permitieras vivir, si solo me sanaras de esto, te serviría aún más de pleno. Y sentí que esa oración se me regresaba. Se me regresaba muerta. Como que el Señor me decía: no hagas tratos conmigo. Sabes qué, mira, te di 40 años, así fueron, años para servirme. Cuarenta años, fue tu oportunidad. Tuviste mucha oportunidad. Muchos cristianos no tienen tanto. Muchos grandes hombres de Dios murieron antes de los 60. Muchos de ellos murieron antes de los 30. Así que, no hacemos tratos con Dios. Deberías servirlo con todo tu corazón ahora por fe, sin presión alguna. No hacemos votos a Dios cuando estamos en dificultades. Deberías hacerlo ahora mismo. Dios ha armado las cosas para que sea de buena fe que sirves al Señor. Le sirves de buena fe. Y Dios ha ordenado las cosas de manera honorable. O bien crees la palabra de Dios y ordenas tu vida sobre esa base, o no lo haces. Así que, aprecias al Señor mucho más por la manera en la que diseñó todo, pues, por fe. Y eso se me ocurrió también en Proverbios 2, o Proverbios 1, dice: “Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán”. Y ya sabes, “Muchos me dirán en aquel día, ‘Señor, Señor…’” Quiero decir, la Biblia enseña que la mayoría de los que asisten a la iglesia se caerán de su banco de iglesia al infierno con una Biblia en la mano y una oración en sus labios. ¡La mayoría de los que asisten a la iglesia! Ni hables del mundo, sino la mayor parte de los que van a la iglesia. Muchos. No pocos. Así que, “Entonces me llamarán, y no responderé”. Están al final de su vida y no hay más remedio y empiezan a clamar a Dios y Él dice: Olvídalo. No les responde. No honrará esa oración. Él quiere que los hombres lo busquen por fe cuando no estén en algún tipo de crisis y sienten que van a morir. Te das cuenta, es decir, cierto es que como dijo el antiguo puritano, solo hay una instancia de un arrepentimiento en el lecho de muerte registrado en la Biblia – el ladrón en la cruz. Hay uno y sólo uno para que no lo demos por sentado. Pero existe uno para que no sintamos desesperanza. Pero quiero decir, debe espantarnos. Debe hacernos temblar. Debemos sentirlo por los perdidos que nos rodean, que sus oraciones van a ser negados al final. Y algo más que se me ocurrió es Juan 8:24. Tres veces el Señor (en Juan 8:24) tres veces el Señor habla de los que mueren en sus pecados. “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. Quiero decir, esa frase: en vuestros pecados moriréis – He escuchado de personas que mueren en su carro, que mueren en su cama, que mueren en su casa, que mueren en el agua, que mueren en un foso para estiércol, que mueren en un depósito de granos, pero nada de eso se compara con morir en tus pecados. Como dije antes, si hemos venido a Cristo y hemos confiado que Él murió para pagar nuestra deuda de pecado y esa culpa no está sobre nosotros, y no vamos a morir en nuestros pecados, ¡cuán bienaventurados somos! “Bienaventurado el hombre cuyos pecados son perdonados”. “Cuán bienaventurado el hombre cuyas iniquidades son cubiertas”. Cuán bienaventurado el hombre a quien el Señor imputa justicia sin obras. Otro versículo que el Señor avivó para mí es Juan 17:24. “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria…” Piénselo usted, co-creyente. Que el Señor Jesús, Él tiene tal deseo. Te das cuenta, no deberías desear que estés aquí en la tierra mucho tiempo. Puede que sea contrario al deseo del Señor. Porque Él dice: Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo. Recuerdo una ocasión, Terri y yo estábamos visitando a nuestros padres en el invierno por ahí en el sur de Tejas. Y no tenían espacio en su casa remolque, entonces teníamos que ir a alojarnos en un motel cercano. Y dijeron: ¿Por qué no dejan a los niños con nosotros? Ellos pueden dormir aquí en el piso. Y estábamos ahí en el motel y sabes, sentíamos como… extrañábamos a nuestros hijos. Queríamos que estuvieran con nosotros. Y hay que pensar así respecto al Señor Jesús. “Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. ¿Cómo puede ser que el Señor tendría ese tipo de amor y deseo por nosotros? ¿Y que tendría tal deseo amoroso hacia ellos, “para que vean mi gloria”? No tenemos ni idea cómo va a ser, esta revelación que viene cuando veamos la gloria del Señor manifestado. Va a ser tan inmenso. Quiero decir, ni aun se nos ha dicho la mitad, según dijo Betsabé. Y va a ser tan grande, el espectáculo, la revelación, el poder, la gloria del Señor va a ser tan inmensa que eso va a ser uno de los castigos puesto sobre el hombre perdido. Ellos pagarán el castigo al ser apartados de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder. Van a perder el espectáculo, si me permiten usar tal expresión. Y otro pensamiento es Hechos 20:24. Pablo dice: “…con tal que acabe mi carrera con gozo”. Que acabe mi carrera con gozo. Cada uno de nosotros, queremos terminar nuestra carrera con gozo. Nada de quejas, nada de murmuraciones, No quejarnos, no decir “¿Qué pasa si…?” y “qué si acaso…” Hay manera de llegar al final de tal modo que puedes enfrentar la eternidad con una conciencia limpia. Puedes enfrentar la eternidad con mucha confianza. Como dice Spurgeon: la manera de hacer suave tu almohada del lecho de muerte es llenar tu vida con trabajo duro, y no sólo trabajar duro en tu trabajo, en tu oficio, sino trabajo duro en buscar a Dios. Esforzarse por hacer estas cosas. Sacrificar para asistir a la reunión. Sacrificar tu tiempo para tomar la Biblia y leerla. Sacrificar tu sueño. Sí, se requiere trabajo para buscar a Dios. Así que, si haces eso, podrás llegar al final muy contento de haberlo hecho. Que acabe mi carrera con gozo. Queremos acabar con un grito. Queremos ascender con un grito diciendo: ¡Gracias, Señor, gracias! Estamos contentos sólo de haberle servido al Señor de gloria. Que acabe mi carrera con gozo. Nada de pena, ni de lamentaciones, nada de quejas, nada de qué tengo que arrepentirme. No: Pues tengo que poner en orden esto y aquello, llamar a alguien para reconciliarme con él, arrastrando los pies en el último momento. No tiene que ser así. Para escapar eso, mantén las cosas bien día a día con Dios y con tu prójimo, con tu hermano y tu hermana. Otro pensamiento que se me ocurrió también es que, ya sabes, se nos hace que en Hebreos 12, dice que tenemos en derredor nuestro tan grande nube de testigos. Hebreos 12:1. En derredor nuestro esta nube de testigos. Ya ves, como animadores allí arriba. Porristas del lado. Aquí estamos en el estadio de fe, ¿verdad? En el estadio de fe. Sí, como un campo de batalla. Y quiero decir, lo he sentido muy profundamente. Qué privilegio tenemos, hermano y hermana, qué privilegio tenemos ser siervos del Señor, ser llamados por Dios para hacer Su obra, Su voluntad, a Su manera. ¡Qué privilegio es la nuestra! Qué privilegio cantar estos cantos aquí mismo como hicimos esta noche en el campo del enemigo. O sea, va a ser maravilloso cantar estos cantos en el Cielo, pero quiero decir, hay algo tan especial, un gran privilegio que tenemos cantar estos cantos just aquí en el campo del enemigo, por fe. O sea, debe enfurecer al diablo que existe toda esta aflicción aquí abajo y toda esta dificultad, toda esta tribulación, “ser maltratado con el pueblo de Dios,” Conocen estas frases, sí. Pero no obstante, he aquí el diablo nos ve gloriándonos en Cristo, cantando los cantos de Dios a pesar de todo aquello, a pesar de todo aquello que nos arroja a nosotros, a pesar de todos sus dardos de fuego, aquí estamos siguiendo adelante, avanzando, perseverando con Dios y cantando Sus alabanzas.