Dios quebrantó a Jesucristo para salvar a pecadores despreciables

Para que alguien sea un verdadero creyente, para ser un hijo de Dios el Santo Hijo de Dios fue olvidado por Su Padre y luego quebrantado bajo el castigo de Su propio Padre. Tú dirás, “Oh hermano Paul, ha ido demasiado lejos.” ¿No has leído Isaías 53:10? “Pero el Señor quiso quebrantarlo.” (La versión en inglés de la Biblia dice ‘aplastarlo’) Toma una piedra de molino de 10,000 libras (más de 4,500 kilos) y coloca otra del mismo peso sobre esta. Coloca un grano de trigo entre ambas y observa lo que sale por el otro lado. Toma una represa 100,000 millas (más de 160,000 kilómetros) de alto y 100,000 millas de ancho y permite que se rompa frente a ti, y mientras el torrente de agua rueda hacia abajo en dirección tuya para envolverte y destruirte, de repente el suelo se abre delante de ti y se traga toda el agua y ni una gota alcanza a salpicar tus pies. Del mismo modo Cristo levantó Su mano al cielo y tomó sobre sí la ira de Dios, esa gran copa, y la tomó toda. Cuando Él gritó “Consumado es!” Él viró la copa y ni una gota cayó. Él bebió la ira de Dios, la justicia fue satisfecha y la ira apaciguada y por lo tanto Dios puede ahora ser justo, y justificar al pecador. Esto es lo que ha hecho, esto es lo que Él a hecho.

Los puritanos hablaron mucho sobre el arrepentimiento, no sólo de pecados, sino también el arrepentimiento de buenas obras. Tú dirás “¿Qué quieres decir con eso?” Existe un sentido real en el que el arrepentimiento es simplemento esto: te das por vencido en tu intento de justificarte a ti mismo, sencillamente te rindes. Te das cuenta de que tus obras más rectas no son más que trapos sucios y que las detestas y que las puedes tirar al suelo y te quedas ahí parado ante Dios y dices “Si no te mueves por mí, en lugar mío, estoy perdido.” Y crees. Tú crees. Tú confías.

Hay un diácono en mi iglesia. Una pequeña iglesia en un maizal, y yo amo a este hombre, él ha caminado con Dios por más tiempo de lo que yo he vivido. Y él recuerda haberme dicho. En una ocasión me habló sobre su conversión. Él dijo “Yo era un buen sujeto, tan bueno como un sujeto pudiera ser.” “Pero el predicador dijo algo aquella mañana que sacudió mi corazón. y pensé ‘¿Qué significa creer, qué significa creer?’” Este hombre subió a lo alto de su granero y se puso a caminar de un lado a otro y dijo que finalmente se encontró con los dedos de sus pies colgando del borde del pajar. Sólo ahí parado, y me dijo “De repente sencillamente lo entendí.” Esto es lo que dijo: “Señor, voy a confiar en ti, voy a poner mi confianza, exclusivamente, solamente, en lo que tu Hijo ha hecho por mí. y si eso, si lo que Él ha hecho por mí, no es lo suficientemente fuerte para salvarme, entonces iré al infierno, porque no confiaré en ninguna otra cosa.”

Si en este momento este predicador muriese, iría al cielo. No porque pasé años en las junglas y en las montañas de los Andes en Perú. No por tener piedad, por devoción o por estudios bíblicos. No por denominación, bautismo, o por participación en la cena del Señor. Si yo muriera en este momento, iría al cielo porque hace dos mil años el Hijo de Dios derramó Su sangre por este despreciable hombre. Y esa es mi esperanza, y espero… que esa cuerda escarlata será lo suficientemente fuerte para sostenerme cuando arraigado a esta me columpie hacia la eternidad.