¿Cuántos de nosotros queremos hacer las cosas a nuestra manera? Pero la manera de Dios es mejor: doma la altivez, es un camino de humildad —pero es un camino para ser más como Cristo, ¡es un camino en el que ahora quiero estar!
Para mí está claro que cuando entramos en la vida cristiana, hombres y mujeres nacemos de nuevo. Lo que pasa es que, básicamente, pienso que el Señor en Su bondad, cuando hace entrar a la gente al Reino, con frecuencia le da ciertos períodos de paz, descanso y gozo. Y como yo lo he visto —el testimonio de varios cristianos diferentes— llega un momento en que, de repente, el fuego de pruebas que promete Pedro viene sobre nosotros. Bernabé aseguró que a través de mucha, mucha tribulación, heredamos el Reino de Dios. [Hch 14:14-28]
Y lo que sucede es que Dios no siempre echa toda la prueba y toda la tribulación sobre nosotros cuando recién entramos al Reino. Ese no es el caso más típico. Muy rara vez es ése el caso. Y lo que he visto que sucede es que, a medida que hombres y mujeres jóvenes progresan, la batalla se pone bastante intensa; nuestros enemigos son muchos. Y… como una especie de texto base para esta pequeña serie que he querido hacer, combatiendo en medio de los diferentes tipos de pruebas y los distintos tipos de tentaciones que vienen contra nosotros, el texto base es éste en 1 Pedro capítulo 2.
Vamos a enfocarnos en eso y a leerlo de nuevo. … : “Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos, “que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma.”
Esas palabras justo ahí: “… que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma.” Y como lo he enfatizado hasta ahora, las pasiones de la carne… estamos en este cuerpo. El hecho es que Dios no nos ha llamado a vivir la vida cristiana separados de este cuerpo. El problema con este cuerpo —dice Pablo en Romanos capítulo ocho— nosotros gemimos en este cuerpo. ¿Sabes por qué? No es que no podamos usar este cuerpo para el Señor. Es nuestro deber hacerlo. El cuerpo es para el Señor.
Podemos agradar y podemos servir, ¿y no nos dice el mismo apóstol que debemos entregar estos miembros a la justicia? Podemos; debemos. Esta es la batalla. La batalla está justo aquí.
Dios se presenta y nacemos de nuevo, somos hechos creaciones nuevas. Pero nuestro cuerpo no es hecho nuevo, así que aún llevamos nuestra carne. Y en la carne tienes al pecado tratando de reinar. Es ahí donde busca reinar —en el cuerpo mortal. Eso es lo que dice Romanos capítulo seis.
El pecado trata de reinar en el cuerpo mortal, e intenta usar las pasiones de este cuerpo contra nosotros. Y eso es lo que esta pasando aquí. Hay guerra. Hay guerra interior. Hay guerra con el pecado. Hay guerra… hermanos, hay guerra con el diablo. Puede que no lo vean a él, pero la batalla es feroz.
¿Quieren saber cuán feroz es? Déjenme simplemente leerles algunas palabras que podrían sorprenderles. Revisemos Apocalipsis. Apocalipsis capítulo 13, versículo 5 [al 7]: Se le dio a la bestia “una boca que hablaba palabras arrogantes y blasfemias, “y se le dio autoridad para actuar durante cuarenta y dos meses. “ Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, “para blasfemar su nombre y su tabernáculo, “es decir, contra los que moran en el cielo.” También “se le concedió hacer guerra contra los santos y vencerlos;”
¿No es asombroso eso? “Se le concedió hacer guerra contra los santos y vencerlos;” ¿Qué piensas? ¿Cómo puede la bestia, cómo puede el diablo, cómo puede el dragón, cómo podemos ser vencidos si somos verdaderamente santos? ¿Cómo puede vencernos él?
Hermanos, una cosa es segura, que Aquel que está con nosotros es mayor. Miren atrás en el capítulo doce, versículo once: “Ellos” —ahí estan los santos de nuevo— “Ellos lo vencieron…” —vencieron al dragón— “…por medio de la sangre del Cordero”
¿Como puede vencernos él? ¿Sabes?, lo mejor que puede hacer es quitarnos la vida. Lo mejor que él puede hacer es sacarnos de este mundo, de esta batalla. Eso es lo mejor que puede hacer.
Nosotros venceremos por la sangre del Cordero. Pero esto es guerra a muerte. Y la cuestión es que, cuando él viene, cuando el ladrón viene, ¿qué viene a hacer? Robar, destruir. Él viene a destruir, viene a arruinarnos. Satanás está en esto permanentemente. Él busca destruirnos.
Y lo que dice sobre esto en 1 de Pedro es que hay pasiones de la carne que combaten contra el alma. Y como les he dicho antes, éstas son pasiones que actúan contra nuestras almas. Están ‘contra’, ésa es la palabra usada ahí. Tienes pasiones en contra del alma. Eso significa pasiones que están tratando de destruir el alma. Son pasiones que se oponen al alma. Son pasiones que buscan destruirnos y tratan de arruinarnos.
Hermanos, ¿no es ése el caso? Cuando estábamos perdidos, ¿no es exactamente hacia donde nos encaminaban nuestras pasiones? Nos estaban conduciendo directamente a la muerte.
Es decir, eso lo que dice en Romanos capítulo 1; incluso los que saben que merecen la muerte. ¿Verdad? ¡Ellos lo saben! Y se deleitan en ellas y simplemente fomentan que otros hagan esas mismas cosas.
Hermanos, ¡esto es asombroso! Esas pasiones eran así de grandes antes de que Dios interviniera en nuestra vida. Tal vez Él aún no ha intervenido en las vidas de algunos de ustedes. Es algo espantoso.
Estás siendo llevado… tú dices: “Soy libre, puedo hacer lo que quiero.” Si, puedes hacer lo que quieres, el problema es que tus pasiones tienen tu deseo y tu voluntad atados así!
Tu dices: “Puedo hacer lo que quiero.” Bueno, eso es verdad. Pero mira tu vida. Todo lo que deseas es lo que es perverso, lo que es malo y lo que está resuelto a destruirte Es algo terrible cuando estás controlado por pasiones que te están llevando al infierno.
Pero, estamos en un cuerpo que aún tiene esas pasiones persistentes. Por lo tanto el punto es, como dice Pabo: ¡“Golpeo mi cuerpo”! [1 Cor 9:27] Lo golpeo, lo golpeo hasta someterlo.
Hermanos, esto es real. Jesucristo dice que debemos arrancarnos los ojos y arrojarlos lejos de nosotros. Tenemos que amputar, ¿puedes imaginarte sacando una sierra y aserrando tu pie? Esto es lo que Jesús dice. Tenemos que arrancarnos los pies y la manos. Es una amputacion radical.
Tenemos que luchar ferozmente. Y les he dicho, he enfatizado esto: El Reino de los Cielos se toma por la fuerza. Los violentos lo arrebatan.
Por tanto esta es una batalla, esta es una batalla sin cuartel. Y he empezado aquí: —El orgullo. Empezamos con esto: El orgullo, fuerza opuesta al alma. Nos ataca violentamente. Hermanos, es una con la que tenemos que luchar. Esta es una fuerza infernal, es una pasión de la carne y nos ataca con furia.
Hermanos, les puedo decir esto: que en mi vida cristiana —no hay duda al respecto— hermanos, ¡no entras al Reino a menos que te rindas a Cristo! ¡Tiene que haber esa humillación! Tiene que haber esa pobreza de espíritu. Debe haber ese reconocimiento: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos”. [1 Jn 1:9]
Tiene que haber ese tipo de quebrantamiento. Tiene que haber ese tipo de pobreza espiritual. Tiene que haber esa clase de abandono espiritual donde decimos: “Me rindo, Señor.” Él dice: “Sígueme”, y nosotros decimos: “Te sigo.”
Pero hermanos, ¿saben lo que pasa? Hay pasiones de la carne que combaten. Eso significa que después de que venimos, ellas regresan. Hermanos, ésta no es nunca el tipo de cosa con la que batallamos una vez al comienzo y ahora no hay batalla, o que nos arrepentimos una vez al comienzo y ahora no hay arrepentimiento.
Hermanos, ha habido veces en mis veintiún años como cristiano, en que he deseado… ¿les ha pasado eso? ¡Quiero mi propia manera! Quiero… “¡Señor, quiero hacerlo de esta forma!” Y puede que no gritemos así, pero es el tipo de cosa donde llegamos al punto en que ya lo hemos decidido y nuestra oración es una farsa. No le estamos pidiendo al Señor que nos dirija; le estamos pidiendo al Señor que nos bendiga en lo que ya hemos decidido que vamos a hacer.
En realidad, no hemos pedido consejo; en realidad, no hemos consultado la Palabra de Dios; sencillamente ya casi lo hemos decidido. Vamos a casarnos con esa joven y probablemente no es lo mejor, y mis padres no lo aprueban y mi pastor probablemente no lo aprueba. Y tú sabes… pero vamos a hacerlo.
“Señor, bendice esto.” Y el Señor está diciendo: ‘¡Eres un necio!” No has buscado consejo, has despreciado… tú sabes, básicamente has ido contra el consejo de tus padres, has ido contra el consejo… ¿Alguna vez has experimentado eso? Quiero hacer lo que deseo.
Hermanos, quiero decir que puede entrar al ámbito pastoral. Quiero decir, ha habido ocasiones… Solamente les voy a dar un ejemplo. No voy a decirles quién era. Hubo una vez en que, como pastor, yo quería que nuestra iglesia apoyara a un determinado misionero. Y la batalla no era entre yo y la iglesia. La batalla era entre yo y Dios. Si yo hubiera puesto a ese hombre ante la iglesia, la iglesia lo habría apoyado. Pero la lucha era, que yo sentía que el Señor estaba diciendo: ‘No lo pongas a él…’ Y yo sentía como que, ¡nuestra misión no va a ser completa si no estamos apoyando a este hombre! Yo decía: “Señor, ¡quiero que lo apoyemos!” Y el Señor estaba diciendo: “No.” Es como: ¡Quiero que sea así! ¡Quiero hacer eso!
Yo no soy el único que ha pasado por eso. Si has sido cristiano por cualquier cantidad de tiempo, tú sabes, es llegar al punto en que una y otra y otra vez, estás como que tú quieres hacer eso. “Sólo quiero hacer esto. Sé que no es agradable al Señor, sé que esa película no le agrada al Señor, ¡pero mis amigos van y yo quiero ir!”
O: “Sé que el Señor…” —tú sabes— la vida cristiana es una vida muy subjetiva. Y lo que quiero decir con eso es que Jesucristo trata personalmente con cada uno de Sus hijos. ¿Y sabes qué? Hay ocasiones en que Él va a dejar que todos Sus hijos hagan algo, menos tú. Y Él dice: “Ellos pueden, tú no puedes.”
Y es como: “Pero Señor, yo quiero hacerlo.” Tú quieres tu manera. ¿Sabes qué?, si piensas en esto… y tengo un ejemplo de esto de la Escritura; Pedro era precisamente este tipo de hombre. “¡No lo permita Dios, Señor!” ¡No vas a ir a Jerusalén a morir! ¡No quiero que pase eso! Y ustedes ven la perspectiva de Jesús. ‘Mira, ni siquiera estás en sintonía con el plan de Dios. ‘Tienes tu propia agenda en este asunto. Tú quieres lo tuyo, no lo que Dios quiere.’ Y en verdad, era la misma clase de cosa. ‘¡No, no! ¡Señor, no!” Y el Señor está diciendo: “Sí.”
Ese es un tipo de cosa con la que batallamos, pero el orgullo se manifiesta de muchas formas. Obviamente, podríamos ver al orgullo como a la raíz de todo tipo de pecado. Pero me refiero a que hay expresiones de orgullo exteriores donde lo vemos como orgullo y ni siquiera tenemos que ponerle otro nombre de pecado. Es sólo: ‘Esto es orgullo.’
Quiero decir: ¿cuáles son otras manifestaciones evidentes de orgullo con las que luchamos, con respecto a nuestro cristianismo? ¿Puedes pensar en alguna? No sólo… bueno, quiero decir, todas vuelven a esto: Quiero mi propia manera.
¿Pero cuáles son algunas otras manifestaciones suyas? ¿Puedes pensar en alguna? Admitir que se necesita ayuda. Esa es una grande. ‘No quiero pedir ayuda. Tengo un problema en mi vida y no quiero que otras personas sepan. Puedo hacer esto yo solo. No necesito tu ayuda.’ ¿Y saben a lo que ello se reduce finalmente? En última instancia se reduce a: ‘No necesito la ayuda de Dios.’
Porque, ¿sabes qué? en la raíz del orgullo no está sólo exaltar al yo. Está el exaltar al hombre y desestimar a Dios. Básicamente, es hacer a Dios pequeño y al hombre grande. Y esa es la cuestión.
Es el mismo tipo de cosa que vimos en, creo que fue Asa… sí, fue ahí. ¿Se acuerdan de él? Él fue y buscó ayuda… bueno, aquí tengo el texto.
: “En aquel tiempo el vidente Hananí “vino a Asa, rey de Judá, y le dijo: “Por cuanto te has apoyado en el rey de Aram y no te has apoyado en el Señor tu Dios, “… el ejército del rey de Aram ha escapado de tu mano. ¿No eran los etíopes y los libios un ejército numeroso…?” ¿Ven?, él consultó al Señor con respecto a ellos. “Sin embargo, porque te apoyaste en el Señor, Él los entregó en tu mano.” Luego dice: “Entonces Asa se irritó contra el vidente “y lo metió en la cárcel, “porque estaba enojado contra él por esto. Y por ese tiempo, Asa oprimió a algunos del pueblo.” Y luego dice: “pero aun en su enfermedad” —se enfermó de los pies y su enfermedad era grave— “pero aun en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos.”
Esta es una grande —no confiar en el Señor. Tú simplemente vives tu vida y no estás confiando en el Señor. ‘Bueno, no voy a… tengo que confiar en el dinero. Tengo que confiar en lo que puede hacer el hombre. No puedo confiar en el Señor; tengo que confiar en los médicos. No puedo confiar en el Señor. No puedo…’
Es un rechazo a buscar ayuda. Porque, en verdad, cuando buscamos ayuda reconocemos nuestra debilidad. Y es simplemente una falta de disposicion a admitir nuestra debilidad. Y eso sucede. ‘No quiero ayuda. Sólo estaría molestándolos. Sería, sería… Muy estrechamente relacionado con otro: ‘Me daría vergüenza’.
¿Saben cuál es otra gran manifestación de orgullo? La vergüenza, lo que es en verdad otra palabra o forma de decir ‘temor del hombre’.
¿Recuerdan… se acuerdan del texto de Isaías que les leí? ¿Éste, Isaías 51 (v.12]? “¿Quién eres tú que temes al hombre mortal, y al hijo del hombre que como hierba es tratado?” Dios dice: “Yo, yo soy vuestro consolador.” ¿Quién eres tú que temes al hombre…?” Es volver a esto: “Yo Soy tu Dios. ¿Quien eres tú para temer al hombre?”
¿Te fijas?… la vergüenza, el temor del hombre… de nuevo, tenemos otro buen ejemplo, Pedro nos da tantos buenos ejemplos de todo esto. [Mt 26:69] “Pedro estaba sentado fuera en el patio, “y una sirvienta se le acercó y dijo: Tú también estabas con Jesús el galileo. “Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: No sé de qué hablas. “Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta “y dijo a los que estaban allí: Este estaba con Jesús el nazareno. “Y otra vez él lo negó con juramento: ¡Yo no conozco a ese hombre! “Y un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: “Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. “Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a ese hombre! Y al instante un gallo cantó.”
Vergüenza, temor del hombre. Esa es de las grandes. Viene a nosotros. Tenemos temor de hablar del evangelio. Sientes que el Señor viene y… sientes tu conciencia: ‘Tienes que hablarle a ese hombre. Tienes que hablarle a ese familiar. Están pereciendo. Tienes que ir allá y hacerlo.’
Me acuerdo, me acuerdo de que leyendo el reporte… creo que era algo que Mack Tomlinson, -no sé si lo hace todavía— yo quedé fuera de su lista si todavía lo hace, pero él acostumbraba hacer un devocional diario. Y se lo enviaba a uno; y una vez él tenía una cita de Beth Moore. Un día ella estaba sentada en un aeropuerto y, ¿sabes cómo hacen ellos cuando alguien está en una silla de ruedas? como que los empujan hacia la puerta para que esperen, alguien —del personal del aeropuerto— hace eso y deja a la persona ahí hasta que es tiempo de abordar el avión y entonces alguien la deslizará.
En fin, ellos trajeron a este anciano y él tenía el pelo muy largo y lo tenía todo enredado y con nudos. Y ella estaba sentada ahí esperando el avión, y levantó la vista y lo vio, y como que escuchó que el Señor dijo… él tenía todo el pelo desgreñado, como que sólo lo sacaron de un hogar de ancianos o algo así. Y ella sintió como que el Señor le recalcaba que fuera y le cepillara el pelo. y ella realmente luchó con eso.
Me acuerdo de Paul Washer hablando acerca pasar al lado de un camión, había como, algún tipo de negocio de camiones, negocio de fletes o algo así, por donde él pasaba todo el tiempo. Puede que haya sido en Dallas. Y sintió al Señor: “Anda y háblales a todos estos camioneros rudos.” Y él decía que un montón de días pasó de largo y no lo hizo. Y Dios seguía empujándolo todos los dias: ‘Entra ahí. Entra ahí.’
Hermanos, eso es algo grande con lo que los cristianos tenemos que luchar, algo grande. Tenemos esto: “Quiero hacerlo a mi manera.” Tenemos esto de que no queremos buscar ayuda. Queremos ser dependientes… o independientes, mejor dicho. No queremos ser dependientes. Queremos ser… así que tienes estas cosas: “Quiero mi propia voluntad.” Tienes este espíritu de independencia. Tienes este espíritu de temor del hombre. ¿Alguno de ustedes ha pasado por eso?
Hermanos, me acuerdo… digo, orar en un restaurante ahora es como… ni siquiera pensaría dos veces en eso, ni siquiera me inmutaría. Recuerdo que las primeras semanas después de que fui salvado, me involucré con los Jóvenes por Cristo y me encontré con el líder en un restaurante como Denny’s y estábamos tomando desayuno. Y él dijo: “Oremos”. E inclinó su cabeza y yo me llené de un terror inmenso de que en realidad fuéramos a orar. Esto era tan contrario y opuesto a todo lo que había conocido: realmente orar públicamente en un restaurante. Yo estaba completamente atemorizado.
Pero el asunto es que aunque eso no esté ahí ahora, hermanos, todavía puede haber, de repente, algo… en que lleguemos a ciertas situaciones y nos llenemos de temor.
Recuerdo que había… Recuerdo que trabajaba en esta empresa de ingeniería en Kalamazoo, Michigan, y había un vicepresidente de operaciones ahí, y este hombre era de lo más intimidante. Y yo fui tan redargüído, que dejé ese lugar y nunca había hablado con él acerca del evangelio. Después de que me había ido tuve que escribirle y disculparme y… Pero podemos aterrorizarnos por el temor al hombre.
Otras formas en que se presenta: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios,” [1 Pe 5:6] ¿Haciendo qué? “Humillaos”. ¿Qué cosa? Echar todas tus preocupaciones, todas tus ansiedades. ¿Saben que la ansiedad es una tremenda manifestación de orgullo?
La preocupación es orgullo. ¿Sabes por qué? Podemos volver atrás al mismo tipo de… es como si Dios dijera: “¿Quién eres tú para que le temas al hombre?” Él también puede decirle lo mismo a Su pueblo: “¿Quién eres tú para estar ansioso?” ¿No estoy Yo en control de cada último, del más pequeño aspecto de tu vida? ¿No estoy Yo en control absoluto, completo y total? ¿Hay una mota de polvo que se mueve sobre la que Yo no tengo control?” Y el que nosotros estemos ansiosos quiere decir: ‘Necesito preocuparme de esto, porque Dios realmente no es capaz de hacerse cargo de esto.’ En realidad no puedo poner todo esto a Su cuidado, porque si lo hago, Él podría no cuidar de ello en la forma en que realmente necesita ser atendido’.
¿Y sabes lo que es muy cercano a eso en naturaleza y en pecado? La queja. Porque, muy a menudo, cuando estamos preocupados… ése es un compañero que va codo a codo con la queja, porque creemos que nos dieron un trato injusto. No sólo estamos ansiosos porque no nos gustan nuestras circunstancias y nos intimidan; nos quejamos porque no nos gusta el hecho de estar en esas circunstancias, de las cuales, a propósito, se nos dice que cuando esos israelitas estaban ahí en el desierto, Pablo les dijo a los corintios que ése es un jemplo para nosotros hoy. Y por lo tanto, tenemos ahí otra manifestación.
¿Qué les parece éste? Hermanos, éste es uno grande: Un deseo de grandeza. ‘¿Qué? ¿Cómo es que ese hermano tiene la oportunidad de hacer eso? ¿Por qué yo no tengo la oportunidad de hacer eso? ¿Como es que él… por qué me dan un trato injusto? ‘Señor, ¿por qué ellos tienen eso?’ ‘Quiero ser…’
¿Saben hermanos?, hay un montón de veces en que puedes ser vencido por las pasiones de la carne, en que deseas notoriedad, deseas atención, deseas aplauso, deseas reconocimiento, deseas honor. Deseas ser reconocido como mejor o más grande. Deseas ser reconocido por tu habilidad. Deseas ser reconocido por tu capacidad. Deseas ser reconocido por tu don. Deseas ser reconocido por algo que has hecho. Deseas ser reconocido… ¡caramba!, diste con mucho sacrificio y esa es una prueba…
O estás ayunando, un ayuno prolongado. Estás ayunando más tiempo del que sabes que la mayoria de la gente a tu alrededor ha ayunado. Y ahí esta esta cosa que se mete. Quieres que alguien sepa. Se supone que no debes dejar que tu mano derecha ni tu izquierda sepan lo que están haciendo cuando se trata de nuestro dar, y tú has dado muy sacrificadamente. Y tú como que, se mete ahí… De algún modo quieres que alguien sepa que hiciste eso.
Hermanos, ¿se acuerdan? Quiero decir, ¡aquí está! Lucas 9:46; se produjo una discusión entre los discípulos de Cristo en cuanto a cuál de ellos era el más grande. Aquí están discutiendo: ‘¿Quién de nosotros es el mayor?’
¿No creen ustedes que eso nos sucede en nuestra vida cristiana? ‘¿Quién de nosotros es el más grande?’
Fuiste e hiciste algo con un grupo. Vas al ministerio del campus y alguien está reconociendo la gran asistencia y pasan por todos los nombres y te dejan fuera. ‘¿Qué? ¿Cómo es que me dejaron fuera? Yo estuve ahí. ¿Cómo es que no se me reconoce?’
Y nos reímos, pero ustedes saben, estas cosas pueden… y la cuestión es, es como dice Pablo, no… no tenemos que proveer para los deseos de la carne. [Ro 13:14] Pero les digo que hay tiempos en que la carne puede venir sobre nosotros con tal intensidad, quiero decir, puede venir sobre ti con intensidad. No te gusta, te opones a ella, pero ella quiere atención, quiere imponerse, quiere reconocimiento, quiere su propia manera. Está llena de ansiedad, está llena de queja, no le gusta cómo te ha tratado Dios. No te gusta la providencia con la que Dios te ha tratado.
Hermanos, pueden venir períodos sobre ustedes… cuando viene, ¿cómo batallamos? ¿Cómo echamos mano de esa cosa? ¿Como tomamos esa cosa por el pelo y le traspasamos el cuello con la espada? ¿Cómo lo hacemos? ¿De dónde viene la batalla?
Hermanos, les diré otra cosa que pasa, está muy emparentado con no buscar ayuda —es así de independiente— es la confianza en sí mismo. De nuevo, ¿se acuerdan cuando se presentó en Pedro? Confianza en sí mismo, ¿cuándo fue demasiado confiado Pedro? ¿Cuando qué? Exacto, justo ahí. ‘No te negaré.’ ‘¡Señor, aunque todos ellos te nieguen, yo no te voy a negar!’
¡Caramba!, el orgullo… amigos, sé que Proverbios dice que el orgullo va delante de la destrucción, [Prov 16:18] pero va delante de las caídas. Hermanos, cuando estamos llenos de orgullo y seguimos con él; tú no quieres estar en su compañía. Si eres hijo de Dios, Él va a humillarte. Pero tenemos que asestarle un golpe mortal. Cuando venga, tenemos que librar la batalla más feroz con él.
¿Como lo hacemos? Y aquí está la cosa, aquí está la cosa. Todo cristiano tiene que luchar con estas pasiones, cada uno de nosotros. Tenemos que hacer guerra. Todos debemos luchar contra el orgullo. Todos los que verán la vida eterna. Hermanos, debemos, debemos dar esta batalla. Debemos. Debemos hacer morir las obras de la carne, incluyendo estas obras orgullosas. ¡Debemos hacerlo!
Romanos 8:13 —muchos de ustedes están familiarizados con esto— dice: “… si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”
Si vives de acuerdo a estas pasiones, vas a morir. Si las haces morir, vives. Los cristianos verdaderos son asesinos del pecado. Por el poder del Espíritu, tú eres asesino del pecado. Tenemos que aprender a batallar con esto.
Pero esta es la cuestión: en la práctica, algunos de nosotros lo hacemos mejor que otros. Me refiero a aquellos que en verdad batallan. Entre los que son cristianos verdaderos, la verdad es que algunos tienen mayor éxito que otros y eso simplemente no puede ser debatido. ¿Cómo sabemos eso? Porque, hermanos, dentro del reino cristiano, tenemos cristianos que son más humildes que otros. Esa es una realidad.
¿Y saben qué? Normalmente esperaríamos encontrar que aquellos que han caminado con el Señor por largo tiempo… quiero decir, la verdad es que, probablemente, como un todo, esperaríamos encontrar que alguien que ha caminado con el Señor veinte, treinta, cuarenta, cincuenta años, va a saber algo acerca de la humildad de Cristo que alguien que ha caminado con el Señor por seis semanas no sabrá.
¿Pero saben qué? Incluso aquellos, si trajéramos a todos los que han caminado con el Señor por un año, algunos son más humildes que otros.
¿Por qué? ¿Por qué? Quiero decir, es verdad.
Es como cuando Jesús dice: “Acumulaos tesoros en el cielo,” [Mt 6:20] Algunos acumulan más. Eso es cierto. Algunos responden mejor a la cosas que somos llamados a hacer. Algunos son más sacrificados. Algunos responden como la viuda, que dio sus últimas dos monedas. No todo el mundo hace eso. No todos son así de sacrificados.
Y no todo el mundo es igual con respecto a la humildad. No todo el mundo es igual con respecto a la fe. Jesús pudo mirar aquí y decir: ‘¡Oh, hombres de poca fe!’ y luego pudo mirar acá y decir: ‘¡No he encontrado tal fe ni siquiera en Israel!’ No somos todos iguales.
Incluso aquellos que tienen fe verdadera, no todos somos iguales. ¿Cómo es que algunos luchan mejor? ¿Como es que algunos tienen mayor éxito? Algunos cristianos alcanzan mayores progresos; corren más rápido, llegan más alto, se asemejan más a Cristo.
Mi pregunta para ti es: ¿Por qué? ¿Qué es lo que ellos saben, qué es lo que están haciendo que otros tal vez no están haciendo tan exitosamente también? En la práctica, ¿qué hace la diferencia? Porque creo que tú y yo tenemos que reconocer que hay una diferencia. ¡Hay diferencia!
Entonces, ¿por qué? Todos los cristianos verdaderos pelean la batalla. La verdad es que, en medio de la batalla, algunos parecen ser más vencidos en el campo de batalla. Algunas personas parecen caer más. Algunas personas terminan como los hebreos; [He 5:12] en un tiempo tal en que ellos debieron ser maestros, necesitaban de alguien que fuera y les enseñara.
O los corintios: [1 Co 3:1-3 ‘Tengo que tratarlos como a carnales, ni siquiera puedo alimentarlos con lo adecuado.’ Quiero decir, ¿por qué pasa eso? Algunos avanzan; algunos son elogiados, algunos reprendidos. Tú sabes que es verdad.
Mira a Cristo cuando lidió con las siete iglesias. ¿Eran iguales ellas? ¡No lo eran! Amigos, no se trata sólo de que los individuos son diferentes, sino de que los cuerpos colectivos son diferentes. Algunas iglesias alcanzan mayor humildad que otras. ¿Por qué? Tenemos que hacernos esta pregunta. ¡Aquí es donde está la batalla! ¡Aqui es donde se pelea!
Ahora bien, creo que todos nosotros reconocemos esto. Todos reconocemos que existe la gracia de Dios y que ese es un factor grande en el asunto. Creo que todos reconocemos con el apóstol Pablo, 1 Corintios 15:10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, “y su gracia para conmigo no resultó vana; “antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.”
Aquí está Pablo diciendo: ‘Oigan, reconozco que he superado a otros.’ ¿Sabes qué? Si has superado a otros, no es humildad decir que no lo has hecho. No lo es en absoluto. Porque si lo has hecho, lo mejor que puedes hacer es reconocerlo y darle a Dios la gloria por ello. Porque si lo has hecho, tú lo has hecho, y si lo has hecho es por Su gracia, por tanto deberías reconocer Su gracia. No deberías… es falsa humildad cuando dices que no eres algo que eres. Eso ni siquiera es verdad. Eso no es humildad. Lo que estás haciendo es que estás privando a Dios de la acción de gracias, de que Él te dio la gracia para devolvérsela a Él.
Pablo podía mirar a eso y decir: ‘He superado a otros’. Pero él no dijo: ‘Apláudanme’. Dijo: ‘Esta es la gracia de Dios.’
Así que, creo que todos deberíamos reconocer que es la gracia de Dios. Pero ni se te ocurra pasar por alto esto. Escucha lo que dice Pablo: “… por la gracia de Dios soy lo que soy” y admitirá eso y reconocerá eso y agradecerá a Dios por eso: “su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien,” —escuchen esto— “he trabajado mucho más que todos ellos”.
Pero déjame sólo destacar esto: él trabajó mucho más que todos ellos. Él no dijo: ‘Bueno, gloria a Dios, miren toda la gracia que Él derramó sobre mí y cómo fui capaz de superar a todos los demás; y yo básicamente me senté en el sofá y me convertí en un vago y vi teleseries y me las arreglé para superarlos a todos ellos. ¿No es gloriosa la gracia de Dios?’
Él dijo: ‘La forma en que la gracia de Dios se manifiesta es trabajando mucho, peleando más duro, batallando más fuerte. ¡Haces la guerra estando más alerta, con más ferocidad, con más fuerza, con más esfuerzo! ¡Pero lo haces tú!’
Hermanos, ¿ven?, cuando la gracia de Dios se presenta, lo que va a crear en ti es esa respuesta: ¡cuando tú lo haces! Debes hacer morir las obras de la carne. Sí, lo haces mediante Cristo, lo haces por el poder del Espíritu, lo haces por la gracia de Dios. Pero, TÚ lo haces.
Y te voy a garantizar esto: Cada vez que encuentres una persona que ha sobresalido más en humildad, es porque al pelear esa guerra contra el orgullo ellos han hecho algo más que otros. Ellos lo han hecho. Han corrido más duro en dirección a la humildad. Han luchado más duro para desafiar y derrotar al orgullo. Ellos lo han hecho; es mejor que lo creas. Ellos lo han hecho. Y si crees que vas a ganar terreno y vas a tener victoria sin pelear la batalla, estás pensando erróneamente. No va a suceder. Debes pelear.
Hermanos, nunca olviden esto: Si haces morir las pasiones del orgullo, es porque en realidad matas el orgullo. Mira, si estás corriendo esta carrera y vas diez pasos adelante de otra persona, es porque tú te has esforzado mucho más para lograr esos diez pasos extra.
Ahora bien, puedes derivarlo a la gracia de Dios, asolutamente, absolutamente. Y puedes alabar a Dios por eso, y claro, ése es un lugar donde necesitamos humildad, en todo caso, en reconocer lo que Dios nos ha dado para que no nos envanezcamos y no estemos orgullosos y no miremos por encima del hombro a la gente que no tiene la misma cantidad de verdad y la misma cantidad de logros, personas que están de algún modo en oscuridad, en cierto modo sin una doctrina sólida. Miren, no estoy hablando de gente perdida, no estoy hablando de las multitudes heréticas, no estoy hablando de religión falsa, estoy hablando de otros cristianos que simplemente no están donde tú estás.
Pero hermanos, si van a hacer morir esto, si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán. Pero TÚ debes hacerlo; TÚ debes hacerlas morir.
Hermanos, lo que estoy enfatizando aquí es que, si no has alcanzado los progresos en humildad que tienen otros, es tu culpa. Es porque tú no has perseverado. Es porque tú no te has superado. Es porque tú… Mira, si estás por encima de otros, es porque tú has sobrepasado a otros. ¿Por la gracia de Dios? Sí, Pero anótalo, si tienes éxito es porque TÚ lo lograste.
Y la razón por la que recalco la responsabilidad personal con tanto énfasis en este punto es precisamente porque los escritores de la Escritura enfatizan la responsabilidad personal así de enfáticamente.
Amigos, las iglesias humildes… hay iglesias humildes, hay personas humildes. Y el asunto es que, vienen de alguna parte. Hay personas que se distancian enormemente de las demás, y vienen de algún lado. Ellas no se dan por accidente.
¿Y saben de donde vienen? Les garantizo, hermanos, que vienen del camino de la dificultad; vienen del camino de la disciplina; vienen del camino del esfuerzo extra; vienen del camino de una vida de oración más vigilante; vienen del camino de estar en la Palabra de Dios; vienen del camino de caminar con Cristo; vienen del camino de… vienen del camino de ser proactivos. ¿Saben lo que quiero decir con eso? Donde hay un arduo esfuerzo especial de ser humilde, versus la persona que toma la vida cristiana como le llega.
Son personas que de manera proactiva dicen: ‘Voy a perseguir la humildad con pasión.” Hay otras personas que ni siquiera la están persiguiendo. Dios la trabaja en ellos hasta cierto grado, pero no están orando por ella. Como cristiano, Dios la va a trabajar en ellas; va a trabajar esa imagen ahí Pero ellas no la ven como importante ni de lejos. No son agresivos en buscarla. Y eso puede venir a través del tipo del énfasis de enseñanza que reciben.
Una de las razones por las que yo quería que James les trajera el caso “Andy” de la semana pasada es porque, miren, estoy absolutamente convencido de esto. ¿Saben?, creo que una de las razones por las que Kirksville y Sedalia tienen la clase de iglesias que tienen, y los niveles de humildad que tienen como iglesia se debe a los líderes que tienen. Ellos tienen líderes humildes. Y creo que ustedes necesitan ver el valor de tener líderes humildes en nuestra iglesia también, y estar orando por mí y por aquellos otros hombres que vendrán después de nosotros.
Necesitamos hombres que marquen la pauta en nuestras vidas, necesitamos ejemplos. Y la verdad es que en una iglesia los ancianos han de ser ejemplos. Eso es lo que dice Hebreos 13.
Pero, hermanos, algunos dan traspiés en esto. Algunos no tienen tanto éxito. ¿Por qué? Y no siempre es porque no pusieron ningún esfuerzo. ¿Saben qué? A veces, los cristianos sí ponen algún esfuerzo, pero algunas personas parecen trastabillar y parecen fracasar.
Bueno, Pablo dice esto cuando se refirió a golpear su cuerpo; él dijo que no daba golpes en el aire. [1 Co 9:26-27] Tú sabes cómo es cuando tienes algún, cuando tienes peleas de hombres. Te echas hacia atrás con toda tu fuerza y lanzas el puñetazo circular más grande y pones todo lo que tienes en él… y golpeas en el aire y fallas completamente en darle al enemigo. Has gastado esfuerzo. Pero no te ha beneficiado en nada.
Y para muchos de nosotros en la guerra cristiana, es así. Un montón de veces andamos a la deriva, porque gastamos la energía con poco beneficio. ¿Ven? lo que queremos hacer es enfocarnos. ¡Queremos enfocarnos! Si vamos a luchar contra esta cosa, necesitamos averiguar cómo tomar esta cosa por la cabeza y cortarla en pedazos con un hacha y necesitamos hacer que nuestros golpes cuenten. Necesitamos hacerle daño. Necesitamos someter nuestros cuerpos a sumisión. Necesitamos hacer daño en la batalla a Satanás, necesitamos resistirlo. No queremos que nuestros esfuerzos sean en vano, dispersos, ineficientes.
¿Se acuerdan…? ustedes dicen: ‘¿Cómo podemos hacer eso?’ ¿Se acuerdan cómo Pablo se presentó a los colosenses y dijo: ‘Saben ustedes lo que están haciendo, colosenses?’ Están diciendo: ‘No comas, no bebas, no toques,’ ¿Recuerdan eso? ¿Recuerdan dónde dice eso él?
¿Saben lo que está diciendo? Sus esfuerzos son dispersos. Son inútiles. No van a llegar a ninguna parte. Lo que están haciendo no les está ayudando en la batalla. Es esfuerzo desperdiciado.
Tienen gente que está diciendo: ‘OK, en esto consiste la vida cristiana: Necesito tener la dieta correcta; Necesito beber las cosas correctas; Tengo que tocar las cosas correctas.’
¿Ves? se convierte en eso de todas estas cosas externas, pero ellas no ayudan. No llegan realmente adonde la batalla se pelea.
Ustedes dicen: ‘OK, hay un montón de… lo entendemos, lo entendemos. ¿Cómo peleamos? Quiero decir, ¿como damos la batalla a muerte? ¿Cómo usamos la energía correctamente?
Bueno, la cuestión es esta: Bien, imagina esto: De repente, esto te toma por sorpresa: ‘Quiero mi propia voluntad.’ Bueno, no siempre se manifiesta así, pero es como… hay una cosa en tu vida y ‘yo quiero eso’, ‘quiero hacer eso’. Tu corazón se inclina en una dirección. Puede llegar a ser cualquier cosa.
Escuché a alguien hablar acerca de que conocía una joven que había hecho un ídolo de llegar a ser misionera. ¿Escucharon esa historia? Hay un montón de cosas diferentes. La gente… la idolatría puede atacarnos. ¿Y saben lo que pasa cuando la idolatría se abalanza sobre nosotros? Queremos esa cosa. ¡La queremos! Ah, ¿no es increíble? apenas un ídolo entra en tu vida no pasa mucho antes de que el Amado de tu alma aparezca y diga —ponga Su dedo justo en ella— ‘Quiero eso’. ‘¡No, Señor, cualquier cosa menos eso! ¡Eso no! ¡Esa era la única cosa sobre la que yo no quería que vinieras y lidiaras conmigo!’
Y ya saben, podemos llegar al punto en que tratamos de convencernos: ‘¡Eso no es un ídolo! ¡Eso no es un ídolo! ¡Yo puedo dejar eso!’ Podemos llegar a ser un poco como el borracho, el perdido, ya sabes: ‘Puedo dejar eso cuando sea que yo quiera!’ Y de ese modo tratamos de convencernos: ‘Puedo dejar eso cuando sea que yo quiera!’ Y seguimos deciéndonos eso porque no queremos que el Señor venga y nos diga: ‘Bien, deshazte de eso’. Y entonces Él viene y dice: y escuchamos que Él nos habla a la conciencia, es como: ‘¡Ay!, ahora no tengo paz. Necesito renunciar a eso.’
Una de las cosas es ésta: ¿Qué ocurre cuando soy vencido por eso? ¿Qué ocurre cuando viene un período en mi vida en que deseo mi propia manera? ¿Cómo llego a desear que sea a la manera del Señor cuando deseo que sea a mi manera?
Bueno, miren, esta es una suposición mía. Si eres un hijo de Dios, enterrado en algún lugar, tú deseas la manera de Dios. Porque si eres Su hijo, aun cuando pueden aparecer períodos así, en alguna parte enterrada en la raíz, lo que realmente eres es evidente.
¿Sabes por qué digo eso? Porque uno de los rasgos propios de un hijo de Dios es que es bienaventurado por tener hambre y sed de justicia. Y yo veo esto: En el Nuevo Pacto, Dios promete que va a limpiarte de todos tus ídolos. Y también veo esto en las Escrituras: Que Dios produce en ti el desear como el hacer por Su buena voluntad.
Por tanto, esto es lo que sé. Cuando un verdadero hijo de Dios se enfrenta a un período en su vida en que sólo desea las cosas a su propia manera —desea algo— sé esto: Que en algún lugar ahí, todavía hay un deseo, un hambre y una sed por lo que es justo y por lo que es bueno. Deseas la voluntad de Dios.
Porque si —mira— si no hay nada de eso… quiero decir, un hombre se me acercó —tengo estos… de vez en cuando me llega esto— me llegó este correo electrónico de este hombre y decía, aparece gente haciéndome las preguntas más locas; este hombre quiere consejo sobre cómo llegar a ser cristiano o cómo llegar al cielo, cómo conseguir la vida eterna cuando no la deseas.
Escuchen lo que dijo —esta es una cita suya— ‘Pienso que mi problema es que internamente deseo pecar. ¿Cómo se supone que odie el pecado? He orado por eso’ —en otras palabras, para odiar el pecado— ‘pero no estoy seguro de la legitimidad de una oración por algo que sé que es bueno, pero que en verdad no deseo.’
Bueno, le escribí de vuelta y le dije: ‘¡Ni siquiera sé por qué me escribiste!’ ¿Por qué me escribes para preguntarme por algo que no deseas?’
Yo creo que un hijo de Dios verdadero no es como esta persona. Un hijo de Dios verdadero nunca va a estar en una situación donde esté así: ‘Quiero mi propio camino y no tengo manera de salir de esto, porque no quiero la manera de Dios y quiero mi propia manera, punto.’
¿Ven?, yo no creo que el cristiano verdadero sea así. Creo que el cristiano verdadero en sus peores momentos es como David cuando trató de salirse con la suya, y ahora sus huesos están todos secos y sólo hay esta, ¡oh!, hay esta oscuridad espiritual que ha entrado a su alma. Él no es feliz, se siente miserable. Ha deseado su propio camino y está en la miseria. Y quería salir. Qué bendición cuando repentinamente vino a él el profeta y dijo: ‘Tú eres ese hombre!’ ¡Qué bendición fue esa!
En sus peores tiempos, hermanos, hay una convicción ahí dentro. Puedes haber intentado acallarla, pero la punzada de Dios en tu conciencia —y tú lo sabes— y en lo profundo, tú realmente deseas Su voluntad. Y si alguna vez has estado en uno de esos momentos cuando has luchado contra desear tu propia voluntad, y llegas al lugar en que renuncias a ti mismo.
¿Han escuchado alguna vez la historia de Don Johnson sobre su colección de puntas de flechas? Don Johnson tenía estas puntas de flechas. Pasó su vida entrando a cavernas y encontrando por toda el área de Arkansas y él iba a escarbar y a explorar y tenía una realmente impresionante coleccción de puntas de flechas.
Y fue como que un día Dios dijo: ‘Don, desházte de ella’. Y él estaba consternado. ‘¡No, no!’ ¡No podia hacerlo! ¡No queria hacerlo! Y luchó y batalló y estaba en tanta miseria; y estaba acercándose a un domingo y tenia que predicar. ¡Puntas de flechas!
Y entonces pensó, bueno, que intentaría venderla, ‘pero el Señor me va a dejar quedarme con algunas de mis favoritas’. Y dice que entró a ese edificio de la iglesia el domingo en la mañana y estaba ahí arriba en la parte de adelante y estaba de rodillas ¡y simplemente clamaba y estaba luchando, esta cuestión lo estaba consumiendo! Y llegó al punto en que sólo dijo: ‘Está bien, Señor, puedes quedarte con todo.’
¿Cuátas veces llegamos a eso, una y otra vez en nuestra vida? Y luego qué paz y alegría y es sencillamente… ¡Deseamos eso! En lo profundo, deseamos más esa relación… asi que yo confío en eso.
Pero luego, hermanos, por encima de eso, no sólo el deseo de humildad, ¡tenemos que estar resueltos! Recuerden cómo lo dijo el salmista David en el Salmo 17:3: “he resuelto que mi boca no peque.”
Esto de nuevo habla de ser proactivos. Tenemos que buscar la humildad con propósito. ¿Ven hermanos? este enfoque reaccionario no lo consigue. ¿Saben lo que quiero decir con reaccionario? Todo lo que estoy haciendo es vivir toda mi vida a la luz de mis colecciones de puntas de flechas y cuando Dios pincha mi conciencia tengo que pelear y hacer guerra y discutir y echar humo y luchar antes de descansar por fin.
Necesitamos ser proactivos en el sentido de… Jesús no buscó Su propia manera cuando estuvo aquí. Él se humilló a Sí mismo. Hermanos, Él no buscó Su propio deseo. No vino a ser servido.
¿Saben qué?, tenemos que ser proactivos. Hay ciertas cosas que podemos hacer para humillarnos a nosotros mismos. Servir es una de ellas. Hermanos, servir. Servirse unos a otros. Romanos 15:2 “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación. Pues ni aun Cristo se agradó a sí mismo;”
Adquirir el hábito, hermanos… ¿Quieren dar la batalla? Básicamente, una de las formas es buscar resueltamente intentar estar envuelto en las diversas actividades en que estás tejiendo este hilo de humildad en tu vida. En otras palabras, simplemente entrégate. Lleva un diario, un diario donde, básicamente, vas a buscar servir a otras personas.
De nuevo, tienes que ser cuidadoso. Es mejor poner pequeñas anotaciones en ese diario. No dejes de arrancar las páginas cuando se avejenten mucho y tíralas a la basura para que no puedas volver a trás. Muchas veces es mejor que olvidemos las cosas que hacemos. Pero al menos, quizás llevar un diario en el que puedas anotar las cosas que esperas hacer y formas en que puedes servir a la gente, y después que lo hayas hecho arráncalas, arrúgalas y tíralas a la basura. Porque no necesitas recordar, Olvida esas cosas que quedan atrás, tanto como que eso fuera perjudicial para la propia humildad en la que estás tratando de moldearte, por el poder de Dios en ti.
Pero necesitamos ser proactivos, no sólo reactivos. Lucha para servir a la gente. Lucha contra las tendencias egoístas. Luchen contra ellas, hermanos.
Me refiero a que pienso que algunos días, cuando he estado en la iglesia todo el día, y ya saben, me he levantado temprano y me he estado preparando y luego vengo a la iglesia, y predico y hay diversos asuntos de los que encargarse y todo tipo de gente que quiere hablar y hay situaciones de consejería y todas estas cosas ocurren y llego al final del día estoy extenuado… y estoy como…
¿Saben?, cuando Paul Washer estuvo aquí la última vez me dijo: ‘No dejes que estos jóvenes te agoten.’ Y dijo: ‘Lo harán.’ Y él hablaba muy en serio. Dijo: ‘Ellos pueden aniquilarte, especialmente en un domingo.’ Y dijo: ‘En verdad, pueden hacerlo, pueden causar que derrota espiritual y tinieblas vengan a tu vida. Ellos pueden fatigarte hasta ese punto.’
Pero, ¿saben? y puede haber veces en que es como: ‘¡Uf! estamos al final del dia’ y es como: ‘¡Uf, Ruby me estuvo diciendo que los Wilkinson necesitaban las chaquetas para sus hijos, porque iban a Minneapolis y fue como… bueno, Marta terminó llevándolas allá, pero fue algo como ‘vamos a tener que’ y fue algo como ‘¡Uf!, sólo quiero… quiero descansar’. Quiero decir, lo habríamos hecho, pero, no habría habido siquiera un titubeo en mi corazón de hacerlo.
Porque pienso en el propio Señor. ¿Puedes pensar en un momento en que Él estuvo agotado y exhausto? Y aun así tuvo tiempo no sólo para una mujer, Él no se detuvo después de eso. Luego todos los samaritanos vinieron al pozo y Él sólo siguió adelante. Él se agotaba sirviendo a la gente.
Hermanos, déjenme sólo terminar con esta nota. Porque… yo… y no hemos terminado con esto todavía, probablemente volveremos a ello una vez más. Pero escuchen, les diré esto de nuevo: Sea en Romanos 12, sea en Efesios 4, sea en Colosenses 3, está esta cosa acerca de la mente, ajustar tu mente, renovar tu mente.
Hermanos, la batalla contra el orgullo es una pelea en la mente. Es una pelea por lo que crees. Es una pelea por la verdad. Aquí está Jesús, si Él estuviera aquí ahora mismo y algunos de Sus discípulos estuvieran aquí discutiendo sobre quién iba a ser el mayor, déjenme decirles exactamente cómo Jesús buscó equiparlos. Exactamente cómo buscó. Y cuando lees la epístola de Pedro, ves que él lo entendió, aprendió.
Tenías a algunos discípulos discutiendo quién iba a ser el mayor. Esto es lo Jesús les dice: Casi se podría pensar que esto es totalmente al revés de la forma en que uno pensaría que Él razonaría. Sorprendentemente, les dice a los hombres que discutían sobre quién va a ser el mayor; es como si Jesús dijera: ‘¿Saben?, en realidad Yo sí quiero que sean el mayor. Y les voy a mostrar el camino hacia ello. Muchachos, no es que aquello sobre lo que están discutiendo sea malo.’
Bueno, ellos estaban avergonzados por la forma en que estaban discutiendo y estaban discutiendo por algo que —ellos sabían— sus conciencias les decían que estaban equivocados. Estaban como silenciosos junto a Él. Jesús había tenido que preguntarles a veces: “De qué hablan ustedes ahí? Ellos como que agacharon la cabeza. Estaban discutiendo y hablando acerca de quién iba a ser el mayor.
Me refiero a que, ¿se acuerdan de la vez… ya saben que había algunas conexiones familiares aquí. Santiago y Juan vienen con su madre: ‘Oye mamá, ¡haznos entrar!’ ‘Queremos sentarnos a tu derecha y a tu izquierda.’ ¿Saben lo que es interesante? Cuando Jesús respondió, no dijo: ‘No habrá alguien sentado a mi derecha y a mi izquierda.’ De hecho, Él dice que habrá.
Pero finalmente, Él dijo… ¿se acuerdan de lo que les pasó a los otros discípulos cuando ellos vinieron y preguntaron eso? Estaban indignados. Porque, de nuevo: ‘!Queremos eso!’ ‘¡Lo queremos!’ Deseo de grandeza. En todo ello, Jesús nunca dijo que no persiguieran la grandeza. Sólo dijo que la forma en que el mundo la persigue no es la correcta. ¿Se fijan?, el camino a la grandeza es la humildad.
Tenemos esta realidad repetidamente en la Escritura: Que para que seas exaltado debes ser humillado. Que aquellos que se exalten a sí mismos serán humillados; aquellos que se humillen a sí mismos serán exaltados. Los que serán los más grandes en el Reino son aquellos que sirven. Si fueras el mayor, vas a llegar a ser siervo de todos y esclavo de todos a quienes vas a servir. Jesús… ninguno llegó más profundo y Él fue exaltado.
¿Dónde dice eso la Biblia? Filipenses 2. Él se humilló a Sí mismo, se hizo hombre, obediente hasta la muerte, muerte de cruz, y Dios lo exaltó. Hermanos, va a haber alguien sentado a Su lado derecho y a Su lado izquierdo. ¿Puedo decirles quién es? Va a ser aquél que es el más humilde. Esa persona va a ser la mayor: quien sirvió más, quien amó más. Así que ahí esta tu camino.
¿Pero se fijan? tiene que ver con algo mental. ¿Como voy a pelear la batalla? Hermanos, ¿saben lo que Jesús estaba haciendo y qué puedo hacer yo como un siervo Suyo al enseñar lo que Él enseñó? Quiero animarlos a todos a la grandeza. Quiero animarlos a ser tan grandes como sea posible en el Reino de los Cielos. Quiero animarlos a sentarse tan cerca de Cristo como puedan. Quiero animarlos a la verdadera grandeza.
Jesús puso a un niño en medio de ellos y básicamente dijo: Quienquiera que reciba a un niño como éste… ¿Se fijan? Hubo veces en que esos discípulos eran como: ‘Somos demasiado grandes para los niños.’ ¡Llévense a sus niños, el Maestro no quiere tener nada que ver con ellos! ¡Él es demasiado grande para eso! ¡Nosotros somos demasiado grandes para eso, saquen a esos niños de aquí!’
Y Jesús está como separándolos y diciendo: ‘Muchachos, ustedes no entienden. Traigan a los niños a Mí.’ Y todos están como mirando, es probable que siempre estuvieran mirándolo a Él pensando… ellos probablemente siempre estaban mirándolo a Él sitiéndose medio avergonzados, ¿verdad? Avergonzados, retraídos. Finalmente lo entendieron, se puede ver. Pedro dice: [1 Pe 5:6] “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que Él os exalte a su debido tiempo.”
Hermanos, esta es una batalla de la mente. ¿Ven? Cuando quiero mi propia manera, puedo empezar a refunfuñar, puedo echar por tierra este deseo por mi propia manera, puedo poner la espada en la garganta del orgullo cuando pienso: ‘Sabes qué, Jesús me ofrece lo mejor. Él me ha mostrado el camino a la verdadera grandeza.’ Para ti desear eso no es malo, o Él no habría apelado a ello. Y Él apeló a ello. Él apeló a que persiguieras tu propia grandeza. Y en medio de esto, para que fijes tu mente, hermanos, fijen su mente en la verdadera grandeza. ¡Pónganla ahí!
Y miren, estoy convencido de que, como cristianos, básicamente somos gente que debe hacer guerra contra las pasiones de la carne, los deseos de la carne, como gente que tiene hambre y sed de justicia.
¿Saben lo que significa eso? Significa que en este mundo, los cristianos no son gente que no conoce los deseos de la carne. Los conocen, hacen guerra contra ellos. Como gente que tiene hambre y sed de justicia; para ustedes, desear la verdadera grandeza es tener hambre y sed de justicia.
¿Se fijan hermanos?, somos gente cuyos deseos por lo bueno deben ser mayores que nuestros deseos por lo malo. Hermanos, nos mentiríamos a nosotros mismos si dijéramos que nunca hemos tenido deseos por cosas lujuriosas, cosas inapropiadas, cosas sexualmente inmorales, cosas orgullosas, codiciosas, lujuriosas, envidiosas, celosas, blasfemas. Quiero decir, tenemos todas estas cosas; vamos a entrar en todo tipo cosas: incredulidad…
Pero hermanos, lo que somos es gente cuyos deseos por la justicia tienen que sobrepasar; es así como triunfamos. Es ahí donde realmente ocurre. Ocurre en el nivel del deseo.
Y hermanos, cuando vas (por la vida) con mayores deseos por la verdadera grandeza. Tú dices: ¿a qué se parece esa grandeza? Oh hermano, si tiene que ver con dónde nos sentamos y de la cercanía que tenemos con Cristo y con cuánto llegamos a disfrutar de Él y con que se nos den mayores facultades ser llenados con el gozo y los placeres de Dios, somos la vasija más grande posible para ser llenada con este gozo sempiterno y conocer las delicias de Dios y ser capaces de tener mayores comprensiones. O incluso como es aquí, algunas personas tienen mayor coeficiente intelectual, si básicamente resulta en mayores capacidades de poder conocer y comprender a Dios. Y cuanto más conoces de Él, más lo amas. Cuanto más conoces de Él, mientras más conoces de Él más hay que sea digno de ser amado por ti, más hay que provoque gozo, y eso sólo aumenta en la inmensidad de ello siempre, y tener… Hermanos, yo no sé cómo es todo eso, pero en verdad hay una habilidad y una capacidad para estar más cerca o para tener comprensiones mayores. ¡Hay!
Jesús no dice que no hay un lugar para sentarse a su diestra. Y hermanos, si podemos llenarnos de esto y podemos llegar adonde se nos inspira que busquemos tener la recompensa más celestial y las mayores glorias y llegar a tener la mayor cantidad de coronas para lanzar a Sus pies y haber vivido la vida más sacrificial y agradable a Él y obtener los mayores elogios de Él al final. Hermanos, cuando nuestro deseo es por ello supera esos otros deseos; ahí es cuando se es victorioso, cuando tu mente está puesta ahí. Pero hermanos, les digo, las personas que están caídas en el campo todo el tiempo —los que dan golpes al aire— la están perdiendo justo aquí. [1 Co 9:26] Porque cuando la batalla está sobre ellos, no tienen idea de dónde poner su mente. Puedes darte cuenta de lo que está mal: ‘¡No, no me gusta esto! ¡No quiero esto! ¡Estoy tratando de escapar de eso, sé que no es bueno!’ Pero si no tienes ningún lugar adonde ir, eres derribado en el campo de batalla.
¿Te fijas?, las mentes tienen que tener un lugar en el cual ponerse. Ponla en las cosas de arriba. Tiene que ser renovada. Ahí es donde damos esta batalla, hermanos. Ahí es donde la hacemos. Y si no estás tan persuadido de las glorias del cielo y de las glorias de la otra vida y de lo que hay para ser ganado por una batalla a muerte aquí, entonces no estás listo para pelear esa batalla. Va a pelearse aquí.
Bueno, que Dios nos ayude. Piensa en esas cosas. ¡Piensa en esas cosas!
Bien, eso es todo por hoy. Volveremos a esto la próxima semana. Probablemente una vez más en el orgullo, luego vamos a pasar a otra cosa seguramente.