Lo que toda mujer necesita

Las mujeres hoy en día, más que nunca, están en búsqueda de satisfacción y propósito en sus vidas. Los roles y funciones tradicionales están en tela de juicio. Muchas respuestas se han proporcionado. ¿Dónde encontrará la mujer su verdadero valor, satisfacción y felicidad en esta vida?

Al ser la hija de un gobernador, crecí en una familia adinerada y prestigiosa. Durante la es- cuela secundaria y los años en la universidad recibí muchos honores y posesiones terrenales. Más adelante trabajé como maestra en la escuela pública. Me casé con un jugador de fútbol profesional y tuve tres hijos. Sin embargo, no fue a través de esas experiencias que mis necesidades más pro- fundas fueron satisfechas.

¿Cuáles son las necesidades más profundas de una mujer, y cómo pueden ser satisfechas? Como Dios creó a la mujer, Él sabe cuáles son sus necesidades más profundas y sólo Él puede satisfacerlas.

La mujer necesita amor
Sólo Dios puede darnos un amor incondicional y sacrificado, un amor que tiene en mente o como meta tu bien supremo. La Biblia nos dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).

La mujer necesita seguridad
A menudo la seguridad de la mujer consiste en su estabilidad financiera, su esposo, o su éxito en el mundo. Todas estas cosas pueden cambiar. Dios nunca cambia. “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Él solamente puede darte estabilidad y seguridad verdadera.

La mujer necesita paz
En un mundo lleno de cambios, presiones y problemas, ¿dónde puede una mujer encontrar paz interna? Sólo Jesucristo puede proveer paz interna a pesar de las circunstancias externas. Por medio de Él podemos tener paz con Dios. “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

La mujer necesita tener propósito
Dios no hizo un solo molde para todas las mujeres. Él tiene un plan único, lleno de significado y propósito para cada una de nosotras –un propósito en la vida conforme a nuestro sexo, dones y habilidades, en la esfera de Su voluntad y de acuerdo a Su Palabra. “Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (Proverbios 3:6).

La mujer necesita autoestima
El mundo atribuye valor a la belleza, inteligencia, talento o posición en la vida. La Biblia dice: “…el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón” (1 Samuel 16:7a). Nue- stro valor a Sus ojos consiste en el carácter de nuestra vida y en las cualidades que Él obra cuando entregamos nuestra vida a Él.

Todas las necesidades que una mujer tiene no pueden ser verdaderamente satisfechas, en el sentido más profundo, a menos que su mayor necesidad sea satisfecha, y ésta es:

La mujer necesita una relación buena con Dios
La Biblia dice que por causa del pecado de Adán en el jardín de Edén, la correcta relación con Dios fue quebrantada. Por lo tanto, todos nacemos en pecado. “He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5). “Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23). “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).

Porque Dios es santo, Él no puede tener una relación con hombres y mujeres pecadores. “¿Quién puede estar delante del Señor, este Dios santo?” (1 Samuel 6:20). Porque delante de Él ningún ser viviente es justo (Romanos 3:20).

Muchos piensan que una buena relación con Dios viene al tratar de agradarle haciendo el bien a otros, yendo a la iglesia, o simplemente creyendo que Él vivió. La Biblia dice que “cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos” (Santiago 2:10). La Biblia también dice que a los ojos de Dios todos nuestras buenas obras son como trapos in- mundos (Isaías 64:6). No hay nadie que pueda ser lo suficientemente bueno para agradar a Dios. Su estándar es la perfección. El único quien es lo suficientemente bueno para agradar a Dios fue Jesucristo. Él vino a la tierra y guardó la ley de Dios perfectamente; entonces, como un sustituto perfecto, murió en la cruz para pagar el precio que los pecadores debían a Dios por sus pecados (1 Pedro 3:18).

Tal vez has oído todas estas cosas toda tu vida, y quizás crees que son verdaderas. Pero el oír estas cosas y el creer que son verdaderas no te da una correcta relación con Dios.

Primero, debes Reconocer tu pecado y Confesar a Él que eres una pecadora, separada de Él y destinada al infierno (Lucas 18:13).

Segundo, debes Arrepentirte de tus pecados (Hechos 17:30), es decir, odiarlos y abandonarlos porque no le agradan a Dios.

Tercero, debes Entender que solamente Cristo, a través de Su muerte, pudo satisfacer la justi- cia de Dios y aplacar Su ira. A través de Él es que solamente puedes ser perdonada y ser salva de tus pecados (1 Timoteo 2:5-6).

Cuarto, debes Recibir a Cristo como Él es, el Señor Jesucristo. Cree en Él de corazón para salvarte de tus pecados y comprométete a Él como tu Señor para seguirlo todos los días de tu vida (Romanos 10:13).

Aunque yo tenía un mundo de riquezas y seguridad, no fue hasta que entregué mi vida a Jesu- cristo que las necesidades más profundas de mi corazón fueron satisfechas. En Él solamente y en Su voluntad para mi vida es que está mi verdadera felicidad.

Si te arrepientes de tus pecados y le encomiendas tu vida a Cristo, conocerás el verdadero perdón, la paz con Dios, y la vida eterna (Juan 3:16).

¿Cómo puedes saber si eres una creyente verdadera?
Poco a poco observarás cambios en tu vida, porque la Biblia dice que cuando uno está en Cristo “nueva criatura es” (2 Corintios 5:17). Comenzarás a amar a Dios y a Su Palabra. Amarás a Sus hijos y a Su Iglesia. Tendrás un corazón y un deseo de estar en comunión con Él en oración. Em- pezarás a odiar el pecado y a desear agradarle (1 Juan 2:3-4).

Puedes saber que tu necesidad más grande ha sido satisfecha si en verdad has confiado en Cristo de corazón. Mientras creces en Su gracia y en Su conocimiento, Él irá satisfaciendo todas tus otras necesidades en tu vida (Mateo 6:33). Él no te dejará ni te desamparará (Hebreos 13:5). En Él encontrarás agua viva y nunca más tendrás sed (Juan 4:14). El cielo será tu hogar eterno (Juan 14:2-3).