Me llamo Richard Cortez, tengo 81 años por la maravillosa y extraordinaria gracia de Dios. Y lo increíble de esto es que Él no sólo me ha dado 81 años de vida sino que me ha guardado con buena salud, física y mental,y me ha hecho crecer espiritualmente y en la verdad y en el conocimiento y en el amor de Cristo. Llegado a este punto tengo que decir con toda sinceridad y respeto que he sido crucificado con Cristo,y ya no vivo yo más Cristo vive en mí y que la vida que ahora vivo en la carne la vivo en la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Tengo que decir y admitir que soy un pecador salvado por gracia. Durante mucho tiempo, por muchos años he vivido en la iglesia. De hecho, recuerdo cuando al principio, siendo un niño pequeño estaba durmiendo en el suelo, delante de mis padres en una iglesia enorme de las Asambleas de Dios donde se brincaba y gritaba y se alababa y donde mi tia Lolita tocaba el piano. Se hablaban lenguas extrañas y yo me ponía a dormir. Los domingos por la noche parecían no tener fin, la gente no quería irse a sus casas, era algo interminable. De modo que yo me ponía a dormir. Y fue allí dónde mis padres se casaron y estas fueron mis raices. Pero pasado un tiempo nos mudamos. Nací en 1927,durante la gran depresión. Posiblemente la economía hizo que nos mudásemos bastante a lo largo y ancho de la ciudad. Pero mi padre siempre fue persistente en que fuéramos a la iglesia no importa donde estuviéramos viviendo. Asistimos a varias iglesias, a veces estaban cerca de casa, y a veces no, pero mi padre era tremendamente consciente de que era importante asistir a la iglesia. Así que crecí asistiendo regularmente a la iglesia y al crecer ir a la iglesia formaba parte de mi vida. Lo consideré muy importante y fue un hábito y una tradición que comenzamos con mi padre. Y a mí me gustaba mucho. Más tarde después de haber estado en la Marina fui a la universidad para tener unos estudios. En esos años formábamos parte de una iglesia Metodista. Yo crecí en esta iglesia metodista, asistía a todas las actividades, cantaba en el coro e incluso dirigí el coro de jóvenes. Me sentía bien conmigo mismo. Me decía a mi mismo que yo estaba “sirviendo al Señor” Era consciente de lo que mi padre me había enseñado y estaba involucrado en todas las actividades. Evangelizando de casa en casa, yendo a viajes misioneros, yendo a los campamentos de verano. Fue divertido y el compañerismo estaba bien y sabía que estaba haciendo algo que valía la pena. La iglesia era algo que tenía valor para mí. Un par de años más tarde un joven evangelista vino a la ciudad y realizó una campaña evangelística. Mi esposa y yo pasamos al altar y respondimos al llamado, y firmamos un papel y fuimos los dos bautizados. Esto ocurrió a principios de los años 60.
Cuando miro hacia atrás no veo que hubiera mucho cambio en mi vida. La única diferencia que noté fue que entré seco y salí mojado. Pero esta fue la única diferencia en mi vida. Y así seguí yendo a la iglesia como era mi costumbre y esto fue mi rutina y no pensaba en el pecado o la salvación o el arrepentimiento. Estaba tan ocupado en mis estudios, los quehaceres de la iglesia, dirigiendo el coro. Ni siquiera había pensado en el pecado o la salvación o en el arrepentimiento ni en nada de eso. Sentí que estaba demasiado ocupado para estas cosas y seguí adelante haciendo mis quehaceres en la iglesia.
Seis años después me encontraba en un avión rumbo a Hawái y para mí eso fue un paraíso: el aire, la brisa, las palmeras, el océano realmente fue una vida llena de gozo y fui plenamente feliz allí. De hecho, había decidido que me quedaría allí para siempre. Pero esa actitud idólatra no formaba parte de la voluntad de Dios porque transcurrido un tiempo, bueno, varios años después, mi matrimonio comenzó a decaer, empezamos a tener problemas, contiendas y discusiones por cualquier cosa. Estaba desesperado y me sentía miserable y allí estaba, en la isla paradisíaca y aún así era infeliz. No podía entender por qué una cosa llevó a la otra. A principios de los 70, en 1972 terminamos de nuevo en San Antonio, eso fue humillante para mis planes. Mi esposa estaba enferma, yo estaba sin trabajo. Tuve un ataque de ansiedad, pensaba que me iba a morir y me sentía sencillamente desgraciado No tenía trabajo ni en California, ni en Hawái ni en ningún otro sitio.
Pero tengo que admitir que incluso cuando era joven, antes de estar casado, de hecho no me casé hasta tener los años, tengo que admitir que durante todos esos años viví para satisfacer mi carne. Tengo que admitirlo ahora. Tenía un buen trabajo, tenía una buena educación, sentí que había tenido éxito y pensé mucho acerca de mi mismo y de mis logros. No estaba pensando en el pecado, ni en el arrepentimiento ni en nada parecido cuando yo iba a la iglesia. No era muy diferente a ninguno de de mis amigos o familiares así que me sentía cómodo. Pero cuando ahora miró hacía atrás me doy cuenta que yo me creía justo, era un egocéntrico y autosuficiente, no dependía de Dios y sólo buscaba satisfacer mi carne.
Mis hijos ya habían crecido. Ellos eran jóvenes y por la gracia de Dios habían sido salvados. Los tres: Rick, Mayra y Ruby y ellos solían venir a predicarme y me decían “Papá no estás aprendiendo la verdad.” “Necesitas aprender la verdad.” Y de hecho Rick vino hacia mí y mi esposa duramente, con mucho celo y nos machacó diciendo “Mamá, papá, ustedes están viviendo en pecado necesitan arrepentirse.” “O ustedes van a ir al infierno.” Y pensé para mí mismo “¿Quién se cree este chico para decirme a mí lo que debo hacer?,” “He estado en la iglesia toda mi vida y soy un diácono en esta iglesia. Formo parte de la Convención de los Bautistas del Sur, una enorme organización famosa y mundialmente conocida” “¿Y cómo tanta gente podría estar equivocada?” me dije. De hecho lo que pensé es que Rick se había unido a una secta que se estaba reuniendo fuera de la provincia en algún lugar de Elmendorf y esto es lo que se me vino a la mente. De hecho empecé a investigar acerca de esta iglesia pues en ese tiempo yo no sabía que él conocía la verdad y fui orgulloso y no quise admitir que estaba equivocado. Yo argumentaba que “¿Cómo tanta gente podía estar equivocada?” Yo decía que “Dios nos había dado un cerebro. Nos había dado una mente para que la usásemos como quisieramos.”
Y mi mayor error, cuando miro atrás, es que yo había estado en la iglesia durante muchos años y mi enfoque estaba en la iglesia (y por supuesto ahora sé que la iglesia no te salva). Había estado viviendo con pecados ocultos y ahora pienso ¿cómo pude ser tan ingenuo, tan necio, al pensar que al Supremo y Soberano Dios que conoce todo y que es omnipotente y omnipresente, pudiera yo ocultarle algún secreto? Y me pregunto ¿cuánta gente vive así, con pecados ocultos que nadie ve y nadie conoce? Y sienten que están bien porque nadie les ve. Pero esto es peligroso porque no hemos de rendir cuentas ante nadie. Dependemos de nosotros mismos, de nuestra propia voluntad y nuestros propios deseos y este fue por mi parte un gran error . Y tengo que admitir que estuve viviendo con “pecados ocultos”. Pecados que nadie podía ver. Pecados que eran invisibles. Yo pensaba que probablemente el mayor pecado que había cometido fue en Sanghai (China), cuando estuve en la Marina, años atrás. Pero me he dado cuenta que no existen pecados grandes y pecados pequeños, el pecado es pecado tanto si robas 100 dólares como si robas un clip. Es un pecado y es una abominación al Señor. Tenía que darme cuenta de esto y eso que llevaba yendo a la iglesia años y años. Muchos años. No 60, ni 70, ni 75, sino 80 años. Poco a poco y gradualmente empecé a crecer en el conocimiento y la verdad y El Señor empezó a trabajar en mi vida, y fue durante esos años que fui muy confrontado con la prédica de la verdad, la lectura y el estudio de Romanos. Y llegué al punto donde el apóstol Pablo dice “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” Y me dije a mi mismo “Bueno, así soy yo”. Yo nunca lo había pensado de esa manera Y él también dice “No hay justo ni aún uno, No hay quien busque a Dios.” No hay quien sea justo, Y pensé acerca de estos versículos y tuve convicción de pecado. Y el Señor se me reveló y sentí que El Señor me había salvado de la condenación, del malvado mundo, de mis malos pensamientos, y me había limpiado por completo. Interiormente y externamente me sentía limpio Y tuve una relación con Cristo que nunca antes había tenido.
Durante muchos años yo había oido hablar de Cristo. Leí acerca de Cristo, y cantaba “Jesús me ama, yo lo sé.” Y todas esas cosas sobre Jesucristo. pero no me había identificado con Él como mi Salvador quien sufrió una muerte atroz en la cruz y sintió el golpe demoledor de la ira de Dios sobre Él por mí . Él tomó mi lugar. El era el sustituto por mis pecados. Hasta entonces yo no había tenido esa relación. Así que me sentí libre y me sentí limpio. Había sido limpiado por la sangre del Cordero y sentí una nueva vida. Una nueva actitud, un nuevo corazón y yo estaba tan agradecido, pues por muchos años yo no conocí realmente a Cristo, sólo sabía de Él pero no tenía esta relación íntima con Él.
Así que cuando pienso en el pasado, durante tantos años yendo a la iglesia y pensando que era bueno sintiéndome orgulloso y sin embargo estaba viviendo en pecado. (En marzo del 2000 Richard se convirtió y fue salvo por la gracia de Dios, en la Iglesia Bautista Free Grace.) Pero doy gracias a Dios que me ha perdonado. Por la gracia de Dios he sido limpiado y tengo la seguridad que ya no hay condenación para los que están en Cristo quienes andan no conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Los pecados ya no tienen dominio sobre mí. (Romanos 6:14) Esta es una gran promesa. Estoy tan agradecido, alabo al Señor.
Ruego por los que van a la iglesia, los que llegan a sus años de vejez y continúan yendo a la iglesia porque se sienten obligados por sus amigos u otras razones Pero nunca ha habido un cambio, el único cambio quizás haya sido sobre la alfombra en la iglesia, o en el asfalto del aparcamiento pero no ha habido un cambio en el corazón, ningún cambio en sus vidas. Y ellos no quieren cambiar porque están cómodos en su zona de confort. Por mucho tiempo estuve allí, y mi propuesta es animarte a pensar y a orar “¿Está el Señor Dios, el Creador del cielo y la tierra quien envió a su Hijo a morir por nuestros pecados, está siendo Él predicado aquí? o estás oyendo hablar nada más que de sanidad, riqueza y prosperidad. Que tu eres bueno, que eres el número 1 y que te mereces esto y lo de más allá. Esto no es Cristo y mi consejo es que los que están con esta postura creyendo que la iglesia es suficiente, cuando no lo es. Ni la iglesia salva, ni el pastor salva, ni el sacerdote salva, sólo son salvos aquellos que tienen una relación íntima y personal con el Señor. Quiero alabar al Señor y darle gracias.
Sé que estoy cerca del final de mi carrera y estoy preparado, tengo paz en mi corazón y si el Señor viniera a tomarme podría decir como el apóstol Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.” (Filipenses 1:21) Me alegraría y me iría feliz. He vivido una vida por Cristo y mis hijos le están sirviendo. y tengo el gozo en mi corazón, de poder estar cara a cara con Cristo en la gloria. donde podré vivir por toda la eternidad. ¡Qué gozo! ¡Qué expectativa!. Me regocijaré en victoria por encontrarme con mi Salvador en la vida eterna.