Morir en Cristo es ganancia

Tim Conway
“Bueno Bob, desde que supiste que tenías cáncer, me pregunto… Anoche me dijiste que una cosa en la que estabas pensando era en qué harías en tu vida si estuvieras sano. Y dijiste algo como, “pero ahora estando en esta situación…” Quizás te haga pensar de otra manera y me pregunto, ahora que sabes que tienes cáncer… ¿Se te ocurre alguna cosa que ha cambiado en tu manera de pensar cómo ves al Señor, cómo ves la vida cómo ves ser un pastor o ser un marido, o como ves la muerte? Sabes, desde que lo supiste, ¿hay áreas donde te das cuenta de que tu manera de pensar ha cambiado realmente mucho? Viendo la muerte desde este punto de vista especial comparado con cómo la veía durante toda mi vida?”

Bob Jennings
“En algunos aspectos, no, no ha cambiado. Yo diría que ha enaltecido y magnificado las cosas que siempre sabía como cristiano. Una cosa que he visto más es simplemente el increíble privilegio que el Señor nos ha dado de servirle en esta edad presente. El increíble privilegio de andar con Él, de disfrutar de Él. El increíble privilegio de servirle, de estar en la batalla por la verdad, de estar en el campo de batalla de la fe. El increíble privilegio de abrir las escrituras. Es un privilegio tan grande servir al Señor, al Rey de reyes, y reunirse con los santos, y cantar las canciones de Zión, cantar las canciones de Dios en medio del campamento del enemigo, es un privilegio tan grande. Creo que he sentido y visto más de todo eso desde que me enteré del cáncer.

También, especialmente desde que soy cristiano, me doy cuenta de que la vida es corta, de que la carne es débil, y de que la muerte es segura. Todas estas cosas, sí, son más reales, simplemente más realidad. Siempre he estado consciente como cristiano que la vida es corta. Se escucha a los cristianos mayores decirlo, y los predicadores siempre lo dicen. Justo después de convertirme estaba muy consciente de que la vida es corta. No tenemos mucho tiempo, todo va a pasar tan rápido. Las escrituras lo dicen una y otra vez, comparando la vida con un sueño, comparando la vida con una carrera que pasa comparando la vida con la hierba. No con rocas, sino con hierba. No con árboles, sino con hierba. Así que, estoy muy consciente de ello, pero ahora, sabes, ya pasó.

Me acuerdo de cuando tenía 25 años y estaba conduciendo un camión de gravilla. Un cristiano mayor me acompañaba un rato, sólo me acompañaba para tener comunión y pasar tiempo juntos. Él tenía 75 años, y me acuerdo que estaba pensando, “Ahora él tiene tres veces mi edad. Yo soy una tercera parte de él. Yo tengo 25, y él tiene 75. ¡Cuánto tiempo me queda!” Y al mismo tiempo sabía, “todo va a ir muy rápido, yo lo sé.” Me acuerdo exactamente de la escena, del día, de la hora, del lugar donde estaba pensando esto. Todo pasó muy rápido.

Me acuerdo de que cuando tenía veinte y tantos años como cristiano, había algo especial para cada año. Mi intención fue recordar algo especial sobre cada año. Durante un buen tiempo lo conseguí. “Ese fue el año en el que pasó tal cosa. Ese fue el año cuando fuimos a tal sitio, a tal conferencia o lo que fuera.” Y luego los años, de alguna manera se acumulan, continúan pasando. Las cosas se quedan borrosas en la memoria, y todo se mezcla. No puedes recordar algo de cada año, y los niños se hacen grandes. Me cuesta creer lo rápido que han pasado los años desde que los niños estaban en casa con nosotros. Es simplemente increíble como pasa, no se puede explicar. No lo puedes explicar, y no lo puedes agarrar, no puedes pararlo, no puedes hacer que pase más despacio. De repente los niños se hacen adultos y se van a vivir a otro sitio, y todo se acabó. El capítulo está cerrado. Y todo lo que puedes hacer es hacer valer cada día para Cristo. Sabes, el cristiano en cierta manera vive para la eternidad, vive para el cuadro más grande, vive para las cosas grandes. De alguna manera, no hay nadie que pudiera ser menos existencialista que un cristiano, pero de otra manera, el cristiano es el mayor existencialista de todos. Parece que vivimos para cada momento, vivimos para cada día, deseamos que cada movimiento tenga importancia. Es como que todo lo que podemos hacer es andar con Dios ahora, y día tras día y ser conscientes de Él continuamente.

Esto es puro cristianismo. Es como cuando el Señor dice en el Nuevo Pacto, “Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;” Dios es la suprema realidad.

El cristiano simplemente anda por la vida naturalmente consciente de Dios, en comunión con Él. Esto es lo mejor que podemos hacer, es lo máximo que podemos hacer para aprovechar el tiempo y agarrarnos a la vida eterna. Cuando llegamos al final, esto es lo que hace una almohada blanda, y la almohada de una cama de muerte blanda. Te das cuenta de que no has llegado para nada a dar lo mejor de ti, que te has quedado infinitamente lejos de la perfección y conformidad con Cristo, nos quedamos tan lejos de algo así. Pero por otro lado es como un misterio. Llegas al final con una verdadera confianza. ”Señor, he buscado andar contigo. Te he amado. Lo he intentado. Realmente te he dado mi vida. He vivido mi vida sólo para Ti, Señor. Esta es una consolación increíble cuando llegas al final de tu vida. Es simplemente una consolación increíble, una dulzura maravillosa. Cuando llegas al final, te das cuenta de que sólo se trata de una cosa, ”¿Realmente amo a Cristo o no?” Al final de todo, lo que queda es esa pregunta, “¿he amado al Señor o no? ¿Ha sido Él mi alegría, mi gloria, mi amor, mi cariño, mi Todo en todo?” Si esto es real, si realmente puedes decir esto, tú lo sabes, y tu consciencia te da testimonio. Si puedes decir, “he hecho todo lo que pude como María, ella hizo lo que pudo,” el Señor dijo. Sabes, miras a tu alrededor y ves a personas que han sido dotadas más que tú o dotadas en otras áreas y se ven más frutos en sus vidas, más frutos en sus ministerios, y más. pero lo que necesitas tener; tienes que poder decir, “Señor, hice lo que pude!”

Es maravilloso cuando puedes decir esto delante de Dios. ¡Qué misericordia, qué misericordia, qué misericordia es llegar al final de nuestras vidas y saber que no vas a morir en tus pecados. Que no vas a morir en tus pecados, que vas a morir en Cristo, y en Su justicia. Hay una canción que dice, “Valiente estaré parado ese Gran Día.” Saber que vamos a morir con nuestros pecados perdonados y poder exclamar, “¡Qué bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado!” ¡Qué extremamente bienaventurado, extremamente bendecido! Piensa en el pasaje en Juan capítulo 8, donde el Señor dice tres veces, creo que está en el versículo 21, y dos veces en el versículo 24: :”Me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; y si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” La tercera vez, Él dice, “moriréis en vuestros pecados.” Si realmente tienes ojos para ver, vas a templar viendo a todas las personas a tu alrededor que mueren en sus pecados. Conozco a personas que murieron en un coche, conozco a personas que murieron en una casa, otros murieron en un hospital, personas que murieron en un incendio, personas que murieron ahogadas. Escuché de un joven que murió en un estercolero. Son terribles maneras de morir pero nada de eso se compara con morir en nuestro pecado. Sí, morimos por nuestros pecados, “la paga del pecado es la muerte.” Aquí, el Señor dice algo un poco diferente, Él empieza a hablar sobre morir en tu pecado. Es como morir y enfrentarse a la eternidad y a un juicio con pruebas en tu contra, con ese pecado sobre ti, el aguijón de la muerte es el pecado, y eso es lo que lo hace tan terrible. Sinceramente, el pecado causa la muerte pero sin embargo lo que hace la muerte tan terrible es que tienes ese pecado, esa culpa. Estás en problemas con Dios, Dios va a verificar esas pruebas en tu contra, Él va a encontrar ese historial criminal, eso es lo que es tan terrible. Las personas piensan que van a pasar por alto a Dios. Sabes, que lo van a pasar por alto, que van a vivir su vida sin Dios, que no van a vivir su vida para Dios, y van a morir y no va a pasar nada, pero no es así. El Señor Jesús va a volver, Él va a resucitar a los muertos, Él va a llamar a todos delante de Él, y toda rodilla se doblará, toda lengua confesará, la verdad saldrá a la luz, y serán atrapados en sus pecados. Así que, poder enfrentar la muerte en Cristo, en su justicia, esto lo es todo. De alguna manera, esto es todo, esto es lo realmente importante. El Señor nos ha dado un llamado alto, santo y celestial. Él nos ha llamdo a Su Reino y Gloria. Esta es la salvación final del Señor, es la definitiva y completa redención.