Ningún estorbo entre mi alma y el Salvador

Categoría: Corte de Sermon

Confesar nuestro pecado puede humillarnos, pero es mucho más doloroso dejar que se estorbe nuestra comunión con Dios al no querer confesar el pecado. Nuestro deseo por comunión con Dios debe superar cualquier argumento que tratamos de poner por no reconocer nuestro pecado.


Si tú tienes comunión con Dios como una práctica, tú caminas en la luz. Esto no significa que ya seas perfecto, aún habrá pecado. Esto no significa que practiques el pecado. Practicar el pecado significa caminar en la oscuridad. Pero hay pecado. Reconocemos que hay pecado. Y cuando caemos, necesitamos llevárselo a nuestro Padre. Necesitamos correr hacia nuestro Padre. No caigas en las mentiras. Te lo digo. Esta es una de las estrategias favoritas de Satanás: ir hacia ti y decirte, cuando has caído en pecado: “Cristo no quiere tener nada que ver contigo”. Pero cuando tú ves tu pecado, tú conoces tu pecado; Mira, ¡tú vas a pecar! “Escribo estas cosas para que no pequen”. Hijitos míos”. De esto se trata Juan. Escribo estas cosas para que no pequen. Quiero que caminen enteramente, de manera completa, totalmente en la luz. Pero si pecan… ¿Qué? ¿Caminan en la oscuridad y no tienen comunión con Él y no lo conocen? ¡No! ¡Nosotros tenemos a Cristo! El Cristo, Jesucristo. Él es el justo. Él es nuestra propiciación. Podemos suplicar su sangre. Podemos ir y confesar. Nuestro acceso está allá. No hay condenación. Tenemos acceso pleno y gratuito. Ustedes vayan hacia Él. Sólo recuerden la comunión. Oh, esto es comunión, ser uno con Dios y reconocer que el pecado que acabo de cometer, el pecado que acabo de cometer contra mi esposa, el pecado que acabo de cometer contra mis hijos, aquello que acabo de hacer, el mal uso de mi lengua; Dios lo ve por lo que es. Lo mejor que puedes hacer es ir junto con Pedro, llorar amargamente y confesarlo. Y vas a ver que lo que encontrarás será a Él yendo hacia ti, preguntándote: ¿me amas, Joe? Sí, Señor. Tú sabes que te amo. Bien, Él nos enviará a hacer su obra. Recuerden esto, hermanos. Él no diseñó la perfección para esta vida. Y lo hizo a propósito. Y debido a que así lo hizo, parte de nuestra comunión con Él será de forma regular la imagen de un hombre o de una mujer con sus cabezas inclinadas, confesando porque ven su pecado como Dios lo ve. Saben que está expuesto ante Él y que no hay sentido en ocultarlo y que desean la comunión más de lo que desearían ir sin reconocer aquel pecado. Si saben que eso lo va a contristar, Y a traer alguna trampa, o alguna sombra sobre la comunión, Deseo más mi comunión que lo que deseo ir sin confesar mi pecado ¿no desean eso? Nada en medio, ¿no es lo que la canción dice? Nada entre el Salvador y mi alma. No permitan que eso ocurra. Aprecien esta comunión sobre cualquier otra cosa. Oh, hermanos. Les digo que hay profundidades en las que Dios ha arrastrado a Su pueblo a esta comunión. Probablemente algunos de ustedes no pueden ponerle palabras. Recuerdo a Charles Simeon. Uno de sus amigos entró a su habitación y las luces estaban apagadas cuando encontró al penitente. Estaba ahí, confesando su lamento a causa de su pecado. Y Dios fue a él de manera deslumbrante, así como su amigo lo encontró, lo único que podía expresar fue: “Gloria. Gloria. Gloria”. Esa era la única palabra que podía salir de él. ¿No desean eso? Nada en medio, hermanos. Nada en medio, hermanos.