Conoce la Biblia

Entonces, (Col. 3:16) nos exhorta a ser ricos, a hacernos amigos íntimos de la Biblia y conocerla como la palma de nuestra mano. Y es triste que muchos no sean ricos, sino pobres en la Palabra. Dicen que han sido cristianos por un tiempo, pero ni siquiera han leído la Biblia una sola vez.

Eso se me figura a un esposo que se ausenta por un tiempo, y cuando regresa se da cuenta que su esposa no ha terminado de leer una carta que él le dejó.

Ahora, ¿cómo se sentirá el Señor por eso? Seguramente, para él es un agravio, un insulto. Que Él haya confeccionado y unido esta hermosa Palabra, ¿y nosotros no la leamos?

Algunos, simplemente es porque no han nacido de nuevo. ¿Cierto? Es decir, no tienen la Palabra de Dios escrita en su mente, no la tienen escrita en el corazón. Esto es una realidad del Nuevo Pacto. Cuando el Señor nos regenera, Él implanta Su Palabra en nuestra alma. Y entonces hay algunos,que simplemente no han nacido de nuevo.

Mujeres, si ven a un hombre y se interesan en él, pero se dan cuenta que no está diariamente en la Palabra de Dios, ¡No se casen con él!. Ni siquiera se acerquen a su casa.

Y viceversa, los hombres con las mujeres.

Porque miren, esa persona es un hombre maldito. “El hombre bendito”, Salmo 1:1, “es el que se deleita en la ley de Jehová, y medita en ella de día y de noche.”

Y no habla sólo del puro conocimiento bíblico. ¿Cierto?

Continúa diciendo, “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, en toda sabiduría.”

Hablando de sabiduría, no sólo de conocimiento racional. Es decir, el conocimiento no hace más que destruirnos. Si no tenemos cuidado, puede envanecernos. Conocer la Biblia mejor que los demás puede generar en nosotros demasiado orgullo. Es terrible. Puede envanecernos.

Entonces, no queremos solamente más información, queremos una vida cambiada. Queremos tener la mente de Cristo. Queremos conocer al Señor, “Más allá de tus palabras yo te busco, Señor”.

Y cuando leemos la Biblia, queremos leer bien para captar el mensaje, para tener la mente de Cristo, para que more en nosotros en toda sabiduría.

¿Cómo conocemos que este libro, cómo sabemos que estas palabras son inspiradas? Ciertamente, no puedo comprobartelo con un “2 + 2 = 4”. Pero sabes, un ciego no puede ver el sol. Pero en cuanto sus ojos son abiertos, la luz está por todos lados. Es algo que se revela por sí mismo a los que están iluminados espiritualmente.

Como el hermano dijo en su testimonio, él no había leído el libro de Juan antes de darse cuenta de que este libro es de otro mundo. Se comprueba por sí solo.

Piensa en su estilo. El Corán no puede comparársele. Piensa en su mensaje. Habla del origen de todas las cosas. Del final de todas las cosas. Del propósito de todas las cosas. Habla del cielo y del infierno, cómo ganar uno y escapar del otro. ¡Habla de la vida eterna! ¡Habla de inmortalidad! ¡De cómo vencer a la muerte!

¡Ése es el mensaje del Libro que está en tus manos! ¡Y no hay nada más que te pueda dar esa gracia, esa ayuda, esa vida, ese conocimiento, esa sabiduría!

Piensa en la unidad de este Libro. Sesenta y seis libros escritos por unos cuarenta autores, durante un periodo de más de 1600 años, y todo unido perfectamente, para formar un gran mensaje.

Piensa en la circulación de este Libro. ¡No hay ninguno que se le compare! Más Biblias escritas, en más idiomas que cualquier otro libro que jamás ha sido escrito.

Piensa en la preservación de este Libro. Ha sido pisoteado con los pies del orgullo en todos lados, y aún así permanece.

Piensa en la profecías de este Libro. Ciudades y naciones han sido profetizadas con cientos de años de anticipación, y hay profecías con detalles tales como las 30 monedas de plata.

Ah, ¡no hay ningún libro como éste! David, refiriéndose a la espada de Goliat, dijo: “Señor, ninguna como ella”. ¡Ninguna como ella! Y así es con la espada del Espíritu, ¡no hay ningún libro como éste!

¿Qué estamos haciendo con la buena Palabra de Dios?

Piensa en el poder de este Libro. Este Libro que ha cambiado vidas, que ha trastornado naciones, que ha redimido almas, que ha derrotado al pecado y que ha dispersado las tinieblas. ¡Qué Libro tenemos!

El Señor no dijo: “Tu casa pasará”. Él dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Son infalibles.

La salud es falible, la economía es falible, todo es falible y tiende a desgastarse. Pero la Palabra de Dios permanece. Sigue vigente.

Y si es infalible, entonces debemos invertir todo lo que podamos en ella. ¿Cierto? Otras cosas fallan, la Palabra de Dios no. Nunca serás defraudado por ella. Entrega tu vida a dos cosas eternas en la tierra: la Palabra de Dios y las almas de los hombres.

George Muller, calculaba que cuando había alcanzado los 60 años de edad, había leído la Biblia unas 100 veces. Y en los últimos 22 años de su vida, la leyó otras 100 veces, cinco veces al año. Y aún así él dijo, casi al final de su vida: “Siento que apenas alcanzo a comprender una pequeña fracción de lo que Dios tiene que decirnos.”

Esta Palabra es tan esencial, es decir, es esencial en la salvación. ¿Cierto? Es el poder de Dios para salvación. En el periódico, las revistas, el facebook, no vas a encontrar nada que te libre de tus pecados.

Cuando llegué aquí el jueves, entré por allá para registrarme y había un letrero en la puerta. Decía: “El registro para la Conferencia Fellowship será en la parte trasera del edificio”. Y tenía una flecha: “Vaya por aquí y luego por allá”. Y, ¿saben lo que yo hice? Vi a una secretaria sentada ahí, abrí la puerta, y le pregunté. Y me dijo exactamente lo que decía el letrero. Y después reflexioné, y pensé: “¿Por qué no le hice caso al letrero?”

Y entonces, ¡tenemos que hacerle caso a lo que dice este libro! Es un mapa para llegar al cielo, así que es mejor que lo creas y camines en su luz.

¡Sí!, es suficiente. Tú puedes ir a la universidad y obtener un título en Sociología, y no saber cómo llevarte bien con tu hermano, tu hermana, tu padre, tu madre, tu esposa. Puedes obtener un título en Filosofía, y no saber el verdadero propósito de la vida. Un título en Comunicación, y no saber hablar con el Dios que te creó.

Esta es la buena Palabra de Dios, seamos ricos en ella. ¡Es tan deleitosa! Sus historias son precisas. Sus profecias son reales. Sus frases son hermosas. Sus preceptos son santos. Es la buena Palabra de Dios.

No me extraña que John Wesley dijera: “Denme el libro”, “¡Denme el Libro de Dios!”

Estudiantes, ¿Por qué pasa esto?, que un estudiante entra a la universidad y de repente, se transforma por completo. Comienza a trabajar duro en sus estudios, en todo momento está estudiando. Termina de comer y regresa a sus libros. ¿Por qué estudiamos los libros que han escrito los hombres con tanta diligencia y cuando se trata de la Palabra de Dios somos tan ociosos, tan ocasionales? No es razonable, no tiene sentido.

El otro día estaba hablando con un hermano y dijo: “En el trabajo escucho el libro de Hebreos 3 o 4 veces”, no recuerdo bien si dijo que “antes del mediodía” o algo así. ¡Puedes ponerte tus audífonos! y dejar que la Palabra de Dios entre en tu alma.

¡Tienes que hacerlo! No te engañes, ni lo dejes pasar. Tu tiempo, tu precioso tiempo.

Toma la resolución… Esdra dijo: “He preparado mi corazón…” , como si fuera un despertador, “He dedicado mi corazón a estudiar la ley del Señor”.

Tenemos que plantearnos una resolución, y cumplirla. Tomar decisiones, decisiones, de eso hablo.

Oh, ¡Qué palabra tenemos! Seamos ricos en ella y hagámoslo ahora. ¡Ahora!

Yo crecí en el Noreste de Iowa, en una pequeña comunidad agrícola, y en esos días había una granja cada cuarto de milla o cada media milla. Todos conocían a todos. Estaba Axel Rasmusssen, Baldy Peeper, Ed Portus, todos conocíamos desde el primero hasta el último.

Y hubo un tiempo en mi vida, en el que pude regresar, después de 2 o 3 años de haber sido convertido, otra vez vivía con mis padres, conducía aquel camión de volteo, Y en ese tiempo pude haber vuelto a esa zona, e ir casa por casa y lo único que tenía que decirles era, “Amigos míos, amigos de mi padre, quiero decirles que fui salvado de mis pecados por la gracia de Dios”. Pero no lo hice. Fui tan inseguro en esos días. No lo hice. ¿Y saben algo? Ahora, casi todos se han ido.

Si vas a hacer algo para Dios, deberías hacerlo ahora. ¡Es mejor que lo hagas hoy! ¡Que empieces de una vez! ¡Vamos!

Seamos ricos en la Palabra, y ¡con mayor razón ahora que vemos que el día se acerca!