El horror del orgullo: el deseo de que los demás te reconozcan

El mundo incrédulo está lleno de orgullo, pero lamentablemente el orgullo puede infiltrarse en la iglesia también. Es posible que deseemos interiormente las aplausas y la gloria de otros, mientras procuramos siempre aparentar como si no fuera así. Dios nos guarde del orgullo.


Pensemos en algunas expresiones del orgullo. Los escribas y los fariseos. Un gran ejemplo del orgullo de posición. El orgullo del reconocimiento. ¿Se acuerdan de lo que Jesús dijo sobre ellos? “Los escribas y los fariseos aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas”. Entonces vienes a la iglesia, y si hay personas que compiten por el primer asiento, ¿cómo se ve eso? Es decir, somos adultos, muchos de nosotros. No nos podríamos imaginar… ya saben cómo es con niños pequeños cuando juegan – ¿Cuál es ese juego que juegan con las sillas? Sillas musicales. Has visto cuando queda una sola silla. O incluso cuando quedan varias sillas, pero dos personas tratan de ocupar la misma silla. Eso es básicamente lo que Jesús está diciendo sobre los fariseos. Están peleándose para obtener el primer asiento. Ya sabes, se puede ver dos de ellos con toda su larga vestimenta puesta y están tratando de quitar el uno al otro de la silla como niños que juegan sillas musicales. Nunca se nos ocurriría hacer eso. Y sin embargo, puede existir esa sutil realidad en el corazón de que queremos posición. Queremos ser reconocidos. Queremos un lugar de importancia. Oh, el deseo de ser reconocido… el deseo de ser honrado. ¿Sabes qué? Cada miembro no está funcionando correctamente cuando existe esa actitud en la iglesia. ¿O qué tal el orgullo del poder o el éxito? Vemos esto en Nebucodonosor. Pero esto se puede infiltrar en la iglesia también. “¿No es ésta Babilonia? La gran Babilonia – que yo he edificado con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad”. Y ya sabes, eso puede entrar a la iglesia. Las personas hacen lo que hacen porque quieren mostrar lo que pueden hacer. “Mira lo que puedo hacer”. Esto de logros. Y sabes, la razón por la que sabemos que esto infecta fácilmente a la iglesia es que ahí en varias ocasiones, repetidamente, hay el círculo íntimo de discípulos. Lucas 22:24: “Se suscitó también entre ellos un altercado sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor”. Ahora, no nos atreveríamos tanto como para decirlo en voz alta. O sea, aquellos hombres eran muy descarados, ¿verdad? ¿Tener una discusión? Cuánto más algunas de las veces en las que discutían que, Jesús está ahí diciéndoles que va para Jerusalén para morir. Ellos están por ahí: “Yo voy a ser mayor que tú”. Y Jesús está diciendo: “Yo voy a morir”. Pedro, ¿quién te crees que eres? ¿Tú crees que solo porque caminaste sobre el agua ahí que vas a ser mayor? Te das cuenta, no se nos ocurriría eso ¿por qué? Debido al orgullo. Eso sería demasiado vergonzoso. Ya ves, eso es casi como niñitos. Pequeñitos que se pelean por un juguete: ¡Dámelo! ¡Dámelo! Ya sabes, observé eso aquí. Y los niños, ellos lo pueden hacer sin pena. Pero dos adultos, te lo puedes imaginar si dos de las madres actuaran así: ¡Dámelo! Y se sabe que no harían eso porque el mismo orgullo les indicaría que no fueran así. Porque no quieren avergonzarse. A los niños pequeños no les da ese sentido de vergüenza. Pero estos hombres eran atrevidos y descarados. No, a lo mejor no actuemos así, pero piensas, en tu corazón, deseas eso. En realidad deseas ser el mayor. No deseas ser el último. Deseas ser reconocido. Deseas que te aplaudan. Deseas ser… Deseas la gloria de los hombres.