El poder de la Cruz ofensiva

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Gálatas 5 versículo 11. “Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía?” Verás, el asunto en las Iglesias de Galacia, era un asunto del evangelio. Era un asunto central. Un asunto de vida y muerte. Había aquellos que querían volver atrás, bajo el Antiguo Pacto, la Ley de Moisés, y la circuncisión, que era una señal de ese pacto. Él dice: “Si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía?” De hecho, Pablo no estaba predicando la circuncisión. Él estaba predicando otra cosa y esa otra cosa es lo que le trajo persecución. Él dice esto: “En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz”. Quiero que noten estas cinco palabras en nuestras Biblias. “El tropiezo de la cruz”. Y si ustedes no entienden nada más que estas cinco palabras, tienen que darse cuenta de que un apóstol inspirado creía que si la cruz es predicada correctamente, si se predica de la manera que Dios quiere que se predique, es ofensiva a los hombres.

Ahora conserven ese pensamiento y vayamos a 1 Corintios 1 versículo 17. “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio, no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.” Ahora, quiero que noten algo justo aquí. Él dijo que fue enviado por Cristo para predicar el evangelio, no con sabiduría de palabras. Ahora bien, amigos, eso no significa que la Biblia no tenga sabiduría. No significa que el evangelio no sea un mensaje de sabiduría. No significa que la cruz de Jesucristo carece de sabiduría, más bien, si vemos el contexto aquí en 1 Corintios 1, vemos de inmediato a lo que él se refiere con “sabiduría de palabras”. Él dice en el versículo 18: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, estos es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios.” ¿Lo ven? La sabiduría en la que Pablo no está interesado, es en la sabiduría de los sabios que Dios va a destruir. La sabiduría de palabras de la que él está hablando es la sabiduría del mundo. Él no quiere nada de eso. ¿Por qué? Porque cuando uno va a la sabiduría del mundo, ¿ven el resultado? La Cruz se hace vana. Y eso es exactamente lo que él dice que no quiere hacer, para que no se haga vana la cruz de Cristo.

Al final de mi adolescencia, a los comienzos de mis veinte años, yo llevaba conmigo una cruz de plata. Algunas veces la usaba alrededor de mi cuello. Tenía una cadena con ella. Mi abuelo me la había dado. Los brazos en la cruz no eran delgados y angostos. Más bien, era una de esas cruces algo anchas. Tenía brazos anchos, tal vez de 3.5 a 4.0 cm de espesor. Y tenía grabada una imagen de María en un lado, y al dorso decía: “Soy católico, por favor llame a un sacerdote”. Déjame decirte algo. A veces yo usaba eso en el cuello. La mayor parte del tiempo, tenía esa cosa metida en una parte de mi billetera. Mi abuelo me había dado esa cruz ancha de plata, y yo valoraba esa cosa. Asumí que decía eso en el dorso, para que en caso de que alguien me encontrara inconsciente o muerto ellos llamaran a un sacerdote, y yo quería que eso pasara. ¿Por qué? Porque conducía una motocicleta rápida. Conducía un coche rápido. Les diré esto. Tenía en mi mente el no subirme a esa motocicleta sin esa cruz en mi bolsillo. En ese tiempo creía que esa cruz, realmente tenía, de alguna manera, de algún modo, una capacidad de ayudarme, de protegerme. Era un ídolo. Yo confiaba en ella. De hecho, mirando hacia atrás, a cuando estaba perdido creo que no había nada en mi vida en lo que confiara más que en esa cruz para salvarme si moría. Déjenme contarles esto. Cuando el Señor me salvó, unos seis meses después, en una fría noche de invierno en una carretera de Michigan tiré esa cosa hacia la oscuridad de un campo cubierto de nieve. No estoy aquí en esta mañana para darles un discurso de su joyería. Pero déjenme decirles esto. Cuando la cruz es usada de manera casual como joyería, cuando es considerada como una cosa de belleza, cuando es usada supersticiosamente para alejar el mal, no tiene ningún verdadero poder. El poder de la cruz no reside en una pieza de joyería. El poder la cruz está sólo en lo que la cruz originalmente estaba destinada a ser, un instrumento de muerte. El poder la cruz se pierde cuando la cambiamos a una utilería de belleza, una pieza de joyería, una cosa que va en el bolsillo como un amuleto mágico y supersticioso. El poder de la cruz es sólo uno. Es singular. Es su poder para matar. Ese es el poder de la cruz. Es un instrumento de muerte.

Les digo esto. Cuando aquellos primeros discípulos escucharon a Jesús decir, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”, tienen que ponerse en su contexto. Amigos, déjenme decirles algo. Si en el camino al supermercado tuvieran que pasar en medio de la gente y pudieran ver en su mente, hombres cargando esta gran viga en forma de cruz en sus hombros y su espalda mientras salen de la ciudad a algún lugar de matanza como el Gólgota, en donde ellos mismos serían torturados en una de las muertes más inimaginablemente brutales y conocidas, te darías cuenta que cuando Cristo dijo, toma tu cruz, ellos ni siquiera sabían que él iba a la cruz todavía. Sí, él les dijo. La siguiente cosa que encuentras es que ellos debaten quién será el mayor. Ellos no captaron lo que él decía hasta que él fue allí. Cuando él dijo que tomaran la cruz, más vale que creas que ellos habían visto lo que los romanos hacían. Los romanos tenían cierto proceder con los judíos. Cuando aquellos rebeldes se levantaban y eran atrapados, cuando esos hombres eran atrapados asesinando soldados romanos, los romanos tenían una manera de lidiar con ellos. Ellos lidiaban con ellos de una manera en la que no podían lidiar con ningún ciudadano romano. Los mataban de una manera brutal en una cruz. Si tuvieras esa imagen en tu mente; estás manejando al supermercado y ves a un hombre acarreando una cruz. Si tuvieras idea de lo que era el ver a hombres morir en una cruz, entenderías lo que pasó por su mente. Cuando Jesucristo dijo: “Toma tu cruz,” ellos escucharon muerte. La cruz significaba muerte. Tomar la cruz no significaba, tómala y ponla en tu bolsillo. No significaba ponerla alrededor de tu cuello, o en las perforaciones de las orejas. Las palabras de Jesús inmediatamente pondrían la imagen de criminales condenados en su mente, yendo a morir. Muerte. Además, significaba exactamente la misma cosa para Jesucristo. La cruz no perdonó a nuestro Salvador. Date cuenta de esto. Él estaba vivo cuando lo colgaron en la cruz y seis horas después lo bajaron y estaba muerto. Él estaba completamente muerto. La cruz es un instrumento para matar. Es un instrumento de muerte, no de belleza.

Y en esa cruz hay una ofensa. Él fue a la cruz a morir, a sufrir y morir. Y tú y yo no queremos quitarle su poder a la cruz. , puedes ver que esta es exactamente la preocupación de Pablo. Que no se haga vana la cruz, ¿qué nos dice eso? Es claramente posible hacer vana la cruz. ¿Cómo ocurre eso? Les diré cómo. Sólo hay una manera en la que ocurre, sólo una manera. Es cuando hacemos de la cruz algo que no es. Esa es la única manera en que puedes hacer vana la cruz de Cristo. Cuando presentas la cruz como lo que es, tiene poder. Y la cruz es ofensiva a los hombres. Pablo dice en Gálatas 5:11: “El tropiezo de la cruz”. Hermanos, no queremos volver la cruz en algo bonito, en algo brilloso, en algo decorativo o cualquier cosa así. Porque tan pronto como lo hacemos, nos deshacemos de su poder. Hay verdadero poder en la cruz, poder para satisfacer la necesidad más profunda del hombre. Les diré una cosa. Hay poder en esa cruz para hacer lo que ninguna otra cosa en el universo puede hacer, apartar la ira de Dios, y quitar el pecado, para reconciliar a Dios con el hombre, para que haya paz, poder para hacer lo que ninguna otra cosa puede hacer. Pero les advierto. El momento en el que la sabiduría del hombre toca la cruz, sólo ocurrirá una cosa. Siempre hace la misma cosa. Le corta a la cruz su potencia. Le robará a la cruz, sin fallo, su ofensa y siempre convertirá la cruz de Jesucristo en algo que no es y sin poder alguno.

Hermanos, escúchenme. La cruz de Cristo es ofensiva. Piensa sobre la ejecución sangrienta del Hijo de Dios, la que aquellos antiguos llamaron el patíbulo Romano (instrumento de ejecución pública). Es ofensiva. Y ¿sabes por qué? Escucha. Tú dices: “Yo no le veo nada ofensivo”. No si piensas en ella como algo que cuelgas en tu cuello, no si la ves como un crucifijo en la pared. Eso no es ofensivo. Lo que es ofensivo acerca de la cruz, es cuando ves al Hijo de Dios en toda su pureza teniendo que morir de la manera en que lo hizo. Hay algo en ella que es ofensivo, les diré lo que es. No le deja lugar al hombre para esconderse. Eso es exactamente lo que hace. Jesucristo sufrió de manera indescriptible en una cruz y murió. ¿Y sabes qué llega a mí como un estruendo? ¿Sabes qué es estruendoso a los oídos de la gente? El pecado no es trivial para Dios. Le dice a la humanidad: “Ustedes están en problemas si ustedes no toman lo que mi Hijo hizo por pecadores en esa cruz, si no lo toman para ustedes”. La cruz explica que Dios tiene tal opinión del pecado y que Él lidia con el pecado de tal manera y cuando vemos los horrores que Cristo tuvo que soportar en la cruz, hace que los hombres den un paso atrás y se den cuenta, “Oh, mi pecado no es tan trivial como pensé que era. De hecho, pensé que no era casi nada. Y lo veo allí, en la muerte del Hijo de Dios”. Nos despierta al hecho de que nuestro pecado es tan grande que necesitábamos ser salvados por nada menos que la horrorosa ejecución del Hijo de Dios. Les diré esto. Los hombres piensan poco acerca de su pecado. Los hombres por naturaleza son jactanciosos. Les gusta jactarse en su propia bondad. A ellos les encanta jactarse en su propio mérito. Les encanta jactarse en sus propios logros. Amigos, tenemos un salón lleno de gente que estuvo perdida por un tiempo y ahora ya no lo están, o lo siguen estando. Pregúntate a tí mismo: ¿No eres o fuiste sólo un jactancioso? Los hombres son patéticos jactanciosos todo el tiempo. Pero la cruz habla en diferentes tonos. ¿Sabes lo que la cruz dice? Dice: “Pecador, cierra tu boca”. Tú dices: “¿Qué? ¿Cómo te atreves? Eso es ofensivo”. Exacto. Esa es la ofensividad de la cruz. Les dice a los hombres que cierren sus bocas jactanciosas. Les dice a los hombres que ellos son malos. Que son en realidad, realmente y verdaderamente malos. Les dice a los hombres que sin la cruz, no hay nada sino sólo una condenación y muerte segura y el castigo eterno y destrucción. Les dice a los hombres que Dios no está jugando con el pecado. Les dice a los hombres que están en un problema terrible. Si tú miras a la cruz y puedes alejarte frívolamente y evitarla y pensar, “Oh, espero que en el final, de alguna manera, todo salga bien entre Dios y yo. ¿Sabes?, después de todo, él es mi amigo y se trata de él y yo…”

Hay un joven que me llamó el jueves. Todo el tiempo hay gente que viene a mí de esta manera. Es gente que no está segura si son salvos. “Estoy tratando de ser salvado, pero Dios no me está salvando, o estoy intentando ser salvado, bueno, pienso que soy salvo, pero no estoy seguro de ser salvo, y no sé si estoy adentro y no sé si estoy fuera y oí algo que hiciste, e iré contigo”. Y a medida que comencé a indagar en el asunto, encontré que en este joven, sus ojos estaban ensimismados consigo mismo. ¿Me estoy arrepintiendo? ¿Estoy creyendo? ¿Lo estoy haciendo? El Yo. Él está tratando de llevarse a sí mismo a hacer esto, a tratar de hacer eso, a intentar hacer lo otro. Le dije: “Señor, tú problema es que te estás mirando a ti mismo. Estás tan absorto en ti mismo. Estás tan ensimismado en ti mismo. Necesitas poner tus ojos en Cristo”. Y a medida que comencé a indagar más a fondo, ¿saben qué es lo que me confesó? Él dijo que mientras estaba luchando con Dios sobre su falta de seguridad en si era salvo o no, él dijo que un pensamiento vino a él de manera muy fuerte en toda su frustración. Y él pensó, “Dios, yo merezco ser salvado”. Le dije: “Eso es”. Y puede ser que haya algunos de ustedes así aquí.

Oh, puedo recordar el haber hablado con un hombre, un hombre para el que solía trabajar. Y recuerdo haberle dicho acerca de ministrar a unos pandilleros en la calle, Y él se levantó, y yo le dije: “Suena como si pensaras que eres mejor de lo que en realidad eres”. Este hombre iba a la iglesia todo el tiempo. Este hombre cargaba todo el tiempo una Biblia. Y Él dijo: “Sí”. Él es un hombre externamente muy moral. Pero sus colmillos salieron y dijo: “Yo soy mejor”.

Amigos, puede ser que haya algunos de ustedes aquí así en este día. Tú dices: “Yo no soy como esa prostituta. no soy como esa gente”. Puede ser que no lo admitas, pero lo piensas. Y sólo diré, ven conmigo y mira la cruz. En todas tus actitudes de auto justicia mira la matanza, mira a la exterminación y la muerte. Este no era cualquier hombre. Este era el Cordero de Dios sin mancha, el mismo Señor de gloria y Él fue sacrificado en un madero. Hermanos, esto nos muestra que fuera de la cruz los pecadores no tienen sino solamente juicio y será severo, no más severo que la sentencia demanda, sin embargo, el juicio es severo. Escucha. Piensas que tú pecado es pequeño. Jesucristo dijo… Él dijo que vas a dar cuenta hasta de cada palabra ociosa que hables. Él dice que Dios toma tan en serio el pecado, que si pronuncias una pequeña palabra ociosa, vas a tener que ir al infierno para pagar por eso en el día del juicio. Nuestro pecado toma de manera ligera la gloria de Dios. Es un ataque contra Su gloria y Su santidad es ofendida y no puede permanecer con el pecado y no lo hará, y Él castigará perpetuamente todo lo que tú pecado merece. Y los hombres no se dan cuenta que es lo que merece su pecado.

Hermanos, esto es lo que quiero hacer. Tengo tres partes aquí. Voy a intentar tratarlas rápidamente. Cada una de las tres partes, tiene cuatro puntos. La primera cosa que quiero hacer es mostrarles cuatro horrores necesarios para producir el poder de la cruz. Segundo, quiero mostrarte cuatro resultados gloriosos desatados por el poder de la cruz. Y tercero, quiero mostrarte cuatro demostraciones del poder de la cruz.

Primero, cuatro horrores necesarios para producir el poder de la cruz. Hermanos… Hay cosas en la vida que son aterradoras. Hay cosas para las cuales nos atreveríamos a usar la palabra horror para describirlas. La gente usa esta palabra de manera ligera con las películas de horror o ese tipo de cosas. Lo que veo aquí es que todo lo que podemos hacer es sólo apenas comprender. Lo que pasa es que esto está fuera de nuestra comprensión. Déjame decirte esto. Durante aquellas tres horas en la cruz, cuando las tinieblas cubrieron toda la tierra, dos de los cuatro escritores inspirados de los Evangelios ni siquiera tratan eso. Son silenciosos al respecto. Mateo y Marcos nos dicen una cosa. Mientras Cristo bebió la copa de la ira del Dios Todopoderoso, la Biblia es silenciosa acerca de este asunto. Y Dios lo vela con tinieblas. Y es como que si Él dijera a la humanidad: “Esto no los involucra tanto a ustedes. Voy a poner un velo sobre esto. Esto tiene que ver conmigo y el Cristo”. La declaración que viene es, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Pero en los horrores de esas tinieblas, la Biblia nos da destellos y nosotros los podemos ver y eso es lo que quiero hacer aquí.

El primero en el que pienso es en el Huerto de Getsemaní y lo que pasó la noche antes de que Cristo muriera. Escucha. Sólo escucha. “Y estando en agonía, oraba más intensamente.” ¿Más intensamente que cuándo? Probablemente más intensamente que lo que había orado en su vida. “Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” Esto es lo que nos dice Lucas (Lc. 22:44). Mateo dice (Mt. 26:39): “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro”. El Señor de gloria ante el cual todos se postrarán. Es Él quien se postra sobre su rostro. Si sólo pudieras escuchar esto. Marcos nos dice que Él postrado, dijo: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa”. (Mr. 11:36) Si fuese posible. Y Mateo dice que Cristo habló a sus discípulos y él dijo esto: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”. (Mt. 26:38) Quiero que piensen en esas palabras. ¿Entienden lo que significaba que un hombre fuera justo? Significa que la muerte y la ley no tienen demanda sobre él. No podía morir hasta que fuera hecho pecado. Y Él aún dice: “Estoy triste, hasta la muerte”. Otra traducción dice “Afligido hasta el punto de la muerte”. ¿Te das cuenta de lo que está diciendo? ¿Sabes lo que es la muerte? La muerte es cuando el alma es desgarrada del cuerpo. Aquí está Cristo. Entiende. Él no está bajo la carga del pecado. Él no ha ido a la cruz todavía. Es sólo una anticipación de la cruz. Es sólo el pensamiento acerca de lo que va a padecer. Y el solo pensamiento de esto es suficiente para rasgarle el alma del cuerpo en ese momento. Ahora, para un pecador eso es ofensivo porque él está pensando en lo que es para un hombre el tener que sufrir eso, y cuánto más para Aquel que es el Dios hombre. Piensa acerca de esto. El Dios hombre mismo, en anticipación de la ira de Dios, está listo para ser cercenado. Está listo para ser quebrantado. Está listo para ser desgarrado con angustia, deja que eso venga a tu mente, tu corazón, tu alma, tus pensamientos. El hecho de que un hombre justo en anticipación a los horrores de la cruz debiera llegar a tal punto.

El segundo horror de la cruz viene del Salmo 22:14. “He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera; derritiéndose en medio de mis entrañas.” ¿Sabes cómo es eso?… Recuerdo que en la preparatoria, mis amigos y yo nos pegábamos en el brazo tan fuerte como podíamos. O ¿puedes imaginar cómo es el estar en un carro y por el retrovisor ver que viene alguien y te va a chocar? ¿Qué pasa cuando tú sabes que vas a ser golpeado? Te preparas. Te pones tenso. Pero déjame decirte lo que esto significa, “He sido derramado como aguas”. Significa que cuando el Todopoderoso hirió a Cristo, éste se derritió. No hubo resistencia en Él. El golpe lo derritió.

Hermanos, déjenme decirles esto. Si nuestro campeón es derramado como aguas, si el león de la tribu de Judá es derretido por la ira de Dios, ¿qué hombre es tan valiente? Oh, los pecadores que tan ligeramente dicen: “Bueno, tú sabes, solamente voy a ir al infierno donde están todos mis amigos, para unirme a la fiesta allí”. Les digo que cualquiera que habla de esa manera nunca ha oído las palabras, “He sido derramado como aguas,” viniendo del mismísimo Hijo de Dios. Su alma se derramó como agua bajo la ira. Incluso el Hijo de Dios mismo no se contuvo. No hubo resistencia. Las olas de la ira de Dios vinieron sobre él y le derritieron.

Un tercer horror es la palabra molido. Isaías nos la da. Isaías 53:5. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados.” Isaías 53:10. “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo sujetándole a padecimiento.” Hermanos, la palabra quebrantar en el Hebreo, significa que Jesús fue destrozado y hecho pedazos, no físicamente. No tiene que ver con lo que los hombres le hicieron en la cruz. Esto tiene que ver con el quebrantamiento emocional y espiritual. Fue la voluntad del Señor el aplastarlo. Durante esas tres horas de tinieblas, Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, a fin de perdonar a los pecadores y seguir siendo justo, levantó Su brazo y lanzó un golpe a Cristo que lo destrozó. Lo hizo pedazos de manera espiritual y emocional. El Santo Siervo de Jehová fue quebrantado.

Cuarto horror. Ya he dicho que los escritores de los evangelios se quedaron callados. Dios veló esto con tinieblas. Y en toda la inspiración, el Espíritu Santo dice: “Escritores de los evangelios, sólo les voy a dar esta tarea a ustedes dos, Mateo y Marcos. Voy a darles un destello de esas tres horas que quiero que ustedes lleven al mundo para hacerles saber qué fue lo que pasó bajo la oscuridad de las tinieblas. Jesús clamó a gran voz, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” ¡Desamparado por Dios! Eso es lo que le pasó a Jesús en la cruz. Él fue desamparado por Dios. No uses esa terminología de manera ligera. Él fue desamparado por Dios. El Hijo fue desamparado. ¿Qué puedes decir? Dios el Padre desamparó a Dios el Hijo. Algo en eso nos dice que el costo para redimir al hombre sacudió los mismos fundamentos de la Santa Trinidad misma. Y no tengo palabras. No les puedo decir. No puedo llegar a eso. No lo sé. ¿Quién puede explicarlo?

Hermanos, un joven me llamó esta semana. De nuevo, era otra persona luchando con la salvación. Él dijo: “Estoy al borde de mí mismo. Soy un gran pecador. He hecho muchas cosas malvadas en mi vida. He pecado sin ninguna otra razón que la de pecar. Estoy al borde de mí mismo”. Él dijo: “Pero creo que soy un pecador muy grande como para ser salvado”. Yo le dije: “Señor, tal vez usted piensa que esa declaración es algo humilde”. Pero le dije: “Esa declaración es de tal maldad y orgullo que no tienes ni idea”. Le dije: “Señor, ¿ha mirado usted alguna vez a la cruz? ¿Alguna vez ha visto al Hijo de Dios desamparado, Su alma derramada, quebrantado bajo la todopoderosa aflicción de Su Padre? ¿Alguna vez ha contemplado eso? ¿Alguna vez lo ha contemplado en el huerto en Su anticipación de lo que iba a venir y lo que iba a enfrentar y decirlo hasta ser destrozado suplicándole a Su Padre? ¿Ud. va a mirar eso y decir que no es suficiente para su pecado? ¿En qué está convirtiendo eso? Eso no fue una cosa trivial”. Amigos, Cristo yendo a la cruz no fue un vals en el huerto. Tú y yo nunca sabremos lo que Él padeció allí. Los únicos que se pueden acercar más a saber eso son las almas que después de 10 billones de siglos han tomado de la copa de la ira de Dios y tendrán que hacerlo para siempre porque nunca se acercarán al punto de conocer completamente lo que Cristo padeció. Lo que padeció para que Él fuera capaz de decir, “consumado es”; ningún hombre tiene la capacidad de hacer a un lado la totalidad de la culpa del pecado o siquiera un poco de ella. ¿Qué es lo que está pensando un hombre cuando dice, “Yo creo que soy demasiado malvado”? ¿Piensas que Jesucristo vino a este mundo y fue a la cruz para salvar a personas buenas? ¿Piensas que Él derramó su alma para salvar a personas buenas?

¿Te das cuenta ahora de los cuatro logros de la cruz? Hermanos, escuchen. En el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote ponía sus dos manos sobre el macho cabrío. Él transfería los pecados de Israel hacia la cabeza del macho cabrío y ese animal era echado y liberado en el desierto. Eso era una imagen de lo que Cristo iba a hacer. Era un tipo. Era una prefiguración. Escuchen esto. Hebreos 9:26. “Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de Sí mismo para quitar de en medio el pecado.” Uno de los resultados gloriosos del poder la cruz es que hace a un lado la culpa del pecado. Le llamamos expiación, ex, salida. Ese prefijo conlleva la idea de llevar fuera. ¿Puedes imaginar a David? Él durmió con Betsabé. Él mató a su esposo. El profeta Natán llega y le dice: “Tú eres aquel hombre”. (2 S. 12:7) La pena por homicidio y por adulterio es la muerte. ¿Puedes imaginar las dulces palabras que eran para Natán el profeta el decir, “Jehová ha remitido tu pecado.”? (2 S. 12:13) ¿Remitido a dónde? No importa dónde. Ha sido remitido de mí. Cristo lo remite. Eso es exactamente lo que Juan el Bautista dijo, ¿no es así? Él dice: “He aquí el Cordero de Dios”. (Jn. 1:29) ¿Qué es lo que Él hace? Quita el pecado del mundo. Juan dijo: “Saben que Él apareció para quitar nuestros pecados”. (1 Jn. 3:5) Ése es Jesucristo. Hermanos hay poder. Les garantizo que no hay ningún hombre con vida, ni aún el más fuerte, ni aún el hombre más justo que tenga poder para levantar siquiera uno de los pecados de un pecador. Cristo toma todo el pecado del pueblo de Dios de todas sus vidas y levanta todo eso y lo quita.

La segunda cosa. Él aparta la ira de Dios. Llamamos a eso propiciación. Dios puso a Cristo, Romanos 3:25, como una propiciación por medio de la fe en Su sangre. Escuchen. El pecado, siempre, enciende el disgusto santo de Dios. La venganza de Dios es cuando Él desata Su ira, el disgusto por el pecado del hombre, Su venganza es cuando Él desata esa ira sobre el pecador. La propiciación es la remoción de ese disgusto divino o esa ira, para que así, Dios no tome su venganza sobre el pecador. Eso es exactamente a lo que se refiere. Propiciar significa apaciguar o remover la ira. Escuchen esto. Si ven la palabra propiciación, en el griego, y después miras la Septuaginta, que es el Antiguo Testamento en griego, aquí hay un lugar donde la encontramos, Números 16, versículo 44. El Señor habló a Moisés, y le dijo: “Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento”. Aquí está Dios, un fuego consumidor. El pueblo lo ha provocado por su pecado. Pero aquí están Moisés y Aarón. Ellos se postran. Y Moisés le dice a Aarón: “Toma el incensario, y pon en él fuego del altar, y sobre él pon incienso, y ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos”. Aquí está nuestro palabra, propiciación. “Haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová; la mortandad ha comenzado.” “Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad.” Cuando miramos al Calvario, contemplemos al Salvador muriendo por nosotros. Debemos ver en Su muerte, no primeramente nuestra salvación, sino nuestra condenación siendo tomada y llevada por Él. Si los pecadores van a ser perdonados, sus pecados deben ser castigados, sobre todas las cosas. Esta demanda era de parte de Dios mismo, Su santidad ofendida, demandaba el castigo por el pecado. Cuando es confrontado con el pecado, debe reaccionar en su contra con un derramamiento airado de su juicio divino. Cuando Cristo murió, debido a su propio valor infinito como el Hijo de Dios, Él hizo lo suficiente para satisfacer plenamente las demandas de la gloria ofendida de la santidad y justicia de Dios. Y les diré además esto. Él es el Gran Sumo Sacerdote. Ahí tenemos en el Antiguo Testamento esa ilustración, en Números, Aarón corriendo. Dice que él se pone entre los muertos y los vivos. Ese es Cristo. ¿Alguna vez has escuchado de Él estado de pie entre los muertos y los vivos? Eso trae a mi mente la imagen de Él en el día del Juicio. Él pone a todas Sus ovejas a Su mano derecha. Él pone a todos los cabritos a su mano izquierda. ¿Y qué los divide? Él es el que lo hace. Él se pone entre ellos. Él se pone de pie entre los vivos y los muertos. Él quita la ira. ¿Ves lo que pasó? Algunos perecieron. Pero Aarón llegó e hizo expiación por algunos de ellos.

La tercera cosa. Eso restaura una relación rota. Lo llamamos reconciliación. “Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” (Ef. 2:16) ¿Sabes qué? Hay una separación. El hombre ha roto su relación con Dios por su pecado, por su culpa. Nuestro pecado nos separa de Dios. Esa es una de las cosas que Cristo hace. Él va a la cruz y nos ofrece paz. Él convierte a los enemigos en amigos y amantes.

¿Quieres saber una cuarta cosa? Él paga nuestra deuda. Esa es otra cosa a lo que la Biblia se refiere, la redención. “En quien tenemos redención por Su sangre, (Ef. 1:7) el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia.” Jesús clama en Su agonía desamparada con la sangre de Su propia vida derramándose. Y les diré qué estaba pasando. El pago se estaba llevando a cabo, un pago. ¿Sabes lo que la redención nos dice? Nos habla del precio del rescate. Escuchen. Tal vez no siempre pienses de esta manera, pero la Biblia parece conectar el rescate con la redención. La redención es lo que pasa cuando alguien es comprado de su esclavitud, por un precio de rescate. Rescate y redención siempre hablan de esclavitud. Somos esclavos del pecado de muchas maneras.

¿Sabes? Es muy interesante que lo que encuentras es básicamente, que el precio del rescate también resulta ser el precio de la adopción. ¿Por qué diría eso? Bueno, miren. Dice en Apocalipsis 5:9 que, “con tu sangre [hablando de Cristo] nos has redimido para Dios”. “Redimido.” “Para Dios.” Ese es el por qué fuimos redimidos. Fuimos rescatados de la esclavitud del pecado, redimidos para ser un pueblo para Dios, para llegar a formar parte de la familia de Dios. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,” Gálatas 4:5 dice, “para que redimiese a los que estaban bajo la ley a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Somos redimidos para que podamos ser adoptados como hijos. dice: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres”. En otras palabras, somos rescatados de la familia de nuestros padres, rescatados de su vana manera de vivir, de su vana manera de pensar, de su vana manera de acercarse a Dios, y fueron rescatados de eso para esto. Les diré esto. Amigos, se necesita el poder del Dios Todopoderoso para que seas diferente a tus padres. Si piensas que puedes romper con eso y decir, como la canción dice, ¿cómo se llamaba esa vieja canción? El gato en la cuna. “Voy a ser como tú, papá.” “Voy a ser como tú.” ¿Recuerdan esa canción? Y les diré algo: El hecho es que esto es absolutamente cierto aparte del poder del Dios Todopoderoso. Tú te volverás como tus padres, justo como aquellos que estuvieron antes de ti. Yo me estaba volviendo como mi padre. Y se necesita un precio de rescate de un poder infinito para comprarte del linaje de tu familia y ponerte en la familia de Dios. Se necesita un precio de rescate, el sacrificio mismo del cuerpo, el derramamiento de la sangre, el quebrantamiento espiritual del Cristo Viviente.

Y hemos visto cuatro horrores y cuatro beneficios. Déjenme darles rápidamente cuatro demostraciones del poder de la cruz. Escuchen esto. Es posible que algunos de ustedes hayan oído hablar de Robert Murray McCheyne. Ese es un nombre que sobresale como un hombre santo que fue antes que nosotros. El era un Presbiteriano Escocés, murió a los 29 años. Él era un joven muy piadoso. Muchos de sus sermones y su biografía han sido preservados hasta este día. Escuchen lo que vino de su pluma. “Él más impactante.” Él escribe esto después de escuchar esto en algunas reuniones. “El ejemplo más impactante de devoción que he escuchado alguna vez, en la causa de Cristo en estos días de aletargamiento, fue dicho aquí la semana pasada por un ministro inglés. Nunca ha sido impreso y por lo tanto, se los relataré justo como lo escuché para encender nuestros corazones fríos, para que nos entreguemos al Señor.”

“La terrible enfermedad de la lepra todavía existe en África, si sea la misma lepra que se menciona en la Biblia, yo no lo sé, pero es tenida por incurable y tan contagiosa que nadie se atreve acercarse a un leproso. En el sur de África hay una gran casa de custodia para leprosos. Es un espacio inmenso cercado por un muro muy alto que tiene campos en los cuales los leprosos cultivan. Sólo hay una entrada y es vigilada estrictamente. Cuando a alguien se le encuentran las marcas de la lepra, él es traído a esta puerta y obligado a entrar para nunca regresar. A nadie que entra por esa horrible puerta se le permite volver a salir. Dentro de este lugar de miseria hay multitudes de leprosos en todas las etapas de la enfermedad. El Dr. Hollbeck, un misionero de la Iglesia de Inglaterra, vio a los leprosos trabajando, desde la cima de una montaña colindante a este lugar. Él se dio cuenta de dos recolectores particulares en el campo. Uno no tenía manos. El otro no tenía pies, habían perdidos estos miembros por la enfermedad. “El que no tenía manos estaba cargando al que no tenía pies sobre su espalda, y él a su vez, cargaba en sus manos la bolsa con semillas. Él aventaba de vez en cuando una, que el otro presionaba en la tierra con sus pies. Así que lograban el trabajo de un hombre entre dos. ¡Ah! cuán poco conocemos esa miseria que está en el mundo tal como esta prisión de enfermedad. “Pero tú preguntarás, ¿A quién le importan las almas de esos pobres indefensos? ¿Quién se aventuraría a entrar en esa horrible puerta para no regresar jamás? ¿Quién dejaría a padre y madre, casas y tierra, para llevar el mensaje del Salvador a estos pobres leprosos?” Les diré quién. Dos misioneros moravos, motivados por un amor divino por las almas han escogido la casa de custodia como su campo de trabajo. Ellos entraron para nunca volver. Y se me dijo que tan pronto como mueran, lo que muy probablemente ocurrirá, como una terrible muerte, otros moravos ya están listos para ocupar su lugar. “¡Ah! mis queridos amigos, no sea que nos sonrojemos y avergoncemos delante de Dios, de que redimidos por la misma sangre y enseñados por el mismo Espíritu aún así seamos tan diferentes a estos hombres en su corazón vehemente y entrañable amor por Jesús y las almas de los hombres.” “Y les pregunto: ¿Qué es lo que hace que dos hombres jóvenes se entreguen como misioneros a la causa de Dios para dejar padre y madre y casa y comodidades para ir a una tierra distante? Es algo con poder lo que hace eso. Es algo con poder lo que libera a los hombres de las comodidades de este mundo para ir y hacer eso. Es el poder de la cruz de Cristo.” Esto viene, en parte, de la pluma de Spurgeon, el pastor bautista de hace 150 años. Él cuenta la historia del Señor Thomas Hawks capturado, encadenado en la mitad de una estaca y siendo quemado por su fe. Hawks, cuando él estaba en prisión, antes de ir a la hoguera, les prometió a sus amigos: “Por la ayuda de Dios les voy a mostrar que los tormentos más terribles pueden ser soportados en la causa gloriosa de Cristo y Su evangelio, que son los consuelos por los cuales somos capaces de levantar nuestra alma con fe por encima de todas las heridas que los hombres puedan infligir”. Una vez que las llamas lo rodearon a él en ese lugar, rápidamente se encendieron con tal fiereza, que sus palabras fueron quitadas por la violencia del fuego. Su parecer se hizo más pequeño. Y la gente lo dio por muerto. Su cuerpo estaba consumido. Los que miraron esto, viendo qué tan quemado estaba, esperaban ver que su cuerpo se rompiera en las cadenas y cayera al fuego. Pero en vez de eso él levantó sus manos llenas de fuego, cada dedo envuelto en la flama. Él aplaudió tres veces con un grito, “Nadie sino Cristo, nadie sino Cristo”. Díganme, amigos, ¿qué tiene el poder en esta tierra para encender a un hombre en llamas y con toda victoria, poder y autoridad y un grito de triunfo decir: “Nadie sino Cristo”. ¿Qué maravillosa energía lo llenó, qué lo fortaleció? ¿Qué lo ayudó a soportar ese tipo de crueldad de los hombres? ¿Qué le hizo estar quieto en las llamas? Les diré qué. Es otra cosa. Es algo con poder. Es la cruz de Jesucristo. “Pero a los que se salvan ,” Pablo dice, “es poder de Dios”. La cruz tiene el poder de desatar nuestros amarres a esta vida y ponernos firmes ante la mayor crueldad de los hombres y decir: “Voy a ir a su hoguera, pero no voy a negar esta cruz”.

Amigo, no puedes negar la cruz cuando has probado su poder. No puedes venir y hablar ligeramente de ella y decir, “Ya no creo más en ella ni me apoyo en ella,” si conoces su poder. Cuando la persecución comienza, aquellos de los que Matt habló en la escuela dominical, que no perseverarán hasta el fin, ellos se apartarán precisamente por esa razón. Ellos nunca experimentaron el poder la cruz. Mantendrás tu fe en las mismas llamas y siendo consumido todo por el fuego, gritarás la victoria de Cristo, sólo de una manera. Sólo hay un poder en este mundo que produce eso. Es el poder de la cruz. Esto ha sido preservado para nosotros por ese cristiano muy notable, Jonathan Edwards, la vida de David Brainerd. En su lecho de muerte, Brainerd bajo las extremas agonías de la muerte, en un día en el que no había morfina, no había Tylenol, ni siquiera había aspirina. Él les dijo a aquellos que estaban reunidos alrededor de él: “Morir es algo diferente a lo que la gente imagina”. En momentos él estaba delirando con el dolor. Él dijo que era imposible para cualquiera concebir lo que él sentía. Él estaba preocupado en su dolor por no deshonrar a Dios en su extrema agonía. Él dijo que el pensamiento de soportar un minuto más era casi insoportable. Él está ahí arrinconado con este tipo de dolor que el sólo pensamiento de tener que soportar un minuto más casi lo estaba volviendo loco. Él estaba siendo cuidado por Jerusha Edwards, la hija de Jonathan Edwards, y él la amaba. Y en todo su dolor, en todo su sufrimiento, dándose cuenta que él estaba a punto de dejar la mujer que amaba, él dice con gozo y paz que él está listo para dejarla y dejar la vida. Él está listo para la eternidad. Y les diré esto. ¿Qué les da a los hombres esa esperanza en tal lecho de muerte? Escucha. Yo vi a mi tía morir. Fui al hospital. Ella murió sin Cristo. Ella estaba en tal… Había tal terror en sus ojos. Ella era una mujer de 40 años llorando como un pequeño niño por su madre, “¡Mami!” Ella tenía esa mirada en sus ojos. Yo estaba en el lecho de mi padrastro cuando él murió sin Cristo. Si piensas que puedes desdeñar a Cristo, venir a la Iglesia, ser religioso y llegar al final, a tu lecho de muerte, y si crees que vas a morir fácilmente sin Cristo, que morirás fácilmente sin haber tenido seguridad a lo largo de esta vida, que morirás fácilmente confiando en el hecho de que ibas a la iglesia o tus obras, lo he visto. La gente no muere de manera tranquila. Sólo hay una cosa que causa que los hombres mueran tranquilamente y es un poder desconocido a este mundo.

Es un poder que viene de la cruz. Sólo uno más y voy a terminar. El Rey Jacobo II en febrero de 1685 tenía dos creyentes, dos mujeres, Margaret Wilson de 18 años y Margaret McLaughlin de 64 años, habiendo sido arrestadas cerca de Wigtown bajo la sospecha de haber atendido una reunión de oración no autorizada. Ellas fueron atadas a estacas en la corriente de agua de Wigtown. Pero si ellas simplemente negaban su fe, negaban a su Salvador, iban a ser liberadas. Ambas se rehusaron. La Margaret más grande fue ahogada primero con la Margaret más joven rehusándose a doblarse a las torturas de los soldados que estaban reunidos alrededor de ella forzando su cabeza bajo el agua. Ellos gritaban burlándose: “Toma otro trago, Henny”. Pero ella los desafió cantando el salmo 25 a medida que las aguas la hundían. Los cuerpos de las dos Margarets fueron enterrados juntos en el cementerio de Wigtown junto con tres hombres de la ciudad que fueron ejecutados unos pocos días después por su fe.

Sólo les pregunto. ¿Qué milagro de gracia da la mansedumbre, y la paciencia, y el ánimo, y la autonegación de los dos hombres moravos, a un hombre en las llamas, a un hombre atormentado con dolor en su lecho de muerte, a dos mujeres en una corriente creciente? Hermano, hermana, les diré esto. Hay poder en la cruz y hay poder allí para liberarnos de todo temor de pérdida en esta vida, para dejarlo ir. Ustedes no son ciudadanos de este mundo. El poder de esa cruz nos ha liberado y redimido para Dios. Somos un pueblo de otro reino. El poder de la cruz nos llama, no a la calma y el lujo, no a la jubilación, descanso y seguridades. Son llamados a vivir en el poder, en la cruz.

Dios, ayúdanos. ¿Quieres una palabra profética? Aquí está. Algunos de ustedes que se sientan aquí tienen una horrible y vana confianza. Sonríen y juegan y ríen en la vista de los truenos y los crujidos distantes de la ira venidera. Son ajenos al poder de la cruz. Algunos de ustedes van a ser consumidos, mientras piensan que no lo serán. Les va a tomar por sorpresa. Sé que es verdad. Lo más saludable para la Iglesia este día, sería que Dios me tomara y me pusiera en una cruz y quemara mi cuerpo y que todos ustedes me vieran aplaudir tres veces en el fuego y lanzar un grito de victoria. Haría que se separase la paja. Algunos de ustedes toman este asunto muy ligeramente. Hay poder en la cruz. Cristo padeció los horrores en esa cruz para producir gran fruto y gran poder para los pecadores. No lo desprecies. No pienses que es una cosa pequeña. Lo que hizo en la cruz es plenamente capaz de salvar al más malo, al más malvado, al más perverso. Jesucristo no vino al mundo e hizo lo que hizo en la cruz, desatando el poder que desató en la cruz sino por una razón, para salvar personas realmente muy, muy malas, merecedoras del juicio, merecedoras del infierno, merecedoras de furia, personas miserables, malvadas y depravadas. Dios no permita que el pensamiento de que eres muy malo como para ser salvado pase por tu mente después de lo que te he descrito. Dios no lo quiera. No es un acto de humildad. Es un pensamiento abominable. Tú pensamiento destrozaría la misma cruz de Cristo si tuviera el poder para hacerlo.

Hermanos, déjenme decirles esto. Creo que empezaremos a ver más gente siendo salvada si aprendemos que nuestro mensaje a este mundo necesita ser suficientemente claro, suficientemente bíblico, concerniente a la cruz, para que no la hagamos vana. Y si tú buscas hacer de la cruz algo inofensivo, has perdido su poder. Hermanos les diré esto. Si tú estás buscando un sistema, si estás buscando una manera, si estás buscando una técnica, si estás buscando algo esencial para tú mensaje del evangelio, toma esto contigo. Entiende cómo explicar la cruz de una manera en la que sea ofensiva. Si tú llegas al lugar en dónde la haces algo menor a eso, entonces hemos perdido el poder de nuestro Evangelio. Dios, ayúdanos.