Como a menudo se señala, la vida cristiana no puede ser segmentada. Cuando alguien llega a un conocimiento salvador del Señor Jesucristo, cada aspecto de su vida llega a estar bajo el control de Cristo. Hacer una división entre el trabajo y la adoración, considerando a uno como secular y al otro como sagrado, es perder una enseñanza fundamental de la Palabra de Dios: “Cualquier cosa que hagáis, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).

Por supuesto, esta verdad es aplicable al estudiante universitario en el ámbito de su educación. Cualquier supuesto cristianismo que se convierte en algo menos relevante cuando pasa de la iglesia al dormitorio universitario o al salón de clases, es falso. ¡Si no eres cristiano cuando estudias, no lo serás cuando ores!

Sin duda, el ambiente moral e intelectual de la universidad presenta problemas para cualquiera que realmente quiera seguir a Jesús. Vivir una vida santa en medio de compañeros que procuran demostrar cuán “liberados” son no es nada fácil. Junto con estas presiones de conformarse a estilos de vida impuros, hay ataques contra las verdades del cristianismo. Estos son especialmente difíciles porque, con mucha frecuencia, son presentados por las mismas personas que supuestamente están dando explicaciones acerca del significado del mundo, es decir, los profesores.

¿Cómo debería reaccionar un cristiano ante los varios desafíos a su fe hallados en el salón? Un buen punto de partida es reconocer el origen de la filosofía de la educación que hoy en día ha llegado a ser la predominante. Aquí algunos señalan al instrumentalismo de Dewey o al empirismo de Locke. Otros quizás irían más atrás en el pasado y encontrarían los comienzos de la educación contemporánea en el idealismo de Platón. Ahora bien, es verdad que todos estos hombres, en sus diferentes maneras, han afectado profundamente el pensamiento educativo. Sin embargo, los suyos son nada más que sistemas derivados, edificados sobre una sola filosofía fundamental – una filosofía que entró en existencia inclusive mucho antes que las especulaciones de Platón.

En última instancia, la teoría educativa de éstos y muchos otros pensadores a lo largo de los siglos puede remontarse al sistema de pensamiento que se inició con el deseo de Adán y Eva por una sabiduría no basada en Dios y Su Palabra revelada. Desde el momento en que Satanás prometió conocimiento de Dios por medio de la rebelión, los hombres han estado poniendo su razón por encima de y en contra de la revelación de Dios. Desde entonces, todas las filosofías, incluyendo las diversas filosofías de la educación, han sido el resultado de creer las verdades de Dios, o creer las mentiras de Satanás. En el primer caso, Dios es reconocido como la fuente de todo conocimiento. En el segundo, el hombre, engañado por Satanás, intenta alcanzar el conocimiento comenzando con sí mismo. Algunos han llamado a esta última posición el humanismo. Esta es una designación apropiada, si consideramos que en ella la humanidad se convierte en su propio estándar máximo de referencia. En este esquema, el pensamiento humano se convierte en legislador de lo que puede permitirse y lo que no, y el hombre se declara “la medida de todas las cosas”.
Al reconocer esto como la filosofía subyacente de la educación moderna, el cristiano fácilmente puede ver por qué hay conflictos en la sala de clases. Cualquier mención de absolutos bíblicos ataca el corazón del sistema de autonomía (ley propia) que el hombre ha erigido.

Por supuesto, esta autonomía se expresa en diferentes formas. En un salón de clases, un profesor ateo puede denunciar la creencia en Dios como la culminación de la estupidez. En otro, un liberal sofisticado y apacible puede hablar religiosamente acerca de la “Paternidad de Dios y la hermandad del hombre”, pero al mismo tiempo negar que la Palabra escrita de Dios sea confiable. Ambos casos se reducen a lo mismo: el hombre se exalta por encima de Dios y Su revelación.

Esto no quiere decir que esta actitud sea igualmente aparente en cada disciplina. Por la propia naturaleza de la asignatura, la rebelión del hombre se ve más claramente en algunas disciplinas que en otras. (Por ejemplo, es más probable que un cristiano encuentre oposición en una clase de psicología que en una clase de matemáticas.) Tampoco es la intención implicar que cada maestro en una escuela pública está conscientemente involucrado en un intento de socavar la veracidad de Dios. Simplemente señala el hecho de que la filosofía predominante en la educación superior norteamericana en este momento se basa en la suposición de que el hombre puede comenzar desde sí mismo, sin referencia a Dios, y llegar a un conocimiento válido.

A la luz de esto, el cristiano que decide asistir a una universidad secular debe tomar en cuenta que está entrando en un campo de batalla, no en un patio de recreo. La verdad estará continuamente en juicio, y sabiendo que la vida y la muerte están en la balanza siempre debe estar “preparados para presentar defensa ante todo el que le demande razón de la esperanza que hay en él” (1 Pedro 3:15). Al hacer esta defensa, será de ayuda para el cristiano tener en cuenta ciertas directrices.

1. Conocer los hechos. [Proverbios 15:28] Hará poco bien y a veces gran daño, hablar sobre cosas de las que estás mal informado. A menudo es una gran sabiduría simplemente mantener la boca cerrada. Cuando digas algo, asegúrate de tener información confiable. Esto significa que el estudiante cristiano tendrá que esforzarse más, porque no sólo debe entender lo que se presenta en clase, sino también saber cómo se relaciona la verdad de Dios con ello. Cristianos calificados han escrito en casi todas las áreas de estudio, pero se requerirá un esfuerzo adicional para investigar estas cosas.

Esto no quiere decir que el cristiano necesite investigar cada desafío al cristianismo que surja. El hombre autónomo puede elaborar preguntas de difícil comprensión mucho más rápidamente que tú puedes investigarlas. Ten cuidado, no sea que los asuntos menores te distraigan de las cosas realmente importantes. Probablemente la mejor regla general es que el cristiano debería tener una buena comprensión de lo que la cosmovisión bíblica implica en su área particular de estudio. Por ejemplo, si te estás especializando en arte deberías saber qué tipo de arte es coherente con la verdad bíblica.

2. No declares cosas como absolutos, a menos que claramente sean absolutos bíblicos. [Proverbios 30:5-6] Mucho daño se ha hecho a la causa de Cristo, por personas que han presentado como absolutos bíblicos conceptos que no son verdaderamente enseñados en las Escrituras. Los hombres a menudo hacen esto de manera casi inconsciente, al imponer sobre la Biblia las normas filosóficas y culturales imperantes de su época.

Un ejemplo de esto puede verse en la reacción de muchos teólogos católicos y protestantes del siglo XVI a las nuevas teorías de Copérnico. Su teoría de que la tierra giraba alrededor del sol fue rechazada por muchos cristianos profesos sobre la base de que contradecía las Escrituras. Ahora bien, en ninguna parte de la Biblia se dice que el sol gira alrededor de la tierra, pero los eclesiásticos de la Edad Media habían incorporado en gran medida a su pensamiento el concepto griego de un universo centrado en la tierra. En consecuencia, llevaron este concepto a su lectura de las Escrituras y concluyeron que la Biblia excluía absolutamente la visión copernicana. Al hablar en contra del sistema copernicano, creían que estaban defendiendo la verdad bíblica; en realidad, estaban defendiendo la visión pagana del mundo de Aristóteles y Ptolomeo.

Reconocer este peligro debe hacer que seamos cautelosos, pero no cobardes. Hay muchas cosas que claramente se enseñan como absolutos en la Palabra de Dios, y no tenemos que tener miedo de presentarlas. Sin embargo, debemos tener cuidado de no poner en descrédito aquellas cosas que están claramente presentadas en las Escrituras, al declarar como absolutas nuestras opiniones sobre áreas que no están claras.

3. Presenta la verdad en amor. [Efesios 4:15] De ningún modo hay lugar en la vida cristiana para un espíritu crítico y argumentativo. Es muy posible que tengas razón en lo que dices, y aún así estar equivocado en la manera en la que lo dices. Tu propósito primordial en clase no es ganar argumentos intelectuales, sino traer gloria a Dios. Una vida piadosa, amigabilidad cálida, y una actitud sincera y veraz traerá más honra al Señor que ser un gran experto en ganar argumentos. Recuerda: “la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y buenos frutos, inquebrantable, sin vacilación, sin hipocresía” (Santiago 3:17).

4. Conoce la Biblia. [Salmo 119:97-105] La mayoría de tus clases, de una manera u otra, reflejarán los intentos del hombre finito de entender la creación aparte de la revelación dada por el Creador Infinito. Los cristianos reconocen la futilidad de tales intentos y miran al Dios Trino, quien se ha revelado en el Antiguo y Nuevo Testamento como su estándar de referencia en todas las cosas. Debido a que Dios hizo los cielos, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, no parece extraño que Él sea el Único a quien debemos buscar para la interpretación correcta acerca del hombre, del mundo y todo lo demás. En cualquier disciplina que persigas, el conocimiento correcto y confiable estará necesariamente basado en la Palabra infalible e inerrante de Dios. Por lo tanto, el fundamento de lo que estudies será tu estudio de la Biblia. Por otra parte, si tú como cristiano vas a “contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos” (Judas 3), es lógico que debes estudiar la Palabra de Dios para saber qué constituye esa fe.

Cuanto más ve el cristiano de los trágicos resultados de la búsqueda autónoma del hombre por el conocimiento, más destacan las bellezas de la Palabra de Dios. Para el cristiano, la verdad es un tesoro mucho más valioso que el oro, la plata y las piedras preciosas. Estas cosas, como la tierra de donde vienen, pronto pasarán, “mas la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8).

Aunque los libros de texto y los informes y pruebas tomarán mucho de su tiempo y energía, de todos modos el cristiano dirá con el salmista: “Me he gozado en el camino de tus testimonios, más que en todas las riquezas. Meditaré en tus preceptos, y consideraré tus caminos. Me deleitaré en tus estatutos; y no olvidaré tu palabra” (Salmo 119:14-16).

5. Mantente cerca de Dios. [Proverbios 9:10] El conocimiento más importante para cualquier hombre es el conocimiento de Dios. Ningún hombre puede ser más sabio que el hombre que simplemente ama a Dios y guarda Sus mandamientos. Al final importará poco si los hombres te han alabado o se han reído de ti, si te han considerado sabio o tonto. Lo que importará es si has caminado con Dios, y has hecho tu objetivo y deseo ser agradable a Él en todo lo que haces. Esta es la verdadera sabiduría y la razón por la que existe el hombre.

Entonces, ofrece tu vida como estudiante a Él en cada momento. Él te dará la fuerza para remontarte con alas como las águilas, para correr y no cansarte, para caminar y no fatigarte. Con Dios como tu Roca y Redentor, tu Sol y Escudo, podrás pelear la buena batalla de la fe sabiendo que la victoria es cierta.

por Richard Ochs
Escrito en 1978