Juan 21:18-19. “En verdad, en verdad te digo: Cuando eras más joven, te vestías, y andabas por donde querías, pero cuando seas viejo…” Entonces de nuevo, Pedro debía haber sido de mediana edad, ¿cierto? No era joven y no era viejo. “Cuando seas viejo, extenderás las manos, y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras”. Eso es, donde no deseas ir naturalmente. Antes de que Pedro fuera cristiano, cuando era joven, iba adondequiera que deseara. Su propia voluntad, a su manera, su propio deseo. Ahora como cristiano, él va a ser guiado. El Señor está profetizando que va a ser llevado adonde naturalmente no quiere ir. ¿De qué habla? El versículo 19 nos da la respuesta. “Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios”. Así que el Señor estaba hablando de decir a Pedro: vas a morir una muerte violenta. Va a ser una partida violenta para ti, y que eso iba a glorificar a Dios. “Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme”. “Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme”. Este pensamiento que quisiera destacar aquí es morir para la gloria de Dios. Morir para la gloria de Dios. Cinco puntos. Número uno: la certeza de la muerte. Es decir, Pedro, vas a morir. El Señor se lo estaba diciendo de antemano. Vas a morir. Él sabía eso, pero el Señor se lo estaba diciendo, y así lo es para nosotros – cada uno de nosotros aquí – a menos que el Señor venga primero mientras aún estamos vivos y somos arrebatados, moriremos. Siempre pensamos que va a ser alguien más que va a morir, pero no; yo moriré. Yo voy a morir. Y deberíamos ser siempre conscientes de eso. Conscientes de la muerte, conscientes de que nuestra carne es débil y que nuestros días son pocos y que la muerte es incuestionable y el juicio es justo y la eternidad es larga y este mundo es nada más que un camerino en preparación para la eternidad. Prepárate, prepárate, prepárate. Y no hay ninguna preparación aparte de estar en unión con Cristo, pero a través de Él podemos prepararnos y podemos morir de una manera gloriosa. Así que, la muerte es innegable. La muerte. El pecado entró a la humanidad, ¿cierto? Romanos 5:12: “El pecado entró”. Una invasión. Como el pecado entró en el mundo y la muerte por el pecado,” y dice: “La muerte se extendió a todos los hombres”. Tal como una enfermedad, la muerte se extendió a todos los hombres. Dice en otro lugar, habla del reino del pecado y de la muerte. ¿Es eso tu cosmovisión? Que este mundo es un mundo malvado reinado por el pecado, reinado por la muerte como si fueran dos co-tiranos por ahí dirigiendo, gobernando, reinando sobre este mundo presente. La muerte es cierta y la muerte se ha extendido. Y dije esto antes, Se me ocurre una y otra vez, la granja donde me crié está por ahí en el noreste de Iowa. yo podría partir de esa granja por ese camino empedrado de ambos lados y podría nombrar, qué sé yo, quizás 25 a 30 granjeros que eran amigos de mi padre y ahora ya no están. Axel Rasmussen, muerto. Harry Davis, muerto. Floyd Thompson, muerto. Ed Quartus, muerto. Zeek Welch, muerto. Maldi Peeper, muerto. Merv Waring, muerto, y ahí por el camino podría ir. Estaban ahí, pero ya no están. Están muertos. Los conocía. Los puedo ver en mi mente. Puedo escuchar su risa. Estos queridos hombres y sus esposas, pero ya no están. Algunos de ellos en muchos casos, incluso su casa ya no está. Así que, la muerte es cierta. Oí en las noticias el otro día de un hombre. Tenía 110 años de edad. Lo llamaban uno de los hombres más fuertes del mundo. Y todavía tenía 110 años, todavía era fuerte y solía doblar monedas de diez centavos. Ahora sólo podía doblar cuartos. ¡A los 110 años! Pero estaba cruzando la calle y un auto lo atropelló y ya no está. Estaba leyendo de un hombre que se llama Angus McCaskill. Se deletrea un poco diferente del político, pero se crió en el norte de Escocia en las islas Hébridas. Murió alrededor del año 1900. Su madre era de los Campbell – a lo mejor Duncan Campbell lo conocía. Pero decían que era uno de los hombres más fuertes del mundo. Llegó a medir unos dos metros y medio de altura. Y sus hombros medían casi cuatro pies de ancho. Y su pecho tenía 80 pulgadas de circunferencia. Mi mano – la anchura de mi mano – Tenía un vecino. Mi mano mide un poco más de cuatro pulgadas de ancho. Su mano medía ocho pulgadas de ancho. Y decían que él podía arrojar un caballo por encima de una cerca. Y decían que podía levantar una ancla de casi una tonelada y media, a la altura del pecho. Podía tomar dos dedos y sostener una pesa de cien libras así por diez minutos. Y siguen las historias, pero está muerto. Ya no está. La muerte es innegable. Pedro, vas a morir. Mi segundo punto aquí es que el tiempo de nuestra muerte está predestinado por Dios. Es decir, el Señor dijo: Pedro, no vas a morir joven. No vas a morir ahora; vas a llegar a la vejez y morirás entonces. Así que, se nos recuerda, ¿verdad que sí, hermanos? que nuestros tiempos están en las manos del Señor. Nuestros tiempos están en Sus manos. Salmo 31. Qué consolación es que no hay accidentes, no es de “por ventura”, sino nuestros tiempos están en Sus manos. No, no queremos asumir y tentar al Señor, pero nuestros tiempos están en Sus manos. Y sabes, Pedro dijo aquí arriba en versículo 17, “Señor, tú lo sabes todo”. Y de hecho eso se puede ver aquí. Sí, el Señor sabe incluso el momento de nuestra muerte. Pedro estaba en la cárcel, sabes. Hechos capítulo 4, Hechos capítulo 12. Lo echaron preso, pero sabes, podría haber sido asesinado a filo de espada así como pasó a Santiago, el cual estuvo en la cárcel también, pero no fue así. Salió de ahí y continuó a vivir más y más y hasta la vejez. Así que, a veces el Señor nos dice cuándo vamos a morir. Sabes, Pedro lo sabía. Él dijo: El Señor me ha dejado claro que la deposición de este tabernáculo es inminente. Asimismo, el apóstol Pablo lo sabía. Él dijo: El tiempo de mi partida ha llegado. A veces, el Señor comunica eso a un individuo. Nos dice de antemano que pronto vas a morir. Y a veces sale en profecía, sabes. Dios se lo revela a otro. Por ejemplo, John Brown, que es uno de los Covenanters espectaculares. Él era solo un granjero, pero era un hombre de Dios. El viejo Alexander Peden, el profeta de los Covenanters, dijo que nunca había visto a nadie tan piadoso como John Brown. Y el viejo Peden, él casó a John e Isabel. Y en su boda, él dijo: Isabel, tienes a un buen hombre aquí, pero debes apreciarlo porque no lo vas a tener por mucho tiempo. Va a ser algo sangriente. Será mejor que tengas las sábanas a mano. Y la profecía se hizo realidad. Fue martirizado por la causa, por los derechos de la corona del Rey Jesús. Entonces, una vez más, el momento está predestinado por Dios. Y oigan, como dijo el viejo puritano, somos invencibles hasta que nuestro trabajo esté terminado. El cristiano es invencible hasta que su labor esté terminada. Mi tercer punto aquí, y es que la clase de muerte también es predeterminada por Dios. Ya ves, el Señor profetizó qué clase de muerte – al menos en parte – qué clase de muerte que Pedro iba a morir. Esa fue ordenada por Dios también. Es decir, quizás no en los detalles, pero la mayoría de las personas entienden que él fue crucificado, y la historia dice que fue crucificado incluso al revés a su pedido. Así que, ya ves, “Esto dijo, (v. 19) dando a entender la clase de muerte con que moriría”. ¿Será natural? ¿Será violenta? ¿Será fácil? ¿Será con sufrimiento? ¿Será repentina? ¿Será lenta? Y para Pedro, fue una muerte violenta. Ahora, he aquí Juan, ya ves, su buen amigo Juan el apóstol. Ahí lo encontramos al final sentado por ahí en la isla de Patmos, aparentemente una muerte lenta, una muerte natural para él. Supongo que no se sabe con certeza, pero en el caso de Pedro no fue así. Podría haberse ahogado cuando intentó caminar sobre el agua. Podría haber sido matado a filo de espada. Pero dicen que fue crucificado. No murió en la cárcel ni se pudrió ahí, antes bien fue crucificado. Así que, ponte a pensar, ¿no lo piensas a veces? ¿Cómo será mi último respiro? ¿Dónde va a ocurrir el fin? ¿De qué manera será? Sí, piensa en el fin, cómo fue para Sansón, sabes, o sea, podría haber muerto en aquellas batallas. Una vez, se puso a pelear contra un mil de ellos con la quijada de un asno. No lo vencieron. Y así tuvo varios conflictos, pero aquí termina, sabes, derribando los pilares en su acto final. Eso fue lo que le mató. Y ¿qué del fin de Elías? En realidad no tuvo un fin, ¿verdad que no? O ¿qué de Zacarías a quien mataron entre el atrio y el altar. ¿Qué de Jonatan y David? Sabes, pensarías que David con todas las batallas que tuvo, hubieras pensado que él habría sido aquel que fue matado en una batalla de manera violenta, pero no, él muere una muerte cómoda. Y su buen amigo Jonatan es aquel que es matado en el campo de batalla. Tenemos a John Bunyan. Sabes, se quedó en esas viejas prisiones húmedas durante alrededor de 12 años y no murió, pero termina muriendo por un resfriado y aquello fue lo que lo derribó. ¿Qué de John Payton, el misionero a los mares del Sur? Sabes, pensarías que, hasta aquí alcanzó llegar. Escapó de todos estos caníbales y termina muriendo en la vejez, una muerte cómoda. Había otro hombre que se llamaba Alan Gardner. Era misionero. Fue a China, y luego fue a Sudáfrica, y finalmente fue a Sudamérica, cruza la Cordillera de los Andes, termina en Papúa Nueva Guinea. Y después él hace otra misión a las islas Malvinas en la costa sureste de Sudáfrica y allí muere de hambre. ¿Qué de Spencer Johnson? Pues él era podador, sabes. Todos los árboles que trepó, todos los árboles en los que estuvo en esa plataforma hidráulica, sabes, eso es trabajo peligroso. Y he aquí Spencer muere recogiendo manzanas de un manzano. Simplemente no lo sabemos, ¿verdad? Un año, un hombre viejo por ahí en el pueblo donde me crié, pues era un hombre agradable, vivía una vida pacífica, y lo encontraron colgado, colgado como un espantapájaros en la parte superior de un poste de acero. Estaba arreglando una cerca y ahí murió de esa manera. Y Avery Rogers, él fue uno de los primeros predicadores ahí en las conferencias de Bentley. Recuerdo haberlo oído predicar unas veces en los años 70, y he aquí, murió haciendo un cambio de sentido rumbo a una reunión de iglesia cuando fue golpeado transversalmente por un semirremolque. Así que, el Señor lo sabe. Eso es todo lo que puedes decir. Dios lo sabe. “Señor, tú lo sabes todo,” versículo 17. Cuarto punto, entonces primero, la certeza de la muerte; segundo, el tiempo de la misma; tercero, la clase de muerte; y cuarto, la meta de nuestra muerte. ¿Cuál es el objetivo de la muerte del creyente? La gloria de Dios. “…dando a entender la clase de muerte con que glorificaría a Dios”. La gloria de Dios, ya sabes, Te estoy recordando de algo que ya sabes si eres cristiano, y aquello es que la meta de nuestra vida es la gloria de Dios. Ese es el fin principal del hombre. Queremos que nuestras obras brillen delante de los hombres de tal manera para que hagan ¿qué? Glorificar a Dios. En cualquier cosa que hagáis de palabra, pensamiento u obra, hacedlo todo para la gloria de Dios. Una y otra vez sobresale esto de alguna manera u otra en el Nuevo Testamento. : “El que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo”. Este objetivo repetido aparece y esto en realidad en cierto modo es la crisis de la conversión. Así como destacaba Amberly. Vivía mi vida para mi propia gloria. Ahora quiero glorificar a Dios en todo lo que hago desde ahora en adelante. Ese es el cristianismo. Vivir para la gloria de Dios. Y las masas de la humanidad, mueren. Ellos mueren. Mueren como bestias. Salmo 49, el hombre muere sin entendimiento y sabiduría, así como destacaba Seth, es como las bestias que perecen. Simplemente mueren y son tan insignificantemente dejados de lado. Teníamos un perro cuando yo era pequeño, le llamábamos Tippy, por supuesto, y le dije una y otra vez, tratamos de entrenarlo, no persigas los autos. Y allí estaba persiguiendo un camión volquete y resbaló en la nieve, se cayó en el valle de las huellas en el camino, y le atropellaron la cabeza. Fue en el mero invierno. Hacía tanto frío que no podías cavar un hoyo y enterrarlo. Lo arrastré y lo dejé en una zanja. El hombre que muere sin el conocimiento de Dios es como las bestias que perecen. Pero no es así para el cristiano. Él vive para la gloria de Dios. Y piensa en esto, podemos morir para la gloria de Dios también. Nuestra vida, nuestra muerte, Pablo dice en Filipenses 1: “Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte”. Nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras actitudes – queremos morir alegremente. Queremos morir de manera útil en el Señor. Permítanme contarles la historia del viejo John Bradford. Él vivió en los años 1500 en Inglaterra – en Londres – y fue salvado poderosamente a la edad de 37 años. Y dejó de estudiar Derecho y comenzó a estudiar teología. Con el tiempo fue ordenado, y no sabía que le quedaban sólo siete años para servir al Señor de gloria. Lo metieron en prisión. María entró a reinar y ella era adversaria de la verdad y echaron a John Bradford – el querido viejo John Bradford – lo llamaban “santo Bradford”. Es decir, en siete años tenía la reputación de ser un hombre santo de Dios. Y por una cosita trivial, la razón por qué lo metieron en prisión, y lo llevaron ante los oficiales para ver si iba a renunciar lo que había dicho acerca de la misa (la misa católica). Se rehusó renunciar su postura, entonces lo llevaron junto con otro hombre que se llamaba John Leif, un joven de diecinueve años que había tomado una posición audazmente por Cristo. Lo llevaron para ser quemado en la hoguera. Ahí antes de que encendieran el fuego, él perdonó a todos los que lo habían ofendido, y pidió perdón a todos, y sólo exhortó a todos a hacerse cristianos. Y se dirigió hacia este compañero en el Señor que tenía diecinueve años, y le dice: “Amado hermano, ten ánimo, porque esta noche misma cenaremos alegremente con el Señor Jesús”. Ellos murieron para la gloria de Dios, ¿verdad que sí? Y déjenme contarles de Richard Cameron en el año 1600. Saben, él era uno de los Covenanters en Escocia. Entonces he aquí Richard Cameron. Fue criado por padres piadosos – el viejo Alan Cameron, a quien a propósito habían metido en prisión porque ellos, ya saben, ellos introdujeron esta Ley del Conventículo. Es decir, no se permitía tener ninguna reunión a menos que fuera bajo la aprobación de la Iglesia de Inglaterra. Y estaba predicando en su casa. Entonces debido a que estaba liderando una iglesia en casa, lo enviaron a la prisión. Y de cualquier manera, he aquí su hijo, en ese entonces, se convirtió. Y Richard, como dicen, fue como un meteoro que atravesó el horizonte de la historia de Escocia. Empezó a predicar sin temor, como elefante en cristalería se puede decir. Y oh sí, mientras estaba siendo ordenado, hubo tres o cuatro hombres que pusieron sus manos sobre su cabeza. Entonces poniendo sus manos sobre su cabeza encomendándolo, y todos ellos, cuando se acabó, quitaron sus manos excepto un hombre, el viejo McWard. Él dejó su mano sobre la cabeza de Richard Cameron, y dijo: “He aquí ustedes que observan,” dijo: “Este hombre…aquí está la cabeza de un buen siervo de Jesucristo. Pero no le quedará mucho y no la preservará por amor al nombre de Cristo”. Y esa profecía se cumplió no muchos años después. Le cortaron la cabeza y la colocaron arriba del viejo… puerto y ahí para que todos la vieran. Y murió para la gloria de Dios, ¿verdad que sí? Y permítanme contarles una cosa más acerca de su querido viejo padre. Para agregarle sal a la herida, le cortaron las manos, las pusieron en una bolsa, y se las llevaron a su padre en prisión. Y dijeron: “¿Reconoces estas manos?” Miró dentro de la bolsa y sacó esas manos y las besó, y luego dijo: “Sí, lo sé, sé de quién son estas manos, las manos de mi querido hijo”. Pero alzó la voz y bendijo a Dios y dijo: “Dios nunca me hizo mal. El Señor es bueno para con un pecador tal como yo”. Ese hombre también murió para la gloria de Dios. Juan el bautista perdió su cabeza por reprender a un rey por cometer adulterio. Él murió para la gloria de Dios. Santiago murió, cortado a filo de espada, se debe decir, para la gloria de Dios no aceptando la liberación. Pero ¿qué de los que no son mártires? Aun ellos, sí, que murieron en la fe como Jacob, como José, ellos murieron. Cuando estaban muriendo por fe, profetizaron. José hizo mención de la partida de los hijos de Israel de Egipto y les dio un mandamiento concerniente a sus huesos. Él dice: Van a salir de aquí y mis huesos se van a salir de la tumba también en el día del Señor, así que cuiden de mis huesos y hagan que se salgan también. Y ellos murieron también para la gloria de Dios. Elías, Sansón, saben, ¿qué de Sansón? Saben, tengo que decir que él murió para la gloria de Dios también. Es decir, en su último esfuerzo él quería morir para el Señor y dio su vida por ello. ¿Qué del viejo Simeón? “Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya. He visto tu salvación”. Bunyan – Ya lo he mencionado, pero saben, él murió porque se le dio este resfriado y estaba de – un viaje a caballo de dos días – y quedó atrapado en la lluvia, pero estaba haciendo este viaje para ser un pacificador, para reconciliar a un padre y un hijo. Y cuando se estaba muriendo, alzó la voz alabando a Dios y gritó: “¡Gloria!” Y de ahí partió para la gloria de Dios. Permítanme mencionar de nuevo a Alan Gardner. Como digo, después de su conversión él fue a China como misionero, y luego a Sudáfrica. Se le cerró la puerta finalmente entre los zulúes porque hubo mucha guerra. Tuvo que irse y luego murió su esposa. Se casó de nuevo, y apenas cuatro meses después de que se volvieron a casar, pues llevó a su familia a Sudamérica. Como digo, atravesaron el continente por Chile y terminaron en Papúa Nueva Guinea, y básicamente fue como que todo se derrumbaba constantemente. Y luego tuvo una carga por los aborígenes en Sudamérica. Así que organizó a un equipo para ir hasta allí de cinco hombres más él. Y llegan ahí y este gran barco los descarga con dos barcos más pequeños y luego dos pequeños barcos, y cuando trataban de llegar a la orilla, fueron destruidos todos los barcos menos uno. Y la peor parte de todo: Se olvidaron de la pólvora y murieron uno por uno de hambre. Pero esto es lo que dice en su diario – lo encontraron casi cuatro meses después. Encontraron los cadáveres, encontraron el diario casi cuatro meses después. Él escribe de uno de sus colaboradores que se convirtió. Nunca era cristiano y aquí en esta misión, uno de sus compañeros halló al Señor. Y aquí está otro, él se levanta de su lecho de enfermo, dijo, y canta un canto: “Levántate, alma mía, levántate”. Él canta solo esa estrofa y respira su último. Él murió para la gloria de Dios. Y luego Alan Gardner mismo escribe a su esposa en su diario una semana antes de morir. Él dice: “Estamos pasando por un horno, pero bendito sea mi Pastor celestial. Él está conmigo y nada me faltará. Tengo perfecta paz. Mi alma espera en Él. Pido paciencia para esperar en Su beneplácito ya sea para vida o para muerte, que sea que viva o muera, yo pueda vivir o morir para Su gloria”. Ni una sola palabra de queja de ninguno de esos hombres. ¿Por qué es así? ¿Cómo podría suceder esto? Ninguna expresión de amargura hacia Dios. Murieron alabando al Señor por tanta benignidad hacia pecadores como ellos. Murieron para la gloria de Dios. Bakht Singh de India. Saben, cuando él murió hubo, estimaron, más de un cuarto de millón de personas en el cortejo fúnebre. Y tembló la tierra y un arcoíris apareció alrededor del sol y el cielo se llenó de palomas. Ese hombre murió para la gloria de Dios. Aquella ciudad de Hyderabad nunca había visto tal reunión. El nombre de Jesús fue exaltado en la muerte de Bakht Singh. Entonces, “dando a entender la clase de muerte con que glorificaría a Dios”. ¿No deseas acabar con tus botas puestas? ¿Con tu corazón recto? ¿Con tu boca abierta con alabanzas a Dios? Mi último punto es que si nuestra muerte va a ser para la gloria de Dios, entonces debe ser precedida por una vida de seguir a Cristo. Saben, “la clase de muerte con que glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: ‘Sígueme’.” En otras palabras: Pedro, olvídate de lo que está por venir. Solo sígueme ahora mismo, día a día. Caminando en la luz, tú sígueme a Mí. No te preocupes por eso. No te preocupes por lo que otros hombres hacen o lo que se hará a ellos. Solo tú, sígueme, justo aquí, hoy día. ¿No es así? Recuerdo una ocasión cuando vivíamos en Kirksville, había un hombre con quien trabajaba – un hermano – y se había caído en pecado. Caído en pecado, y ahora estaba arrepintiéndose de él – arrepintiéndose de él entre amargas lágrimas y perdió la seguridad de su salvación, y seguía diciéndole una y otra vez, la cuestión es ¿qué es lo que vas a hacer hoy? ¿Vas a seguir al Señor Jesús hoy? No te preocupes por mañana. No te preocupes por ayer. ¿Seguirás al Señor hoy? Así que, el Señor dice: “Sígueme”. Esta es la voluntad revelada de Dios: sígueme, en padecimientos, en servicio, sígueme. Si vas a morir bien, tendrás que vivir bien al seguir al Señor día a día. Eso es lo que es tan glorioso sobre la partida de Spencer Johnson. No fue cómo murió exactamente, en realidad, sino fue cómo vivió. Eso fue cómo murió para la gloria de Dios. Aquí tenemos a John Oxtoby. Leí de él. Solo fue un trabajador del campo en Inglaterra alrededor del año 1900. Un trabajador del campo, saben, es decir, no fue predicador, pero ese hombre vivió para la gloria de Dios. El circuito metodista, los predicadores metodistas, se dieron por vencidos con esta ciudad llamada Fife o algo así. Dijeron que era demasiado difícil.. Es demasiado dura, demasiado mala. Son demasiados tercos y vamos a darnos por vencidos con ella. Y el viejo John Oxtoby, él dice: Qué va. Él dice: Dámela a mí. Envíame a mí. Y dice: Yo iré allí y viviré de papas y sal si es necesario. Entonces le encomendaron para ir. Y mientras entraba a la ciudad, se bajó de su caballo y se metió en un matorral. Y se puso de rodillas y empezó a clamar a Dios, tratando de prevalecer con Dios. Y dijo: “Señor, ¿estarás conmigo? ¿Irás conmigo? Si no es así, qué tonto seré”. Y prevaleció con el Señor y recibió la certeza justo ahí de que el Señor vendría a esa ciudad, a ese pueblo. Y comenzó a trabajar allí y predicar tal como pudiera y el poder de avivamiento llegó a esa ciudad. Cuando murió, él murió para la gloria de Dios. Él dice: “Diles a mis amigos que cualquiera que sean las revelaciones manifestadas que he visto, nada se compara a esto”. Y respiró su último aliento. Bueno, pues debemos estar preparados para cambios, ¿cierto? Es decir, Pedro pudo haber pensado: Bueno, aquí estoy, saben, Logré pasar por todo esto. Ya soy viejo y tal vez solo voy a…. quizás voy a…. como apagarse como una vela. Pero él piensa en el fondo de su mente: el Señor dijo, el Señor me dijo que no va a ser así. Ellos van a extinguir mi vela antes de que se apague aunque sea justo hasta el enchufe. Así que, debemos estar preparados para los cambios – cambios de nuestra edad. Saben, recuerdo que mi papá, saben, para entonces estaba en la unidad de Alzheimer y era una instalación cómoda. Saben, las varias instalaciones estaban conectadas por pasillos, y yo estaba sacándolo para dar una vuelta en una silla de ruedas. Y dijo: “Bob,” dijo, “Nunca imaginé que terminaría viviendo en una vieja topera así”. Y lo dijo, saben, con un poco de humor. Yo sabía lo que estaba diciendo. Sabía que él estaba agradecido por las instalaciones y las misericordias de aquellas instalaciones, pero saben, estoy hablando de cambios. No sabemos cómo, no sabemos lo que está por delante. Está bien. Seguimos adelante con Dios. Seguimos al Señor día a día. Prepárate para los cambios. Pero lo principal que debemos entender aquí son esas últimas dos palabras y eso es: “Sígueme”. Sigue al Señor. Ese es el llamado. Ese es el llamado para seguir al Señor de gloria, digno de nuestra confianza, digo de nuestra vida, nuestra devoción. Síguelo a través de la vida, síguelo a través de la muerte, síguelo todo el camino hasta el trono. Así como Sam estaba predicando: “Sígueme”.
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