Muchos se han engañado pensando que pueden ocultar su pecado. Pero olvidan que Dios tiene innumerables maneras de exponer su pecado. Oh, qué mejor es sincerarse y no tener que experimentar la dolorosa humillación de que Dios exponga tu pecado.
No creas que puedes esconderte de Dios. Y no pienses que Él no puede exponerte. Aunque sea cierto que nadie conoce tu pecado, Dios puede dar una palabra profética a alguien para exponer ese pecado. No hay manera posible en el universo de lograr esconderte. Pero incluso si te escondes hasta el día de tu muerte Dios ha planeado un día en el que traerá todas las cosas a la luz. Y entonces no habrá escondite. ¿Y por qué ser descubierto entonces… Cuando es demasiado tarde, cuando el juicio ya ha sido sellado, cuando tu destino en el infierno está sellado, cuando puedes confesar tus pecados ahora, y recibir misericordia y gracia en esta vida y por la eternidad? Si te ves como un necio y un malvado pecador por el resto de tu vida, ¿no valdría la pena si se te tuviera por justo en la eternidad? De hecho, ¿por qué no modelar tu respuesta a la exposición de Dios como la de David? Mira 2 Samuel 12:13, “Entonces David dijo a Natán: He pecado contra el Señor.” Versículo 13 del capítulo 12. “Entonces David dijo a Natán: He pecado contra el Señor.” No hay peros alguno. No hay excusas. Solo una simple confesión: Sí, estoy de acuerdo con lo que me acusan. “He pecado contra el Señor.” Es un milagro cuando alguien afirma estas palabras. Es un milagro absoluto de parte del Espíritu Santo cuando se pronuncian esas palabras. Y las únicas palabras más milagrosas que esas ya dichas son las siguientes: “Y Natán dijo a David: El Señor ha quitado tu pecado; no morirás.” Cristiano, eso es lo que ocurre durante toda tu vida. El Señor ha quitado tu pecado. No morirás. Pero si te aferras a tu pecado y lo escondes ¿cómo sabes que siquiera eres cristiano? La marca de un cristiano es que confiesa sus pecados. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:8-9 RVR60)