Jonathan Edwards: el uso de tu tiempo

Categoría: Sermones Completos
Tema:

Jonathan Edwards quería que su vida presente fuera moldeada por aquello que sería lo más importante al entrar al cielo. Cualquier cosa que sea importante ahí en el cielo, debe dominar el panorama de mi vida ahora. En este sermón Steve Lawson aborda algunas de las resoluciones que escribió Jonathan Edwards cuando tenía 18 y 19 años.

Transcripción

Para enfocarnos en Jonathan Edwards y específicamente en las resoluciones que él escribió cuando era un joven, de 18 y 19 años de edad, permítanme comenzar colocando a Edwards en su lugar apropiado, incluso en la cordillera de la historia de la iglesia. Fue Martyn Lloyd-Jones quien dijo: “Estoy tentado a comparar a los puritanos a los Alpes, Lutero y Calvino a los montes Himalaya, y a Jonathan Edwards al Monte Everest. Me parece que él es el hombre más semejante al apóstol Pablo”. Esa es una fuerte declaración por parte del Doctor Lloyd-Jones. El hecho es que fue Jonathan Edwards, quien en esencia, se apoyó sobre los hombros de Calvino, Lutero, y los reformadores, y subió un poco más alto y se paró sobre los hombros de los puritanos como John Owen, Thomas Watson, y otros grandes teólogos. Y subió todo el camino hasta la cima de la cordillera, por decirlo así, y tenía la visión más clara de Dios, y de la teología sistemática, Y de la obra interna de la verdad de la Escritura. Es por eso, que creo que vale mucho la pena examinar, en esta última sesión, a Edwards. Y lo que quiero plantearles es: La razón por la cual creo que Dios usó grandemente a Edwards. Es verdad, fue el pastor estadounidense más grande que alguna vez haya caminado por el suelo de este continente. Él es posiblemente el predicador más grande de los últimos tres siglos en América. Es llamado el mejor teólogo que los EE.UU. jamás haya producido y el mejor filósofo que los EE.UU. jamás haya producido. Se ha argumentado que es el autor más profundo. R.C. Sproul ha dicho, que su libro “La Libertad de la Voluntad” es el mejor libro que alguna vez se haya escrito en el suelo estadounidense. Ciertamente predicó el mejor sermón que alguna vez se haya predicado en esta tierra: “Pecadores en las manos de un Dios airado”. Es sorprendente que todas esas líneas se crucen en una persona. El mejor autor, el mejor filósofo, el mejor pastor, el mejor teólogo, el mejor predicador, el mejor libro, el mejor sermón. Nada de esto sucedió por accidente. Nada sucede así de la nada. La soberanía de Dios está en y a través de todas las cosas. Pero Jonathan Edwards, cuando tenía dieciocho años, trazó un rumbo que seguiría por el resto de su vida. Jonathan Edwards fue convertido por la gracia de Dios a los 17 años. Y al paso de un año el era el pastor interino en el lugar donde hoy día es el centro de la Ciudad de Nueva York. En Wall Street. Pastoreando una iglesia donde se había producido una separación, una división, una iglesia presbiteriana escocesa. Tenía dieciocho años. Se había criado en el hogar de un pastor puritano y tan pronto como fue salvo, su corazón se inclinó al ministerio y a las cosas de Dios, porque aquello era lo que había visto toda su vida. Y a los dieciocho años comenzó a pastorear en el centro de Nueva York. Aún le faltaba escribir la tesis de su maestría. Había completado su trabajo de curso en Yale, en ambos niveles “Bachillerato y Maestría.” Y al iniciar este pastorado interino a los dieciocho años, había en su alma una profunda convicción y preocupación de serle fiel a Dios. No quería desperdiciar esta oportunidad. Quería ser de los que buscan la santidad con cada pulgada y cada onza de su ser. Así que, Jonathan Edwards se sentó y escribió lo que después llegó a conocerse como sus “Resoluciones”. Durante el próximo año y medio escribió setenta resoluciones. Eran como declaraciones de propósito. Casi todas comenzaban con la palabra “Resuelto”. Y enseguida una declaración que estaba arraigada y basada en la Palabra de Dios. Estas resoluciones empezaron con un preámbulo. Y un preámbulo es un párrafo corto de dos frases, que se encuentra en la parte superior de las resoluciones y es muy importante porque en él, en este preámbulo, (Edwards) declara cuán dependiente es de la gracia de Dios para poder cumplir con estas resoluciones. Así que, este no es un Jonathan Edwards levantándose en su autosuficiencia o por sus propios medios pretendiendo llevar a cabo su santificación en sus propias fuerzas. Él depende totalmente de la gracia de Dios, el ministerio del Espíritu Santo, tanto para el querer como el hacer conforme a Su beneplácito, en su vida. El preámbulo dice: “Estando apercibido de que soy incapaz de hacer cualquier cosa...” Ahora, escuchas a Juan 15, verso 5 en esas líneas. Jesús dijo: Separados de mí nada pueden hacer. “Estando apercibido de que soy incapaz de hacer cualquier cosa sin la ayuda de Dios, humildemente le ruego a Dios, que por su gracia, me capacite para guardar estas resoluciones, en la medida en la que estas estén de acuerdo a Su voluntad, por el amor de Cristo”. Habiendo dicho eso, empezó a escribir sus resoluciones. Las primeras cuatro se dirigen y apuntan hacia la gloria de Dios. No hay rima o razón en cuanto al orden de estas resoluciones. Es casi como leer los Proverbios, comenzando con Proverbios 10 en adelante. Están un poco mezclados, excepto al principio, en donde Edwards establece esta base, que la totalidad de su vida debe estar dirigida hacia la búsqueda de la gloria de Dios. Es el desbordamiento de su estudio del catecismo de Westminster, la Confesión de Fe de Westminster, la doctrina de los reformadores, la doctrina de los puritanos. Todo estaba empapado en la gloria de Dios. Él había leído Los Institutos de Calvino que comienza con el conocimiento de Dios y el conocimiento de los hombres. Él estaba empapado del catecismo de Westminster: ¿Cuál es el fin principal del hombre? Glorificar a Dios, y gozar de Él para siempre. Entonces, al tomar el bolígrafo en su mano a los dieciocho años... Las primeras cuatro resoluciones —voy a leer parte de ellas— se centran en la gloria de Dios. Número 1: “Resuelvo que haré todo aquello que piense que sea más para la mayor gloria de Dios”. Edwards dijo que la clave interpretativa en su vida en la búsqueda de la voluntad de Dios es: ¿Qué traerá la mayor gloria a Dios? ¿Con quién debería casarme? ¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Dónde debo vivir? ¿Qué proyecto debo emprender? El principio básico fundamental que Edwards reconoció para su vida es: ¿Qué es lo que más glorificará a Dios? No: ¿qué me avanzará más? ¿Qué es lo que más me promocionará? sino: Cualesquiera que sean las decisiones, los giros y las bifurcaciones en el camino ante mí... La respuesta siempre será: ¿Qué es lo que más glorificará a Dios? Resolución 2: “Resuelvo. Estar continuamente tratando de encontrar alguna nueva idea o invento para promover las resoluciones antes mencionadas”. Con eso, lo que él está diciendo es: Mientras estoy en el camino para buscar la gloria de Dios, ¿qué se puede añadir a mi vida, que me llevaré aún más allá en el desarrollo y cumplimiento, en la búsqueda de la gloria de Dios? ¿Qué nuevos estudios bíblicos puedo emprender? ¿Qué nuevos ministerios podría lanzar? ¿Qué nuevos proyectos podría emprender para que Dios sea cada vez más glorificado? Tres: “Resuelvo. Si alguna vez caigo o me vuelvo perezoso, de tal manera que falle en mantener cualquier parte de estas resoluciones, me arrepentiré de todo lo que pueda recordar”. Entonces, si en cualquier momento él se fatigara o cansara, o se volviera espiritualmente tibio en la búsqueda de la gloria de Dios, él se arrepentiría inmediatamente de eso, y se alejaría de eso, con el fin de ser ferviente en la búsqueda de la gloria de Dios. Cuatro: “Resuelvo. Nunca hacer ninguna clase de cosas, ya sea en el alma o cuerpo, menos o más, sino solo aquello que sea para la gloria de Dios”. Así que, él es un hombre que está preocupado con la gloria de Dios. En cuanto a las primeras cuatro resoluciones, J.I. Packer escribe que Edwards fue (citado): “Dios-céntrico, enfocado en Dios, Saturado de Dios, y cautivado por Dios. Esto no es una exageración. Todos los días desde la mañana hasta la noche se propuso vivir en comunión consciente con Dios”. (cita cerrada) Ahora... Más adelante en estas resoluciones... Resolución número 63: Esta es una resolución extraordinaria. Solo estoy preparando la mesa para lo que realmente quiero decir en esta sesión. Él quiere glorificar a Dios, así como, estoy seguro, tú quieres glorificar a Dios. No pensaría que estarías aquí hoy si no fueras uno que desea glorificar a Dios con su vida. Primera de Corintios 10: “Ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” La Resolución 63 es una resolución que sorprende y asombra mucho. Es extraordinaria. Esto es lo que dice: “Basado en el supuesto, de que nunca hubo más que un individuo en el mundo, en la misma época, que fuera apropiada y completamente un cristiano, en todo aspecto, teniendo el cristianismo siempre brillando con su verdadero esplendor, y siendo excelente y amable: Resuelvo, actuar así como lo haría, si luchara con toda mi fuerza para ser aquel uno quien viviera en mi tiempo.” ¿Saben lo que Edwards está diciendo? Quiero que medites sobre esto. Sólo puede haber en la tierra, en una misma época un cristiano más fuerte vivo. Edwards dijo: La meta de mi vida es ser ese hombre. Alguien puede decir: Bueno, esa es una especie de... resolución arrogante. Bien, ¡ve y se el peor cristiano en tu generación! ¿Crees que eso va a glorificar a Dios? Hablas de tener a todo al revés... Todos deberíamos decir: Dios, quiero ser ese uno en mi generación, en mi época, mediante el cual el cristianismo brille con su verdadero esplendor, brillando desde mi vida. Eso glorificará a Dios. Edwards dijo eso a los dieciocho y diecinueve años de edad. Cuando yo tenía 18 y 19 años solía pensar en jugar al fútbol americano. Edwards está pensando en: Quiero ser el mejor cristiano en mi generación. Ahora, lo que él hizo y el resto de las resoluciones trazan el rumbo con el cual él glorificará a Dios y ser aquel cristiano, el más completo en su generación. En mi libro sobre las resoluciones de Jonathan Edwards divido todas las resoluciones en diferentes temas con los él trata. Y hay una variedad de temas que él cubre en la plenitud de su propia vida cristiana. Y el tiempo no me permite hacer una descripción general de las 70 resoluciones. Lo que quiero hacer ahora en este momento es simplemente aislar una porción del pastel. Sólo aislar una porción de la armadura. Enfocarnos sólo en una área de sus resoluciones que se dirigió a una área críticamente importante en su vida cristiana. Ahora, este tema puede sorprenderte. Mientras Edwards quería vivir para la gloria de Dios y ser el mejor cristiano de su generación, él quería hacerlo en lo esencial de la vida, en la vida cristiana cotidiana. Por eso dijo: Quiero vivir con una perspectiva eterna. Y para vivir con una perspectiva eterna hay tres cosas que deben estar presentes ante mi vida, diariamente, todo el tiempo: la brevedad de la vida, la certeza de la muerte, y el vínculo de la eternidad. La brevedad de la vida, lo repentino de la muerte, y el vínculo de la eternidad. Edwards dijo en otra ocasión: “Dios, sella la eternidad en mis ojos”. Esa era su manera, metafóricamente, para decir: Quiero vivir con una perspectiva eterna. Quiero vivir de tal manera que no me cautive con las cosas mundanas y triviales de esta vida y este mundo temporal como si esto fuera todo lo que hay. Si voy a elevarme por encima de lo temporal y vivir para lo eterno, si debo elevarme por encima de lo que puedo ver y vivir para lo que no puedo ver, si este momento cuenta para siempre entonces debo tener esta perspectiva eterna. Eso es lo que todos aquí necesitamos hoy. Necesitamos vivir para la eternidad. Lo que hago ahora, ¿cómo tendrá su impacto en la eternidad? Entonces Edwards escribió varias resoluciones que se relacionaban con el tiempo, y con la muerte y con la eternidad. Resolución número cinco. Edwards entendió que el tiempo es un bien muy valioso. Y esto es lo que condujo a Edwards a esto. Él entendió, si desperdiciara su tiempo y malgastara su tiempo él no podría glorificar a Dios al máximo. Resolución número cinco se lee así: “Resuelvo...” ¿Y no les gusta esa palabra, “Resuelvo”? ¿Cuántas personas conoces que en realidad están resueltas? ¿Cuántas personas conoces que están en verdad viviendo sus vidas cristianas de manera intencional y con propósito y que no son semejantes a la ola del mar, siendo arrojados de un lado a otro? ¿Cuántas personas conoces que no están tomando el camino de la menor resistencia sino que están tomando el camino de mayor resistencia en la medida en que están siendo dirigidas al centro de lo que es vivir para la eternidad? Jonathan Edwards estaba determinado. Estaba resuelto. Él no estaría sujeto a la tiranía de lo urgente, a la última emergencia que se arrojaría a sus pies. Ahora él había establecido las prioridades para su vida y sus prioridades dictarían las decisiones que tomaría. “Resuelvo, nunca perder ni un momento de tiempo, sino aprovecharlo en la forma más provechosa que me sea posible”. Al decir esto, Edwards entendió, que sólo puedo glorificar a Dios en esta vida en el tiempo prescrito que Dios me ha dado para vivir en esta tierra. Por lo tanto, este tiempo es precioso, y es invaluable, y es como oro líquido, y no puedo desperdiciar, y no puedo malgastar ni un solo momento porque es en el uso adecuado y más eficiente de mi tiempo que glorificaré a Dios. Si utilizo mi tiempo más sabiamente puedo glorificar a Dios aún más con lo que es puesto frente a mí. Entonces él dijo: No tengo tiempo para perder. Él argumentaba que las riquezas se pueden perder y luego recuperarlas. Pero no el tiempo. Una vez que el tiempo se pierde, nunca puede ser reemplazado Ahora, Jonathan Edwards tenía una visión tan elevada de la soberanía de Dios, él entendió una verdad muy básica, que es: que el número de días, y el número de horas, y el número de segundos que tenemos para vivir en esta tierra ya han sido pre ordenados soberanamente por Dios. Desde antes de la fundación del mundo, Dios determinó el momento de mi nacimiento. Y Él ha determinado el momento de mi muerte. Y todo lo que está en el medio es lo que Dios me ha ordenado soberanamente para mí vivir, y es el número perfecto de días, y es el número más sabio de días, que podría ser elegido para mí. Job 14, verso 5 “Ya que sus días están determinados, el número de sus meses te es conocido; y sus límites has fijado para que no pueda pasarlos.” No puedes pasar la cantidad predeterminada de meses y días y segundos que debes vivir. Salmo 90, versículo 12 dice: “Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.” Dios ha numerado nuestros días. Seríamos muy sabios para contar nuestros días. Salmo 139, versículo 16 “Tus ojos vieron mi embrión, “y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos.” Dios ha ordenado el tiempo que tienes para vivir en esta tierra. No tienes un segundo que perder, para vivir con cualquier otra intención u objetivo salvo glorificar a Dios al máximo. Ahora, para llevar esto más lejos ... Edwards entendió correctamente que Dios no solamente predestinó y prescribió un cierto número de días, sino que además, dentro de esa cantidad de tiempo había oportunidades designadas para hacer aquello que Dios me designó a hacer, y que debo capturar el momento en que esas puertas se abren. Esas puertas luego se cerrarán, y debo atravesar esas puertas de oportunidades dentro del tiempo. Efesios 5, versículo 16, lo deja muy claro. Y uno de los sermones más poderosos de Edwards fue sobre este texto. Si el tiempo lo permite, me encantaría compartir algo de eso con ustedes al final. Pero Efesios 5:16 dice que deberíamos aprovechar bien el tiempo. Aprovechando bien tu tiempo. Esta palabra por tiempo no es cronos (χρόνος), que se refiere a la hora del reloj, la cronología o el cronómetro, como un reloj. Esa no es la palabra que Pablo emplea aquí: Aprovechando bien el tiempo que tienes. Es Kairos (Καιρός), lo que significa una temporada u oportunidad, un período fijo dentro del tiempo en el que se te dan oportunidades divinas para hacer algo para Dios. A menudo los llamamos encuentros divinos. Una temporada de tiempo preestablecida, divinamente dispuesta. Ventanas del tiempo que Dios abre para que hagamos algo para glorificarlo, y esas puertas abiertas pronto se cerrarán. Isaías 55:6 “Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cerca.” Salmo 69:13 “Pero yo elevo a ti mi oración, oh Señor, en tiempo propicio.” Salmo 32:6 “Por eso, que todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado.” Hay momentos en que Dios puede ser hallado, hay momentos en que Dios no puede ser hallado. Hay momentos en que Dios está cerca, hay momentos en que Dios está muy lejos. Lucas 4:13 Hay un tiempo para que Satanás avance contra Cristo para tentarlo en el desierto, y hay momentos para que Satanás se retire, y luego regresar de nuevo en un momento más oportuno. Hay momentos oportunos en tu vida para hacer ciertas cosas hoy, en este momento, que no tendrás en otras ocasiones en tu vida cristiana. Padres, tienen oportunidades para con sus hijos e hijas hoy, que no tendrán el próximo año. No pueden ser vividos de nuevo. Debemos aprovechar el tiempo. Edwards entendió esto. Y por lo tanto, él era un hombre impulsado, incluso cuando era joven, a aprovechar el tiempo, debe aprovechar el tiempo, debe vivir cada día sabiendo que no tiene tiempo para desperdiciar o perder. Había un ritmo en su vida, había una urgencia en su vida, que debe hacer las obras de Dios mientras es de día, porque cuando viene la noche, ningún hombre puede trabajar. ¿Sientes esa presión de la eternidad sobre tu vida? ¿Te despiertas, sensible de que este es un día que hizo el Señor… Me regocijaré y me alegraré en él? Que Dios ha ordenado buenas obras para que trabaje en ellas? Que estoy viviendo en un sentido de destino a cada momento de cada día? ¿Dirías tú a Dios: Dios, ¡sella la eternidad en mis ojos!? Eso afectaría en gran manera el uso de tu tiempo esta tarde. Afectaría en gran manera el uso de tu tiempo esta noche. Tendría un gran efecto en cuanto al tiempo que pasas viendo televisión, en cuanto a la cantidad de tiempo que duermes o la hora a la que te vas a dormir, y la hora cuándo te despiertas, cuánto lees tu Biblia, cuánto oras, cuánto evangelizas, ¿Eres intencional? ¿Estás determinado? Sólo tienes tan poco tiempo. Edwards dijo en esta resolución que quería mejorarlo en la manera más provechosa. Él entendió que tenía que ser muy estratégico, que tenía que ser muy reflexivo, que tenía que ser muy minucioso en cuanto a cómo mejoraba el uso de su tiempo. En Efesios 5, versículo 15 y en adelante la Escritura dice: “Por tanto, tened cuidado cómo andáis, no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Este verbo, “aprovechando bien,” ἐξαγοράζω significa: redimir... En el viejo King James dice: redimiendo el tiempo. Significa: rescatar. La metáfora aquí es: ir al mercado. Y algo se ofrece a la venta AHORA que no será para la venta más tarde. Y si vas a comprarlo, tienes que comprarlo AHORA. Casi como que hay una venta y se ofrece AHORA a este precio, y si vas a comprarlo a este precio, debes obtenerlo AHORA y comprarlo en este momento. Tiene que haber un intercambio. No puedes volver al mismo lugar en el mismo mercado la próxima semana con la expectativa de poder comprar este producto. Si vas a tenerlo, debes tenerlo AHORA. No puedes dejarlo para mañana, no puedes posponer el tiempo. La transacción comercial con el que está vendiendo, debe estar asegurada AHORA. Redime el tiempo, porque los días son malos. Y Edwards entendió que estas puertas de oportunidad se abrirían en la vida, y cuando se abren, debe entrar, y debe rescatar ese tiempo. Cuando fui a la universidad... Fui a la universidad de Texas Tech. Crecí en Memphis, Tennessee. Salí en una beca de fútbol americano. Y cuando salí a la universidad, parecía que ... fui a la luna. Muy lejos. ... de ríos, lagos, hierba verde y árboles. Para el árido campo del oeste de Texas. Fue un gran evento familiar. Mi familia tenía un autobús Volkswagen. No éramos hippies en ese entonces, pero estábamos en ese autobús Volkswagen. Mi padre, mi madre, yo, mi hermano, mi hermana. Y todos manejamos. Nos tomó un par de días para llegar a Lubbock. Soy el hijo mayor. Este fue un gran paso. Y recuerdo... mudándome al dormitorio. Y mi padre y mi madre cuidadosamente me ayudaban a juntar todo, guardándolo en el armario, arreglando mi cama, inflando la almohada, poniendo un pequeño despertador, todo lo que harías. Y luego, mi padre, al final, me dio su discurso. Y recuerdo que, metió la mano en su bolsillo y sacó un billete de un dólar. Y dijo: Steven, tu mesada para el semestre. Estaba esperando la respuesta para esto. Mi madre estaba justo detrás de él. Yo recuerdo “tu mesada”, y él me dio la cantidad. Fue una cantidad extraordinariamente pequeña. Y estaba haciendo los cálculos en mi cabeza mientras hablaba, repartiendo esto por mes, por semana, por día, por comida ... ... este dinero. Y él sacó este billete de un dólar y comenzó a tirar de él en las esquinas opuestas. Nadie podría aprovechar de un billete de un dólar como mi padre. El hombre más ahorrador que alguna vez haya caminado por el planeta tierra. Hasta el día de hoy, todavía no he tenido una Coca grande. Siempre es la Coca pequeña con opción de relleno. Solía tomar su bolígrafo y le daba clic. Y él me lo quitó y me dijo: ése es menos tiempo de que funcione, hijo. (Supongo que tienes razón.) Entonces, él me dijo: lo que esta cantidad era. Él dijo, esto es todo ... lo que habrá. Ahora, tendrá que durar durante todo el semestre. Y él dijo: cada vez que pones tu mano en tu bolsillo y sacas un billete de un dólar, Quiero que me recuerdes, de pie aquí con este billete de un dólar. Y quiero que gastes sabiamente cada billete de un dólar. Porque cuando lo hayas gastado todo, no habrá más. Sabía que mi papá hablaba en serio como un ataque al corazón. Y sabía que mi madre me daría más. Y ella estaba sonriendo detrás de mi padre mientras daba este discurso. Ella me está guiñando un ojo. Pero nunca he olvidado ese pequeño discurso. Y así debo ser con el tiempo concedido a mi vida. No tengo un día para desperdiciar. Tú no tienes un día para desperdiciar. Yo no tengo una mañana para desperdiciar. No tengo una tarde para desperdiciar. Recuerdo a un hombre viniendo a mi oficina mientras estaba al principio de mi pastorado y pasó por ahí, y él quería visitar, y él vino ... Entró en mi oficina, se sentó. Dije: ¿Cómo te puedo ayudar? Y él dijo: Nada en realidad. Solo quería matar algo de tiempo. Pienso que hay muchas personas que viven sus vidas de esa manera. Son sólo asesinos del tiempo. Y sería bueno si simplemente mataran su propio tiempo. Pero quieren matar el tiempo de otros. Y estás quitando de otras personas su máxima oportunidad de glorificar a Dios, de ser productivas en su búsqueda de lo que Dios ha establecido en Su voluntad. Esto no quiere decir que no hay un lugar para la recreación. A lo largo de las Escrituras se establece el principio del día de reposo. Debemos descansar. Existe la necesidad de la actividad tanto física como mental en la recreación (opuesto al ocio). No podemos vivir dedicados completamente a una sola cosa en cada momento y cada segundo de la vida. Es como resaltar en amarillo cada palabra en una página. Entonces nada realmente se destaca necesariamente. Hay un menguar y fluir de vida. Pero quiero decirte esto: Tú sólo tienes un tiempo limitado en este planeta para respirar el aire de Dios y beber el agua de Dios y hacer la voluntad de Dios ¡y por el amor de Dios debieras empezar ya con lo que Él te ha llamado a hacer! Si te ha llamado al ministerio, ¡entonces ve tras ello ya! Si este es el momento de dar un paso adelante e ir en una cierta dirección ¡entonces busca la voluntad de Dios para tu vida! Tú sólo tienes un cierto tiempo para hacerlo. Ahora quiero darles otra resolución. (Solo sé qué hora es. ¿Cuándo termino?) (Está bien.) (Haré que funcione lo que sea.) (El último sermón de Whitefield fue de dos horas, como te dije, en Exeter, New Hampshire.) Resolución número siete. “Resuelvo Nunca hacer nada que yo tuviera miedo de hacer si se tratara de la última hora de mi vida”. Edwards se propuso a vivir su vida como Baxter dijo que debemos predicar: como un hombre moribundo para los hombres moribundos, como si nunca más fueras a predicar de nuevo. Edwards se propuso enfocarse en el final de su vida y luego trabajar hacia atrás, y que nunca quiso ser encontrado haciendo algo que no debería si fuera la última hora de su vida. Y mientras estudiaba los evangelios, entendió que Cristo estaba consciente de la última hora de su vida. Juan 2:4: “Todavía no ha llegado mi hora.” Refiriéndose a esa última hora y fue la línea de meta y fue la conclusión de la voluntad de Dios, la cual el Padre había planeado/trazado para Él, y avanzaba hacia esa línea de meta, y siempre mantuvo Su mirada en la última hora de Su vida. Juan 7:6: “Mi tiempo aún no ha llegado.” Juan 7:30: “Todavía no había llegado Su hora.” Juan 12:27: “‘Padre, sálvame de esta hora’... Pero para esto he llegado a esta hora.” Juan 17:1: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti.” Juan 19:30: “Consumado es.” No hubo confusión en su vida. No había este zigzagueo en su camino. No probaba algo por aquí y luego intentar algo diferente por allá. Habia una madura seguridad acerca de su vida mientras Él se dirigía hacia la meta final, y él no miraba a la derecha, ni miraba a la izquierda, él no miraba a otros que estaban corriendo a su derredor en la carrera de la vida. Su mirada estaba fijada en la meta final, en la última hora de Su vida. Preparó toda su vida para la última hora de su vida. Que Él moriría bien. Que moriría sin remordimiento. Que moriría sin decir, como tantos que había oído: Oh, si solo hubiera hecho esto. Oh, si solo hubiera tomado estas decisiones y hubiera realizado estos esfuerzos. No, cuando llegue al final de mi vida, quiero decir: “Consumado es”. Y morir como su Maestro. En el mismo epicentro de la voluntad de Dios para su vida. “Resuelvo. Nunca hacer nada que yo tendría miedo de hacer si se tratara de la última hora de mi vida”. ¿Puedes imaginar la última hora de tu vida? Ya sea esta tarde, si es en un mes, si es en un año, o una década, o cuando sea. Quién sabe cuáles serán las circunstancias? Quién sabe dónde estará, cuándo será, con quién será? Pero a menos que el Señor regrese antes de ese día, ese día está fijado en el calendario de Dios para su vida. Debes mantenerte concentrado en la última hora de tu vida. Para que mueras sin remordimientos. Que hagas elecciones y tomes decisiones en tu vida hoy que afectarán el camino que tomes cuando llegues en ese último día. Resolución número diez. Esta es una resolución que te hará madurar. Esta es una resolución que hará que un joven de dieciocho años parezca tener sesenta y ocho años, parezca tener setenta y ocho años. Esto te dará sabiduría más allá de tus años. “Resuelvo. Cuando sienta dolor, pensar en los dolores del martirio y del infierno”. Si vas a vivir con una perspectiva eterna y cuando te enfrentas a la desilusión, cuando te enfrentas a las pruebas, cuando te enfrentas a los problemas, cuando te enfrentas a la dificultad, y a la adversidad, y la tribulación, necesitas mantener eso en la perspectiva correcta. Tenemos una tendencia a preocuparnos por nuestros problemas. Y crecen, y crecen, y crecen, y aumetan, y nos superan, y nos intimidan, y nos paralizan. Y nos hacen ser egocéntricos, y nos derrotan/vencen, y hacen que la autocompasión surja de nuestros corazones. Y Edwards dijo: De modo que pueda mantener todo en su perspectiva apropiada, quiero estar constantemente pensando sobre los mártires y las almas en el infierno. Pensar en aquellos en el Libro de los Mártires de Foxe que estaban atados a la estaca y dieron testimonio de su fe y del Señor Jesucristo. Quienes fueron literalmente quemados en la hoguera por su testimonio del Evangelio. Y en comparación nosotros aparentemente nunca hemos tenido un mal día aquí en la tierra. Hace siete años fui forzado a salir de un pastorado de una iglesia a la que pastoree. Fue una experiencia muy dolorosa. Es una experiencia públicamente humillante: la familia, los amigos, los enemigos, los adversarios, el periódico, la televisión. Es algo muy doloroso de pasar: entrar en un púlpito para predicar tu último sermón, dar tu resignación, y luego simplemente salir del edificio. ¿Saben lo que mantuvo todo en perspectiva... para mí? Fue leer sobre los mártires marianos en la reforma inglesa. Leyendo acerca de eso hombres que predicaron lo que yo predico, pero aun así fueron atados a una estaca y quemados hasta quedar calcinados. Yo me fui caminando. Salí, Me subí a una suburban. Mi hijo manejó el auto de huida. Pude parar, salir del automóvil y sacudir el polvo de mis pies. Me llevaron a casa. Tuve una comida. Al día siguiente jugué golf con mis hijos. Nunca he tenido un mal día. En la Biblia que uso cuando predico tengo una foto de John Rogers. Fue quemado en la hoguera en 1555. Él fue el primer mártir mariano. Fue el primero en ser incendiado por Bloody Mary (María Sangrienta) por sus creencias evangélicas. En la parte posterior de mi Biblia tengo la talla en madera de John Rogers, siendo atado a la hoguera en Londres, y siendo quemado hasta la muerte frente al edificio de su iglesia, frente a su congregación, con el fin de intentar intimidarlos a todos. Quemaban al pastor. Su intención era que las ovejas se dispersaran. Cuando leí esta resolución de Edwards, pensé, hay mucha sabiduría en esto. Para todos nosotros pensar constantemente en el martirio y el infierno. No es que tengamos un espíritu mórbido o un complejo de mártires, eso no es. Pero las cosas que nos molestan, y las cosas que nos estresan, francamente, ni siquiera empiezan a compararse con lo que experimentaron los mártires. Y luego, dice: "y del infierno". Ahora déjenme recordar a todos nosotros, si todos los que estamos en esta sala recibiéramos lo que merecemos, todos estaríamos en el infierno en este momento. Habríamos estado en el infierno desde el momento en que fuimos concebidos. Y el día que pecas seguramente morirás. El hecho de que no estamos en el infierno en este momento sufriendo el tormento de los condenados, es un trato mucho mejor de lo que cualquiera de nosotros merece. Esa es una verdad teológica. Y eso ayuda a poner todo en la perspectiva correcta para mi vida cristiana. Tengo presiones en mi vida en este momento, que me están exprimiendo y hacen que mi mente a veces se ancle en esas cosas. Y no es espiritualmente saludable para mí concentrarme en esas cosas. Necesito concentrarme en las cosas de arriba y no en las cosas de la tierra, pero también tengo que pensar en las cosas de abajo, almas siendo atormentadas en el infierno en este momento. Y darme cuenta de que esa misericordia que me ha sido mostrada es tan asombrosa e increíble que comparado con las almas que están en el infierno ahora No tengo... no tengo ningún problema. No tengo nada, por lo cual puedo quejarme. No hay ninguna razón para que sienta pena. No hay ninguna razón para que lloriquee. No hay razón para que yo sea el centro de todas las conversaciones en las que estoy, y atraer a la gente a mis problemas. No estoy en el infierno. Jonathan Edwards, como un joven de dieciocho años, se propuso meditar en el infierno y pensar en el martirio con el fin de que todo en su vida se mantenga en la perspectiva apropiada. Cuando fui a Londres hace unos años, aterricé en el aeropuerto, subí al tren, tomé el metro... Yo quería ir primero a Bunhill Fields. Quería ver dónde están enterrados los puritanos. En ese entonces estaba fuera de los límites de la ciudad. No permitieron que John Owen fuera enterrado dentro de los límites de la ciudad. No permitieron que John Bunyan fuera enterrado dentro de los límites de la ciudad. Isaac Watts, estás por fuera, mirando hacia adentro. Yo quería ir a Bunhill Fields solo para encontrarme con esos hombres quienes fueron rechazados, y muchos, que han muerto muertes deshonrosas. Y de ahí fui al hospital San Bartolomé. Curiosamente, ese es el lugar exacto donde Martyn Lloyd-Jones ejerció la medicina antes de que fuera llamado al ministerio del Evangelio. Y en la parte posterior del hospital hay una pequeña placa de bronce, que nadie vería jamás, a menos que intencionalmente vaya y lo busque, y en esta placa de bronce dice: Aquí es donde John Rogers fue quemado en la hoguera por su fe evangélica en la palabra de Dios y en el Evangelio de Cristo. Solo para tenerlo nuevamente en mi mente, que estos hombres pagaron un precio valioso, un gran precio por su fe cristiana. Y a medida que vivo mi vida espiritual, resuelvo, cuando sienta dolor, cuando sienta decepción, cuando sienta desánimos, pensaré en los dolores del martirio y del infierno. Déjenme darles una más, y luego terminamos. Resolución número cincuenta. “Estoy resuelto a que yo actuaré así, como pienso, de la misma manera juzgaré lo que haya sido mejor y más prudente cuando venga al mundo futuro”. Edwards quería que su vida actual tuviera forma por lo que sea más importante al entrar al cielo. Lo que sea importante allí debe dominar el panorama de mi vida ahora. Lo que sea de prioridad allí en el cielo, cuando entre al cielo, eso debe avanzar en la lista y debe estar en la cima de lo que es más importante en mi vida hoy. Lo que sea importante para Dios y Cristo en la eternidad, en el cielo, alrededor del trono de Dios, por los siglos de los siglos, lo que sea de mayor valor en ese día, debe ser como el oro y la plata en mi vida hoy. Eso es lo que Edwards está diciendo. Él cita 2 Corintios 4:18: “al no poner nuestra vista en las cosas que se ven sino en las que no se ven, porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” Edwards escogió/decidió vivir su vida de tal manera, que no estaba preocupado con lo que se ve, sino con lo que no se ve, no con lo temporal, sino con lo eterno, no con lo terrenal, sino con lo celestial. Él quería que su vida contara al máximo para Dios. Entonces, avancemos rápido, hasta el final de su vida. Entonces, ¿cómo murió Edwards? ¿Cómo se veía el último día de su vida? Bueno, no es por casualidad que después de los 18 y 19 años Jonathan Edwards sí llegó a ser el predicador más grande, el pastor más grande, el mejor teólogo, el mejor autor, y predicó el mejor sermón. No era porque tuviera tiempo de sobra y simplemente estaba barajando la vida libre, buscando algo que hacer. Tenía un propósito, tenía una intención, y estaba determinado. Se convirtió en el tercer presidente de Princeton, siguiendo a su propio yerno. Y Edwards, ya saben la historia, el final de su vida, tan pronto como fue inaugurado y se convirtió en presidente de Princeton, estaba decidido a escribir la historia de la obra de redención. Sería su obra maestra. Sería en la liga de los Institutos de la Religión Cristiana de Calvino. Sería tan grande como La Esclavitud de la Voluntad de Lutero. Un mes después de su presidencia, el 13 de febrero de 1759, A Edwards lo vacunaron contra la viruela. Él era el presidente, dio el ejemplo para el cuerpo estudiantil. Todos deben vacunarse contra la viruela. Yo, el presidente, me pondré la vacuna para mostrarte que no te dañará. Se le administró la vacuna contra la viruela. Y trágicamente tuvo un efecto muy opuesto sobre él. Su garganta comenzó a hincharse hasta el punto de que no podía respirar. Su esposa, Sarah, estaba de vuelta en el norte de Nueva York, allí, donde se le administró a los indios en un nivel de quinto grado. Ahora ha venido a Princeton, Nueva Jersey, para asumir esta presidencia. Él está allí solo con su hija Lucy junto a su cama. Hace poco estuve en Princeton y fui a esta misma casa, y fui a la misma habitación en la que Edwards murió. “Querida Lucy: me parece ser la voluntad de Dios que debo dejarte en breve. Por lo tanto, dale mi amor más amable a mi querida esposa, y dile, que la unión poco común, que ha subsistido durante tanto tiempo entre nosotros, ha sido de tal naturaleza que confío que es espiritual y por lo tanto continuará para siempre: y espero que sea apoyada en tan gran prueba, y se someta alegremente a la voluntad de Dios. Y en cuanto a mis hijos, ahora se quedarán sin padre que espero sea un incentivo para todos ustedes buscar a un padre que nunca les fallará”. Jonathan Edwards había preparado toda su vida adulta para este momento. Cuando llegó al final de su vida, no era un hombre maldiciendo y chillando, y retrocediendo de los horrores de su tiempo señalado. Era un hombre que se habría dado a sí mismo en los últimos años desde los dieciocho años hasta la búsqueda de este día. Él murió así como vivió: glorificando a Dios. Murió repentinamente el 22 de marzo de 1759, a los cincuenta y cinco años. Solo dos cortos meses después de convertirse en presidente de la universidad de Nueva Jersey que se convertiría en Princeton. Al enterarse de la muerte de Jonathan, Sarah, todavía en Stockbridge, empacando sus pertenencias, escribió esta nota a su hija Esther: “Qué debería decir: Un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una nube oscura. ¡Oh, que besemos la vara y pongamos nuestras manos sobre nuestras bocas! El Señor lo hizo. Él me ha hecho adorar su bondad de que lo tuvimos tanto tiempo. Pero mi Dios vive; y Él tiene mi corazón. ¡Oh, qué legado nos ha dejado mi esposo, y tu padre! Todos somos dados a Dios; y allí estoy y anhelo morar. Tu cariñosa madre, Sarah Edwards”. A su llegada a Princeton con sus pertenencias familiares, ella murió de inmediato. Y luego Lucy murió. Todo en cuestión de meses. Y cuando vayas a Princeton ahora, al cementerio, está Jonathan Edwards, y acostada a su lado, Sarah Edwards. Ambos habían vivido trazando un rumbo para el día de su muerte. Que maximizarían el tiempo que se les había dado para vivir cada momento de cada día en la búsqueda de la gloria de Dios. ¿Cómo estás invirtiendo tu vida? Me pregunto cuánto tiempo te resta en esta tierra. Cuán incierto es... Solo Dios sabe. ¿Qué tan sabio mayordomo eres? Con las oportunidades que te rodean hoy. Que cada uno de nosotros cuente sus días y presente a Dios un corazón de sabiduría. Oremos. Padre nuestro, en tu soberanía has ordenado que nosotros naciéramos en el siglo 20, y que estuviéramos vivos en el siglo 21. Ordenaste quiénes iban a ser nuestros padres. Cómo iba a ser nuestra personalidad. Cuál iba a ser nuestro género. Cuál sería nuestra complexión, cuál sería nuestros cuerpos físicos, nuestros dones, nuestras habilidades. Ordenaste el día de nuestra conversión. Ordenaste las personas que nos rodearían cuyas influencias impactarían nuestras vidas. Incluso aquellos que han ejercido una influencia mala, lo obraste para bien. Y sobre todo has ordenado que todas las cosas trabajaran para nuestro bien. Y ya has prescrito el fin de nuestras vidas. A menos que Cristo vuelva antes, cada persona en este salón vamos a morir. Y debemos prepararnos para ese día... ahora. Que nos lleves a poner un pie delante del otro en el camino estrecho mientras continuamos nuestro curso en este mundo. Te pido que haya un sentido de urgencia sobre nuestras vidas, una sensación de acelerar el ritmo, y proseguir hacia el llamado ascendente de Dios en Cristo Jesús. Permite que corramos la carrera que se nos presenta. No nos dejes golpear el aire. Que golpeemos nuestros cuerpos, no sea que seamos descalificados. Permite que corramos con persistencia la carrera que está por delante. Permite que no nos enredemos con el pecado. Permite que pongamos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Padre, bendice a estos hombres. Y cuando la oscuridad se haya disipado de esta conferencia, Te pido que haya una certeza y una centralidad sobre estas verdades que se asegure y ancle en sus corazones. Que vivamos como esos hombres poderosos de antaño. Que seamos como aquellos que trastornaron al mundo. Padre, te pido que bendigas a estos hombres, para que sean una bendición para muchos otros. Y que los destinos eternos de otros sean alterados para la búsqueda de tu voluntad por estos hombres presentes hoy. Los encomiendo a tu gracia y a tu Palabra la cual es capaz de santificarlos y fortalecerlos. Te pido esto en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Salvador. Amén.